VIII
En la octava casa lunar,
Donde riela la luz del último eclipse,
Se levanta de su ciclo solar
Gucumatz, La Serpiente-pájaro.
Como tirado por el más pequeño de los
rayos
Gucumatz, hijo del viento,
queda impreso en la roca,
Sobrevuela las inmediaciones de los
cultivos
La curva vertiginosa de los espejos.
Este viajante de arabescos en el
rostro,
De inscripciones y notables escrituras
en sus manos,
Conoce la conmoción de los planetas,
Los holocaustos futuros de las
montañas.
En la octava casa del aguador
En torno al fulgor de la sangre
derramada
En medio de pequeñas esferas,
De cuarzos y terracotas flotantes
Gime y se levanta su esposa.
Río arriba de lo que yace en la muerte
-Entre el meso-aire inextricable de las
sombras-
Se encuentran las oquedades del cosmos,
El símbolo fausto de los martillos,
Los brazos inertes de las espadas.
Allí las otras inscripciones;
El retorno de los paladines,
De las flechas,
De la luz desnuda;
Allí los otros arabescos:
La franja larga del inconexo génesis,
La caverna angosta de las profecías,
El vórtice ininteligible de las
columnas.
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