HÉRCULES
Onfale
Reina de Lidia
Ninguna boca pesa más que la tuya
Ningún beso me doblega más que el beso
tuyo
Ningún abrazo, Onfale,
-Ni siquiera el León de Nemea-
Me asfixia como un abrazo
De tu lecho titánico
Tu lecho bárbaro,
Dionisiaco hasta la muerte.
Ningún cuerpo me envuelve,
Me sujeta,
Me despoja,
Me lleva al borde del suicidio
Como tu cuerpo Onfale
Hidra de Lerna, Jabalí de Erimano.
No vale prender fuego
A los cañaverales de la noche,
No vale correr desnudo
Por el Monte de Ménalo
Todo se turba,
Todo se contrae ante tu tacto,
Tus muslos
Saliva mía,
Paladar de corza de Cerinea.
Onfale
Muchacha de la rueca
Ningún río posee la fuerza,
Ningún afluente el curso:
El mismo Alfeo se desborda ante tus
manos,
A tus pies que recorren las orillas del
abismo.
Onfale
Ningún corazón retumba como el tuyo
Ningún címbalo de bronce se retuerce en
el Tártaro
Ningún pájaro monstruoso me fracasa.
Ni el Toro de Creta, las Yeguas de
Diomedes,
El Cinturón de Hipólita, los Bueyes de
Gerión
Me desenfrenan, me nublan,
Me dilatan
En este acoso mío de buscarte
De hallarte indómita en la arena
Desnuda como el río:
El eterno devenir de lo que fluye.