domingo, 31 de marzo de 2013

BEELZEBUB





XXIX

BEELZEBUB DE PALESTINA




Sí, tú eres aquél
Príncipe de los infiernos

Noble ángel de los desterrados

Descifrador de paradigmas escritos en las noches

Y multiplicador de diluvios sobre las hogueras de la muerte.



Sí, tú eres aquél

Pero cuánto distas de ser

El de aureola destellante,

Cuánto distas de la luz

A pesar de sobrecogerte en otra luz

Y cuánto de la oscuridad

A pesar de instruirte en otra oscuridad.



Sí, tú eres aquél

Ángel o demonio

El que ahora se pasea por los intrincados laberintos

Miles de servidores ahora te coronan

Se deslizan por la orilla del vasto funeral

Sobre una muerte serena que te sobrecoge;

Una muerte que se ensancha

Como la curva, como los ángulos.



Sí, tú eres aquél

El del paraíso perdido y nunca recobrado

-sobran fuerzas paro no recobrarlo-

Tu delicia recae sobre el silencio que viene

Sobre la sabiduría humilde que centellea en la noche:

Pensamiento que se dibuja como una barca

En el océano de los afligidos.



Sí, tú eres aquél

-Gozas con este distintivo-

una estrella de hojas

reposa en tu frente de hiedra quemada

y vagas por el mundo

igual que otro iluminado

restituyendo el camino para los menos doctos

y provocando, a partir de tu imagen alucinante,

la animadversión a las olas ardientes de tu precipicio ,

a la tierra despreciable de los infiernos.

























domingo, 24 de marzo de 2013

LUCIFER



XXVIII

LA CANCIÓN DE LUCIFER


  
  
Mi ídolo de bronce es el abismo

El fuego, las cavernas.

La vida del maldito

-desterrado de la luz y las alturas-

Se pendula entre el mal, el bien, lo dionisiaco.

No maldigo de las sombras

No aspiro a las venganzas,

Continúo con mi vestidura satánica

Instruyéndome en el bien

Y solazándome en el mal.

Los más doctos dicen que fui expulsado del espejo,

Que mi imagen vagabundea por los laberintos y paradigmas de la muerte.

Pocos saben que conservo mi posición de ángel

Que aparezco majestuoso cuando miro mi belleza ante las nubes

Que mi sabiduría multiplica la ignominia de los justos

Y la nobleza de los desterrados

Contagia de belleza a los malditos.

Voy del ascenso al descenso

Como el viento que hila los caminos:

No creo en la maldad, en el bien,

En el pasado, en el futuro

Pues los cuatro están confinados en las sombras

Y las sombras

En el hades de un espejo orbicular.

No maldigo a las alturas

No me duele la caída

Hay un punto en que todo deja de ser contradictorio

Y nada en este punto se excluye sino que interacciona.

¿Quién ha dicho que el abismo no es la altura?

Qué la maldad,- producto de la belleza-,

No es el bien?

Que las sombras no son la luz?

Que el caído no es el levantado?

Pocos saben que sobrevuelo el infinito,

El paraíso, la manzana,

Que mi vestidura de Vampiro

Me da el elixir de la noche,

Que sustraigo del día los frutos del iluminado

Y que espero sabiamente el último camino

Para empezar mis andananzas

Por la otredad,  por la vaguedad,

Por lo inmensurable,

Por lo indefinible.

 

sábado, 23 de marzo de 2013

MIENTRAS EL TIEMPO SEA NUESTRO



ÚLTIMO LIBRO DE EDICIONES EXILIO
Antología: Mientras el tiempo sea nuestro
De los poetas Lilia Gutiérrez Riveros, Nelson Romero Guzmán, Winston Morales Chavarro, Hernán Vargascarreño y del poeta húngaro-colombonorteamericano Andrés Berger Kiss

domingo, 17 de marzo de 2013

EL APOCALIPSIS DE DAVID





XXVII

EL APOCALIPSIS DE DAVID




  
  
Ahí viene el hombre distante de la horda

Dando gritos despavoridos por la muerte.

Ahí viene el pequeño saltamontes de la tierra

Con su piedra, con su honda, con su diminuta espada.

Ahí viene el enano del desierto

Destruyendo todo lo que se aventure en su camino.

Ni Hércules, ni Sansón, ni Atila

Se asemejan a este pequeño devorador de hombres,

A este ciego de la tarde

Que ha destruido con su piedra

Al gigante Goliat

En las orillas del crepúsculo y las colinas que rodean a la muerte.

Ahí viene David,

Cabalgando sobre un centauro de hojas secas.

En el ánfora de su cabalgadura

Viene la cabeza de Goliat, la quijada de Caín,

El cayado de Moisés, los cabellos de Sansón.

Ahí viene el hombre distante de la horda

Dando tumbos por los recovecos del desierto.

A una señal suya las ciudades caen como naipes,

A una señal suya se viene exterminando la música del río,

A una palabra suya se aciegan los cantos del árbol

y la exclusión de las quebradas.

Ahí viene el hijo de la piedra

Lanzando chispas por los viejos campanarios

Viene el hijo de la honda

Descifrando en el reflejo del espejo

Las impresiones de la lluvia

Y el expresionismo de los murciélagos del cosmos.

Ahí viene el hombre distante de la horda

Buscando a Betsabé para cerrar con ella

El pacto del último Apocalipsis,

Buscando cerrar con ella

La última oportunidad del Hommo Sapiens

Sobre los confines de la tierra.