V
A Emilio Ballesteros Almazán,
Uno de los nuestros.
La quinta visión,
La de la canción chamánica
Que circula por las nubes
Con sus huestes angélicas,
Me ha dado de beber
Los secretos de los tiempos;
Fragmentos de un diluvio venidero,
En el ánfora gigante de la noche.
Las estrellas lejanas
Con sus días intercalares
Vienen en esplendorosa vuelta;
En óvalos, en rectángulos,
En piedras luminosas
De firmamentos distantes y anónimos
Que entran a Dzibilchaltún
Como algo inimaginable e inconcebible.
Mis hermanos,
Los bellos extranjeros del pasado, del
presente y del futuro,
Asoman sus portentosos ojos
De enredadera y bronce
Por los intersticios y las oquedades
del espacio.
Es el tiempo del no-tiempo
El tiempo de la elevación
De la máquina que danza
Y tropieza en el aire como el sabbath
De los antiguos Evangelios.
Es el tiempo de las vibraciones
fantasmagóricas,
El tiempo de las estrellas y meteoritos
Que hienden el cielo
En su recorrido veloz por la estructura
de los astros,
De las órbitas del sol y de la luna,
De los lejanos firmamentos.
La sincronización y el día de la
oscuridad
Con las esferas que pululan por el éter
Se avecina.
El Dios-Padre-Hijo de todas las
especies:
El de los ciclópeos Lagartos
Y el hábil Conejo
El del pesado Tiacuache
Y la rápida Comadreja
El del audaz felino
Y el inteligente Búho
Viene con una cohorte de ánimas
volantes
Condensado y elástico como una nube
Grave y supremo como una espada,
Como un trueno
Como un rayo
A instalarse en el día de la Terra
En el génesis de los otros mundos,
En el salón apocalíptico de los
espejos.
1 comentario:
Ese "salón apocalíptico de los espejos" es una figura llamativa.
Me agrado largo por esos versos compartidos.
Un abrazo amigo poeta
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