XVI
Los Mayas
Venidos más allá del valle de Xpujil
En el mes de los minerales y los
espejos,
Están heridos de muerte.
Los oficiantes de los templos de mármol
Descargan su espada vidriosa
Sobre el lomo quebrado del bosque
Y ellos,
Hijos del Quetzal, del Tejon y el
Tiacuache
Presienten la caída inexorable del
asteroide
Sobre el vientre metálico de la piedra.
Los Mayas han visto la luz
desproporcionada de nuestros astros
Desmoronándose a tientas por el espejo.
¿Por qué llora la del pubis de plata?
¿Por qué ese precipitarse desnuda sobre
la tierra?
El Lagarto, La Tortuga, El Jaguar y El
Venado
Sólo conocen el mundo
Porque los Mayas existen.
Ellos,
Igual a todos los imperios que habitan
las mazorcas amarillas
las mazorcas blancas
Bautizaron y pusieron nombre a la
selva,
Clonaron las cimas del éter
Viajaron descalzos por los cultivos de
fuego.
Los Mayas,
Nacidos de las montañas,
Remotos como el árbol del cosmos
Antiguos como la escafandra del
visitante
Seguirán su elegía con las deidades del
agua,
Su conversación de diluvio con las
extremidades del viento,
Su búsqueda silenciosa por los
exagramas de Iqui-Balam,
Mientras el hombre
Persiste en su caminata de ciego
Por las aguas malignas de los osarios.
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