Península de Yucatán-México |
VI
El camino subterráneo,
El que conduce a Ich-Caan-Sihó,
No acaba,
No tiene fin,
No posee principio.
Es tan aéreo, tan terrestre, tan
oceánico,
Como el viento, como la roca, como las
estepas de Uaxactún.
El camino
-El del ascenso o el descenso-
No tiene forma,
Está lleno de resquebrajaduras;
Su aire enrarecido,
Cargado de cerbatanas y de hondas,
Dificulta un poco nuestra respiración
física
Porque antes de emprender la
respiración del espíritu,
De la conciencia,
Un hálito de luz empieza por llegarnos,
Por encender los pulmones de nuestro
misticismo.
El camino,
El que viene cargado de aromas,
De Jaguares de piedra
Nos espera,
Es apto para todos,
Está abierto en la hora en que a cada
uno le corresponde;
En la hora en que el himno del Peyote
Iza su música en el oído de nuestra
propia muerte.
El camino
-Los códices ya han hablado de él-
El que conduce a la puerta de los otros
mundos,
El de la etapa postrera que nos redime
No finaliza,
No tiene ángulos,
No posee redondez
Tiene la exactitud de todos los pasos,
La similitud lejana y distante
De todos los espejos.