miércoles, 15 de febrero de 2012

DZIBILCHALTÚN


 

 V


A Emilio Ballesteros Almazán,
Uno de los nuestros.



La quinta visión,

La de la canción chamánica

Que circula por las nubes

Con sus huestes angélicas,

Me ha dado de beber

Los secretos de los tiempos;

Fragmentos de un diluvio venidero,

En el ánfora gigante de la noche.

Las estrellas lejanas

Con sus días intercalares

Vienen en esplendorosa vuelta;

En óvalos, en rectángulos,

En piedras luminosas

De firmamentos distantes y anónimos                          

Que entran a Dzibilchaltún

Como algo inimaginable e inconcebible.

Mis hermanos,

Los bellos extranjeros del pasado, del presente y del futuro,

Asoman sus portentosos ojos

De enredadera y bronce

Por los intersticios y las oquedades del espacio.

Es el tiempo del no-tiempo

El tiempo de la elevación

De la máquina que danza

Y tropieza en el aire como el sabbath

De los antiguos Evangelios.

Es el tiempo de las vibraciones fantasmagóricas,

El tiempo de las estrellas y meteoritos

Que hienden el cielo

En su recorrido veloz por la estructura de los astros,

De las órbitas del sol y de la luna,

De los lejanos firmamentos.

La sincronización y el día de la oscuridad

Con las esferas que pululan por el éter

Se avecina.

El Dios-Padre-Hijo de todas las especies:

El de los ciclópeos Lagartos

Y el hábil Conejo

El del pesado Tiacuache

Y la rápida Comadreja

El del audaz felino

Y el inteligente Búho

Viene con una cohorte de ánimas volantes

Condensado y elástico como una nube

Grave y supremo como una espada,

Como un trueno

Como un rayo

A instalarse en el día de la Terra

En el génesis de los otros mundos,

En el salón apocalíptico de los espejos.
















1 comentario:

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Ese "salón apocalíptico de los espejos" es una figura llamativa.

Me agrado largo por esos versos compartidos.

Un abrazo amigo poeta