domingo, 15 de mayo de 2011
LA CIUDAD DE LAS PIEDRAS QUE CANTAN
LA CIUDAD DE LAS PIEDRAS QUE CANTAN
Hay otros mundos,
Pero están en éste.
Paul Eluard.
A Lennis Yelenha Morales Torres
Y Luis Alfredo Morales Torres,
Moradores de los otros mundos.
A los hermanos.
A la Lux.
A Narlinda Espinosa Cantillo,
Estrella de seis puntas.
I
Hunab Kú,
Tú que te engendras en ti mismo,
Que no tienes más círculos en tu mano
Que la propia nave del sol;
Tú cuyas estrellas errantes te circundan
Y llegan como un dios supremo
A posarse en tu vientre
Sin detener tus pasos;
Estás ahora tendido
Sobre la hierba del bosque.
Tú que recorres los espacios y tiempos de todos los tiempos,
De todas las áreas del tiempo
Como flecha continental de la muerte,
Estás ahora esparcido como verde manzana,
Como tallo al viento,
Raíz a la tierra del árbol.
Tú
Nave de los mundos
Fuerza infinita del no-ser
Del precipicio,
Del ingrávido cosmos
Que flota y circula
Por lo que ya fue
Por lo ya sucedido;
Estás ahora en el ahora,
En el instante:
Fresco,
Reluciente como la hoja que cae
-Mas no encuentra piso en su caída-
como la espada que parte el lienzo de las estrellas,
como la cabellera celeste que conoce el mañana
el ayer de los sueños,
estás ahora como piedra del sur
poblado de viajes y mapas
de movimientos aleatorios;
estás como un mensaje de las esferas
en mitad de la noche:
recónditamente escondido,
sumergido en el espejo de las pequeñas presencias.
II
Como una estrella de ocho puntas
Como una barca de fuego suspendida en el éter,
Hunahpú,
Ataviado con alas y figuras flotantes,
Me enseñó a respirar la escritura del mundo
-La subterránea y oceánica,
La aérea y la terrestre-.
Me enseñó a manejar el metal en sus múltiples formas,
A invertir los elementos primarios del suelo.
Esta deidad procedente de la Óneiros,
De las cimas sagradas de distantes culturas,
Me confesó los secretos recónditos de la muerte
El misterio sólido de las estatuas,
El idioma antiguo de las pirámides.
Un Gato demoníaco con cabeza de hombre
Le regala su canto
Y con él
Le transmite la herencia de diversos planetas,
Los hilos de las estrellas concéntricas de la Pampa;
Secretos que él confiesa a los cuatro caminos
Y que llegan a mi oído como un pequeño rodillo,
Como un hálito celeste al borde de las columnas.
Esta estrella roja arrojada del fuego
Hijo del Xibalbá y de la noche
Viene del árbol de la vida
Con una tea sobre su espalda
Y de él emana el resplandor hacia los otros mundos,
La estrella que pende en las afueras del cielo.
III
Hombres-pájaro, animales fabulosos, Zopilotes celestes
Pasean por los otros mundos
Tan lentamente
Que da la impresión del eterno retorno
Como algo imposible.
¿Qué figura mítica, extraída del sueño
pensaría en repetirse?
En confirmar la existencia del atrás,
De lo que fue
Como algo lineal
Sin antecedentes pre o posteriores?
Aquí está de nuevo Ixbalanqué
Como un reflejo multidimensional
En un espejo de siete caras,
Siempre él
Suspendido en esta Terra
De espectros inacabables.
Siempre él
Como poseedor de una extraña belleza;
Él el único
El infinitamente recostado en la orilla del río,
Prendido del árbol
Transportado en la hierba.
Sé que sólo una palabra, una oración de llamas secretas
Es capaz de convocarlo,
De sugerirle su asomo
Su portentosa aparición entre las sombras,
Su mensaje de Anona silvestre,
De Puma sangriento, de árbol vetusto.
Sé que sólo aquí
En la Terra de los Ovellones,
De los espíritus anticipados, del mago Yhoma,
Él es capaz de oscurecerse,
De ensombrarse para sí,
Hasta perder toda magnitud del yo,
Toda razón del ser
Y quedar de nuevo allí
Reducido a él mismo
A la corriente inexpugnable de todas las aguas.
IIII
Inscripciones extrañas
Sobre el círculo de bronce de los espejos.
Apariciones de humo
Que inicialmente cegaban mis ojos
Pero que ahora,
Luego de este trayecto
Por los candiles de aceite de los viejos campanarios,
Me he acostumbrado a ver
A través de la claridad de la noche.
Soles divinos
Que se yerguen sobre la superficie de los afluentes,
Con una brillantez estrepitosa
Propia de algún culto extraño,
Acaban por ilustrarme
Sobre lo inaccesible y lo intangible;
Lo que ahora reposa sobre la resina del cosmos,
Sobre el silencio de Labna,
El eco de los acantilados y los murallones de fuego.
La incandescencia de las orillas
Convergen en estos puntos
“Como el rugir de una gran masa de agua”
sobre lo omnisciente y todo-poderoso,
que no va más allá de su propia muerte,
que no aspira más
que su propia venganza.
Después de cerrarse este círculo con su rodillo
Se abrirán los cielos
Como un repaso difuminado de las estrellas,
Se cegarán las puertas
De ciertas inscripciones
Y ascenderá de la tierra
Una lengua de fuego
Que hendirán el pasado de muchos mortales
Empujándolos a la luz;
A la única y verdadera arca del mundo;
El tránsito a las cuatro caras del sol,
Los arabescos finales de los planetas.
V
La quinta visión,
La de la canción chamánica
Que circula por las nubes
Con sus huestes angélicas,
Me ha dado de beber
Los secretos de los tiempos;
Fragmentos de un diluvio venidero,
En el ánfora gigante de la noche.
Las estrellas lejanas
Con sus días intercalares
Vienen en esplendorosa vuelta;
En óvalos, en rectángulos,
En piedras luminosas
De firmamentos distantes y anónimos
Que entran a Dzibilchaltún
Como algo inimaginable e inconcebible.
Mis hermanos,
Los bellos extranjeros del pasado, del presente y del futuro,
Asoman sus portentosos ojos
De enredadera y bronce
Por los intersticios y las oquedades del espacio.
Es el tiempo del no-tiempo
El tiempo de la elevación
De la máquina que danza
Y tropieza en el aire como el sabbath
De los antiguos Evangelios.
Es el tiempo de las vibraciones fantasmagóricas,
El tiempo de las estrellas y meteoritos
Que hienden el cielo
En su recorrido veloz por la estructura de los astros,
De las órbitas del sol y de la luna,
De los lejanos firmamentos.
La sincronización y el día de la oscuridad
Con las esferas que pululan por el éter
Se avecina.
El Dios-Padre-Hijo de todas las especies:
El de los ciclópeos Lagartos
Y el hábil Conejo
El del pesado Tiacuache
Y la rápida Comadreja
El del audaz felino
Y el inteligente Búho
Viene con una cohorte de ánimas volantes
Condensado y elástico como una nube
Grave y supremo como una espada,
Como un trueno
Como un rayo
A instalarse en el día de la Terra
En el génesis de los otros mundos,
En el salón apocalíptico de los espejos.
VI
El camino subterráneo,
El que conduce a Ich-Caan-Sihó,
No acaba,
No tiene fin,
No posee principio.
Es tan aéreo, tan terrestre, tan oceánico,
Como el viento, como la roca, como las estepas de Uaxactún.
El camino
-El del ascenso o el descenso-
No tiene forma,
Está lleno de resquebrajaduras;
Su aire enrarecido,
Cargado de cerbatanas y de hondas,
Dificulta un poco nuestra respiración física
Porque antes de emprender la respiración del espíritu,
De la conciencia,
Un hálito de luz empieza por llegarnos,
Por encender los pulmones de nuestro misticismo.
El camino,
El que viene cargado de aromas,
De Jaguares de piedra
Nos espera,
Es apto para todos,
Está abierto en la hora en que a cada uno le corresponde;
En la hora en que el himno del Peyote
Iza su música en el oído de nuestra propia muerte.
El camino
-Los códices ya han hablado de él-
El que conduce a la puerta de los otros mundos,
El de la etapa postrera que nos redime
No finaliza,
No tiene ángulos,
No posee redondez
Tiene la exactitud de todos los pasos,
La similitud lejana y distante
De todos los espejos.
VII
El calendario de las grandes Eras,
El de las Civilizaciones abruptas,
Asoma su boca de monolito,
Su espesor de disco de piedra
Sobre el cielo tendido de Kaminaljuyu.
El que reina sobre la montaña
-Perdido en la noche de los tiempos-
Ha despertado de su esfera flotante,
Ha transitado por los elementos del mundo
Trazando los arabescos del cosmos
Sobre la piel de Obelisco de algunos terrestres.
¿Qué es lo que está escrito en la Luz de Ixchel?
¿Qué lo que canta la vieja Zaqui-Nimá-Tziís tatuada en el árbol?
El Señor del cielo
-El que gobierna las anchas colinas-
Ha escrito desde los tiempos innumerables
El ardor de los ojos
Que miran de frente a las sombras.
Allí,
En estas extrañas inscripciones
Está el lenguaje de la Terra,
Los orígenes ascendentes de los otros mundos,
La música secreta que reverdece
Sobre los tonos estériles del caos.
¿Cuánto lo dicho por la Guacamaya aguerrida
Que entona con su canto el génesis del fuego?
¿Cuánto lo expresado por las rocas del desierto
Antes de variarse el rumbo
De las esponjas oceánicas?
¿Cuánto en el vuelo exquisito de los colores,
En el constante mensaje de las piedras,
En la permanente cartografía de los cristales?
El que reina sobre la montaña
-Más allá de estas montañas-
ha escrito desde las edades innombrables,
desde los espejos esféricos de la noche
el Apocalipsis de las criptas funerarias,
las láminas de bronce que ensanchan el camino,
los caracteres e ideogramas
que nos hablan de la transición
entre los otros mundos,
del transporte de la Tierra a los confines de otro continente.
VIII
En la octava casa lunar,
Donde riela la luz del último eclipse,
Se levanta de su ciclo solar
Gucumatz, La Serpiente-pájaro.
Como tirado por el más pequeño de los rayos
Gucumatz, hijo del viento,
queda impreso en la roca,
Sobrevuela las inmediaciones de los cultivos
La curva vertiginosa de los espejos.
Este viajante de arabescos en el rostro,
De inscripciones y notables escrituras en sus manos,
Conoce la conmoción de los planetas,
Los holocaustos futuros de las montañas.
En la octava casa del aguador
En torno al fulgor de la sangre derramada
En medio de pequeñas esferas,
De cuarzos y terracotas flotantes
Gime y se levanta su esposa.
Río arriba de lo que yace en la muerte
-Entre el meso-aire inextricable de las sombras-
Se encuentran las oquedades del cosmos,
El símbolo fausto de los martillos,
Los brazos inertes de las espadas.
Allí las otras inscripciones;
El retorno de los paladines,
De las flechas,
De la luz desnuda;
Allí los otros arabescos:
La franja larga del inconexo génesis,
La caverna angosta de las profecías,
El vórtice ininteligible de las columnas.
IX
Es tiempo de cosecha
En el Reino de la diosa Hunahpú Vuch.
El camino a Rogitama
Está predestinado para el hombre
Y existe una horda sumergida en los espejos
Que dará de beber su rugido de bestia apocalíptica
A la generación de muertos
Que yacen debajo de la tierra.
Los huesos de estos muertos
Se levantarán sobre aquellos jeroglíficos
Estampados en el mundo de Hunahpú Utiú
Y los que estuvieron ciegos
En el trasegar luminoso de la estrella
Abrirán sus ojos a la luz:
A la puerta equidistante de la noche.
Las cerbatanas que proporcionó el último de los eclipses
Contrarrestarán esas huestes de figuras
Que discurren debajo de las sombras
Y el maligno que reposa en los caminos de la villanía
Se tornará débil, pero al mismo tiempo más vengativo,
Más furioso, más inconexo;
Frágil como el filo de un cuchillo,
Pero peligroso en las manos de la adolescencia.
La ira de los perros que aún duermen su canto de venganza
Será opacada por la fusión del fuego y de la tierra
Cuyos elementos se convertirán en una sola religión
Sin abismo y sin altura
Sin santo ni castigado.
La Serpiente cuyo torso se levanta
Desde las grafías más antiguas
Dejará su vestido de geometra,
Su piel de encomio y sus escuadras
Y hundirá su hocico en el estiércol
Para elevarse igual al loto,
Desde una percepción orgánica
Hacia una percepción del infinito;
Lejos del caos que la parió,
Distante y ajena al último de los Apocalipsis:
El árbol de la vida de los otros paraísos,
El fruto permisivo en mitad de los espejos.
X
En Tikal,
Donde me vi
Rodeado de una naturaleza de bosques
De marfil repleto de simbolismos
Y flores de tierra,
De invocaciones y rogativas;
En Tikal,
En medio de incrustaciones de fuego
Donde la estrella roja
Asemejaba a una muchacha
Ataviada con hojas y vestidos ambivalentes
Descubrí que el mundo está dentro de los otros mundos,
Divisé los astros
Que subyacen sobre estos astros:
Naves paralelas a estas naves.
En Tikal,
Donde una lluvia de colmillos
Y cuchillos de bronce
Caían inexorables sobre los cometas del éter,
Divisé la muralla del laberinto,
Los arrecifes dorados,
Los archipiélagos e islotes del último viaje.
En Tikal,
Donde aprendimos el arte del árbol,
Donde mudamos nuestra permanencia en la Terra,
Donde para poder florecer
Había que despojarse
Incluso de la perspicacia de la muerte,
Adquirimos de la arena incrustada del Nicté Katún
Su ligereza, su heráldica,
Su volatilidad,
Adquirimos de los pergaminos místicos de las sombras
Su fluctuación a la luz,
Su disección al cometa de los espejos.
En Tikal,
Rodeado de escombros, de huesos y anillos de piedra
Levantamos nuestra mirada al mundo,
El fósil que nos compone, las alas que nos circundan.
En el lugar donde aquellos enterraban a sus muertos,
La cuenca mediterránea hacia Copán, Schuaima y Petén
Aparecía magistralmente luminosa
Como un refugio de desterrados y pecadores
Prestos a volar su última posibilidad de altura,
Su necesidad irresoluta de lograr el paraíso.
XI
Los enigmáticos mapas del Almirante,
Me advirtieron sobre las fuerzas secretas del bosque,
Los sauces y ocobos del mar,
Los mapas extraños de las mareas.
Los heroicos mapas del Almirante,
Sus florecientes y rosadas semillas,
Me avisaron sobre la metamorfosis de Yaxchilán,
La conversión de las tablas esmeraldinas de Sirio.
En los antiguos pueblos mayas
Donde los mangos de las espadas
Poseían la propiedad de avizorar
Las figuras del cosmos,
Donde no había otro lenguaje
Que el de los astros,
Las estrellas vacilaban
En su aquietante carrera por el abismo,
Marcaban la brecha de lo preciso,
El enigmático vuelo de las visiones.
Los enigmáticos mapas del Almirante
Fuentes de músicas inextinguibles,
De vibrantes ondas en sus grabados,
Me señalaron el retorno de los metales,
Los polos inquebrantables de las Atlántidas.
Allí las órbitas de los otros mundos,
La aplicación de los caduceos de Hermes
-Ciencias mágicas en mitad de la tierra;
vuelos de arena bajo el fin de los barcos-.
Los enigmáticos mapas del Almirante
Desconocidos aún por los hombres de las cavernas,
Sujetos a los anillos de los planetas,
A las coordenadas de las esferas y los cuadrados
Me advirtieron sobre las fuerzas de Marte,
El altruismo de Urano,
La omnipresencia de Júpiter.
Esto que va impreso en los anaqueles,
Fragmentos y piezas de aquellos mapas,
Son las voces ocultas del almirante,
Las voces que me conducen por las presencias,
Por la muerte infinita de las orillas.
XII
Hay que leer el Chilam Balam
Para empezar a comprender la música de las orillas;
Hay que transitar por sus tablas astronómicas
Para sopesar las hendiduras en las rocas
Los racimos, las líneas y los puntos
Que penden en la línea vertical de sus espejos.
Hay que consultar al astrónomo de Chumayel
Para sobrevolar el canto de otros firmamentos,
Saturarse del Libro de los Muertos
Para arribar a las piedras solares y a sus ríos,
A las tablillas cifradas del abismo
A las señales inquebrantables de sus sombras.
Hay que escudriñar
Las esculturas rupestres de la noche;
La osa mayor y menor, las pléyades, las nubes
Para acceder a la música del cazador,
Al señor de las lluvias y los sacerdocios
Que gravita en sus peregrinajes hacia Palenque,
Que oscila entre los fluidos luminosos de la nada:
la antigravitación prefijada de los astros.
Hay que vagabundear por las esferas
Por Mérida, por Bonampak, por Schuaima
Descifrar las tablas astronómicas de Chumayel
Para emprender el viaje a las alturas,
Despojarse de tantas mezquitas y palacios,
De iglesias y de templos
Y dormir desnudo
Entre las piedras luminosas del orfebre.
XIII
Se dice de Itzam Na
Que sus hemisferios y cuadrantes,
Triángulos y escuadras
Pertenecían a los puntos cardinales de la noche.
Se dice de él
Conocedor de la ingravidez de los abismos
Que era capaz de poseer todas las virtudes,
Capaz de levitar por encima de los pebeteros
Y que sobre su pecho de pajarero
Discurría un enorme río
De caracoles y semillas
Que conducía, sin lugar a dudas,
A la irisación brumosa de los otros mundos.
Se dice del Señor Itzam Na
-sustancia ante todo-
De sus poderes de transportación y transparencia,
De sus lucernas y bujías
Apuntando hacia las cosas más oscuras,
Hacia las lunas y montañas de Tulum y Kabah.
Se dice de Itzam Na
-Y esto está escrito en la superficie de los ríos-
Que conoció en sus múltiples andananzas por el monte
A infinidad de viajeros y extranjeros;
Seres de otra época y otras geografías
Que depositaron en su corazón y en la señal reveladora de su sino
Las flamas de las músicas del cosmos,
El laberinto antiguo y cifrado de las horas.
En Uxmal, al norte de Kabah, en Mayapán,
En los montes de Macuil Xóchitl, en el río Usumacinta, en el Rogitama
Se paseó como se pasea el murmullo de la lluvia en los canales
El Señor de los espejos.
Haces de luz emanaban de sus ojos
Mientras él
Se iba levantando de las sombras
Y perdiendo en el espacio
Como se pierde en lo profundo del universo
La estrella que anuncia y reanuncia la magnitud de los caminos,
El canto ultraterreno de la noche.
XIV
“No soy el que han conocido en la carne”
-Dijo Hun Hunahpú a los señores del Xibalbá-.
Según ciertas conjeturas
Las cenizas son hijas de las sombras
Y el fuego hijo de la luz.
¿De qué elementos consta la carne
que ya no es carne?
¿De qué partículas el espíritu
que subsiste a las masas?
Otros mundos existentes después de estos mundos
Se ciernen sobre los montes de Chiapas
Y la mujer que se vierte en los sueños
Como una estela de bosques,
De arboladuras y cánticos subterráneos
Reaparece tatuada en la memoria del bosque.
Aquel que se suspendía ligero sobre las aguas
-Brújula de prestidigitadores y agoreros,
De jaguares y Cocodrilos-
Es el pasajero del cosmos,
El hombre que irrumpió
En la oscuridad de la noche
Como un fragmento de las esferas
Como un soplo divino de las estatuas.
¿Qué es lo que conforma al viento
Y sin embargo lo hace invisible?
¿De qué partículas las llamas
que flamean en los salones?
Hun Hunahpú:
El punto donde convergen los otros mundos
Miles de flechas blanquean su arco,
Cientos de espadas sujetan su carne.
¿De qué elementos, de qué partículas
de qué sustancias?
¿De qué llovizna se compone su lluvia,
de qué líquido su líquido,
de qué bálsamo su bálsamo?
El hombre no es más que lo que busca:
No hay un dios que lo haga más grande
Ni ningún pecado que logre afligirlo
Más allá de su propia aflicción.
¿De qué elementos consta la carne que ya no es carne?
¿De qué mundos los otros mundos?
XV
En el umbral de los años apocalípticos
El flujo de Kohunlich
Destilará su embrión de búho milenario
Para redimir de la luz
Y ahondar en el ser
La daga de las nuevas memorias.
El hombre se levantará de los escombros
Como ave Fénix del sueño;
Restableciendo el lenguaje de las esferas,
Socavando como un túnel
El límite a la vida,
A la contemplación absoluta.
La parte oscura del Lago Petén
Flotará como un pez
Sobre las nuevas corrientes del río;
Y el hombre entenderá
Que el mundo consta de otras realidades,
De anchos campos de anonas,
De espigas de caña brava,
Y que será capaz de implicarse con las estrellas
Sin olvidar su esencia de cíclope celeste.
La continuidad del fin;
La unidad de la balanza,
El hilo exacto de las cosas
Serán momentos de revelación
De sosiego infinito
En donde Ah Kin Xooc se hará evidente
Y llegará con su lluvia y su viento
A cubrir de equilibrio los bosques.
XVI
Los Mayas
Venidos más allá del valle de Xpujil
En el mes de los minerales y los espejos,
Están heridos de muerte.
Los oficiantes de los templos de mármol
Descargan su espada vidriosa
Sobre el lomo quebrado del bosque
Y ellos,
Hijos del Quetzal, del Tejon y el Tiacuache
Presienten la caída inexorable del asteroide
Sobre el vientre metálico de la piedra.
Los Mayas han visto la luz desproporcionada de nuestros astros
Desmoronándose a tientas por el espejo.
¿Por qué llora la del pubis de plata?
¿Por qué ese precipitarse desnuda sobre la tierra?
El Lagarto, La Tortuga, El Jaguar y El Venado
Sólo conocen el mundo
Porque los Mayas existen.
Ellos,
Igual a todos los imperios que habitan las mazorcas amarillas
las mazorcas blancas
Bautizaron y pusieron nombre a la selva,
Clonaron las cimas del éter
Viajaron descalzos por los cultivos de fuego.
Los Mayas,
Nacidos de las montañas,
Remotos como el árbol del cosmos
Antiguos como la escafandra del visitante
Seguirán su elegía con las deidades del agua,
Su conversación de diluvio con las extremidades del viento,
Su búsqueda silenciosa por los exagramas de Iqui-Balam,
Mientras el hombre
Persiste en su caminata de ciego
Por las aguas malignas de los osarios.
XVII
El volatinero del cosmos
Conocido desde la noche de los tiempos
Como Kinich Ahau
Ha elevado sus óvalos y piedras preciosas,
Sus curvaturas y novias del cielo
Hacia el círculo flotante de Cozumel.
Desde las alturas del mundo
Contempla la concupiscencia del hombre
Sus limitaciones en el horizonte de la eucaristía.
Desde esas alturas meridianas
Se ríe de los falsos evangelios,
De aquellos que predican una sola realidad.
El pasajero de la noche
Habitante de otras realidades
Contempla ante el asombro de algunos mortales
Las bienaventuranzas de las dunas de arena
La margen eclipsada de los hijos de las abejas.
¡Kinich Ahau!
Lo llaman desde la oscuridad de los años perdidos.
Los hombres levantan sus carnes, sus velos,
Banderas y escuadras
Acusando de remediar lo ya acaecido,
Lo ya transformado,
Lo ya vulnerado.
Sólo este hombre
Que lleva en sus manos
Las extrañas bujías de lo perenne
Se pasea por los rayos elásticos de Tulán,
Por los granos reveladores de los tiempos inesperados
Rejuveneciendo en la marcha de todo gran viaje,
Tirando su bodoque cetrino en las afueras del bosque.
¡Kinich Ahau!
Se arremolinan y apoltronan las voces de cientos de hombres
En la puerta occidental de la muerte.
¿De qué sirve clamar por el río que no vuelve a su fuente?
¿Para qué los arpeos y las guitarras
cuando la muerte lleva otra música?
Aquel que cabalga las nubes y las peonías
Ya ha silenciado su marcha
Y viaja en el tiempo y espacio de otro tiempo
En el marco y espejo de otra ventana;
Duerme bajo el sol místico de la tarde
Y su sueño desprovisto de los horrores
Cobija las últimas aberturas del cosmos,
Las últimas incrustaciones de lo absoluto.
XVIII
A la Lux
Bienhechora en la
Obscuridad.
Ixchel
Grado infinitesimal de la muerte,
Mujer que está más allá de lo físico,
Más allá de lo temporal y lo exacto;
Tiene la facultad de dibujarse a sí misma
Sobre la superficie de los cristales,
Las cuevas de Uleu,
Las cúpulas de las piedras;
Posee la virtud de la luz y las sombras
De oscurecerse sobre las herraduras de los molinos,
De transitar con sus runas y ecos sagrados
Por las voces secretas de los espejos.
Desde la aparición de los primeros idiomas
En la lengua de fuego del cosmos
Ixchel
Se transforma en el eterno principio,
el Templo y la roca donde se talla la muerte,
La puerta y el tiempo por donde transita la espada.
La ley del péndulo
Gravita sobre las cosas de ella;
Todo lo que va
Necesariamente regresa:
La vida, la muerte, los caminos,
El eco de los acantilados
Sobre las rocas atiborradas de los desiertos.
Ixchel
La deidad de los estambres y las campánulas al viento,
Mujer extraída de los elementales del agua,
Del corazón de la Terra
Del infinito relámpago de los sueños
Viene y se posa ahora sobre la muerte
Y su voz reluce como los fuelles
En la frente reseca de los mortales:
Los elegidos que emprenden su viaje
Por las flamas inconmensurables
De las otras presencias.
XIX
Hay una escalera diagramada en los espejos
De donde emergen los cuerpos del equilibrista.
Dieciocho peldaños se tejen de sus sombras
Y los hijos de las abejas ascienden
Por la espiral bifurcada de su abismo,
Se posan desnudos sobre las fronteras de la muerte
Y en el cuerpo interpolado de las dagas
Yacen los cráteres de la Terra,
El reflejo difuminado de los otros mundos.
Hay una escalera diagramada en los espejos;
Cien rostros confluyen en el sueño,
Cien puñales, cien espadas,
El mismo hombre pavoneándose su suerte.
Dieciocho máscaras
Son atribuidas al Libro de los Otros,
Un escriba, un saduceo,
Los oficios,
Una aureola para las prostitutas de los templos,
Un poseso repasando las inscripciones de Uxmal.
Hay una escalera, un espejo,
El ágora, los ángulos,
Un Jaguar irrumpiendo el equilibrio,
Un hombre que emerge de la muerte
Con los dados del Almirante
Jugando otras partidas.
Hay una escalera diagramada en el Libro de las profecías
Y de ella emergen los cuerpos del equilibrista:
El cayado vertiginoso de su propia altura.
XX
Todos los hombres que Kukulcán ha sido
-Siete que se sepa-
guardan entre sí cierta simetría
que los hace
uno en el espacio
y muchos en el tiempo:
equidistantes y cercanos como un bosque.
-Siete que se sepa-
son los que han atravesado los pórticos del sueño
siendo el sueño él mismo
en una doble balaustrada del espejo.
Todos los hombres que Kukulcán ha sido
Manufactureros del elixir de la muerte
Han emprendido en la ruta numérica del viaje
La jerarquía cósmica que todo lo conoce, todo lo diluye,
Todo lo separa.
“Lo que el hombre pueda desear, pedir y esperar”
-Según Kukulcán-
Claves que se conmemoran en las hojas serradas y afiladas del destierro
Vienen del allá
De Yaxchilán o de Quirigua
-Según se quiera-
Donde está el periodo iniciático del mago
La flecha incólume de los argonautas.
Todos los hombres que Kukulcán ha sido
Han viajado a través de nueve esferas, nueve capas;
Cada vez que un vehículo se detiene en el camino
Se hace necesario emprender en otro el viaje,
-Dice Kukulcán, el emplumado-;
han soltado su vuelo en las estribaciones de la noche,
resucitado en la carta final de los otros jugadores.
Todos los hombres que ahora cruzan el abismo
-Nueve en total-
llevan su cúpula de sándalo en la muerte.
La lámpara, el barandal,
La ablución, el ajarafe
Guardado en lo que Kukulcán denomina
“Lo sin nombre”
brotan y emergen como el henequén en la primavera
como los esmaltes traslúcidos del viento y de las sombras.
Todos los hombres y ninguno
Poseedores del silencio y lo inanimado,
De lo inexacto y lo gaseoso,
Habitan ahora la Ciudad de las Piedras parlantes,
En la orilla argente de las estaciones.
XXI
¿Por qué temer a la muerte?
¿Por qué temer al nido gigante
que enhilaron Tepeu y Gucumatz en las horas de sueño?
¿Por qué huir a sus trajes?
A sus domingos sagrados,
A su viaje infinito por sombras delgadas?
Tepeu es el bautizo de otras orillas,
La comunión de lejanas preexistencias,
El maridaje cercano
Entre lo innombrable y lo incierto.
Amo a Tepeu que me libera de tantas batallas
La puerta de su estancia
Que conduce a otros caminos,
El carricero del cosmos
Que picotea las penumbras.
Amo a Gucumatz,
Su colmena,
Su cuchilla,
Su espejo,
Su faro.
Amo al bello adolescente
De trenzas perfumadas
El niño lejano y frágil
Que al proferirle amor
Me revela la dimensión exacta de sus ojos
Cuando sueño y noche
Se confunden
Como bálsamos de flores
Ungidos en las sombras.
XXII
Soy Itzam Cab
El hombre que nunca muere.
He aprendido en la edad de los centauros
La representación esquemática de los números.
Soy Itzam Cab
hijo de la tierra negra,
De Kabah, de Tulum, de la ceniza;
La quinta esencia de las cosas.
Estoy más allá de cualquier abismo,
Soy el uno,
La parábola
La falsedad o la llave.
La puerta estará para ti siempre abierta
Y con ella,
Que es la resurrección de tus muertes ulteriores,
Los planetas, la música del cosmos, los caminos,
Los demonios del alambique y el cinabrio.
He iniciado mi viaje por la gran obra
Soy sacerdote y exorcista
El eje de la rueda
En la cual tú serás carruaje.
El centro de todo éxtasis que es el tuyo.
Venid
Constreñid la llave
Atibórrate de ser
Avistad la eternidad
Acicalada en los instantes;
Metáfora de desastres que se repiten,
Parábola del eterno retorno
En los círculos de tus manos.
Soy Itzam Cab
Ardo en tu corazón
Y en las esferas de otros corazones
Soy el árbol prohibido de tu propio paraíso
La Serpiente Verde que te busca y salva.
Es tu hora,
La hora del equinoccio,
La hora de tu fiesta para el agua y para el fuego.
XXIII
Es el Poseso
Itzam Cab Ain,
Brujo-del-agua-tierra-cocodrilo.
Ha levantado sus ojos hacia Petén-Itzá
Y ha visto el crisol de la cultura en ella.
Su rostro,
Sin redondez ni geografías
-Indecible e incluso ascético-
ocupaba su postura en el espacio;
postura equivalente a la dimensión traslúcida del sueño.
Es el poseso del agua y los lagartos
La cantera de la iniciación
Le ha sido designada
Para ser esencia de Los Espíritus Señores de los Pájaros.
Los chamanes de la orden Chachac Ek
Le han dado la facultad del fuego
La virtud de lo cifrado, los anillos,
La luz zigzagueante de las doce llaves.
La alegoría de la fuente
Rejuvenece en él
La palabra perdida de los planetas,
El lenguaje de la lluvia verde,
El culto de las Pirámides,
Y esto a su vez,
Le visualiza la aparición del anticristo,
La competencia de la tierra,
El monstruo del Mar Rojo,
Las ordalías de los sacerdotes.
Una Serpiente Verde
-Vista casi siempre en días de intuición-
surca los báculos del sacerdote
destruyendo en el futuro los anagramas de Copán,
los siglos del brujo del agua-tierra
-Redimidos por la esencia universal de la Sabiduría Cósmica-.
Es el chamán de las 942 frases;
Nació en el mes del hijo coronado,
En el año de las rutas descifradas.
El mercurio, la tierra negra, la torre y el azufre
Le han hablado de las cosas que por convicción sucederán
Cuando ya no tenga remota su existencia en el espíritu
Y su estadía en el rostro solar de la guacamaya de fuego
Sea una parábola entre lo absolutamente verdadero y falso.
XXIV
Vinieron a buscarme
Y yo estaba dormido;
Pesado como una roca;
Enclavado en el equinoccio de Bonampak.
Tocaron a mi puerta
Y yo no estaba.
¿Qué te habías hecho
Leviatán de ocho cabezas?
¿Dónde dormías gran Dragón Escarlata de la muerte?
Los tres gemelos nacidos de las aguas de Chac
Sabían la talla exacta de mi nombre.
¡Xibalbá!
Replicaba el espejo de los trece cuernos
En mitad de un eco inefable,
Un tumulto de voces entre lo indeterminado y lo lleno,
El todo y la última cifra.
Vinieron por mí
Y yo estaba perdido,
Ausente de mi propia cara.
¿Qué te habías hecho, hijo de la Terra?
¿A dónde se elevaban tus plegarias, amante de la lluvia?
Tu Obsidiana, los treinta pájaros Pich, tu magia roja?
Vinieron por mí
Y yo ya estaba lejos,
Libertado de sus jaulas,
Distante a sus grilletes.
Vinieron,
Y estaba muerto,
Recónditamente lejos,
Abrazado al halo insospechado de las tinieblas.
XXV
Kinich Kakmoo:
Los espíritus señores de las piedras preciosas,
Los espíritus señores de los tigres
te pertenecen.
La Ciudad de las Piedras que Cantan
está confinada a tu nombre
Como también,
el ostracismo de tu tormento
y la negación de lo demoníaco.
Eres alto y salvaje como el agave;
Tu salto,
Sobre la inmundicia del mundo,
No niegan el obstáculo,
Sin embargo lo redimen,
En el pensamiento unificado de la forma.
Las caras análogas
De tu linterna de espejos
Se muestran en una infinidad abismada del uno:
El mundo difuminado de la pirámide,
Las alucinaciones extra-temporales
De un universo inconcreto,
Gaseoso como la idea,
Incoloro como el Alkaest que disuelve
Los cuerpos visibles del tiempo y de las sombras.
En ti habitan
El Cielo y el Infierno
Pero estos te hacen menos equivalente
Y ponen la tabla esmeraldina
En tus cinco relojes;
Los movimientos de las esferas
Trastadas en las líneas de lo supremo y oscuro.
Kinich Kakmoo
El tormento del saber
Pesa más que la verdad de la ignorancia.
¿Qué hombre te tendió la trampa de la inteligencia?
¿Qué ángel o demonio te condujo por el cielo refulgente
de la chamanería?
Lo subterfugio escamotea
En el extremo liviano que antecede al salto:
Tu salto ya está dado
Príncipe panteísta
Y sólo nos aguarda el precipicio,
La caída inexorable del segundo reino.
XXVI
El Príncipe Balám-Quitzé
Ha venido a verme.
Dice llamarse tenebroso, inconsolable.
Trae consigo el laurel de los espejos,
Mientras el hexagrama de sus ritos
Pende en la escalada de la muerte.
El Chamán de la torre derruida
El brujo,
El Poseso último y primero,
Busca en mí no sé qué palacios, qué doncellas,
Qué muchacha de la Décima Octava Dinastía.
El Príncipe de la casa nueve
Llamado por Tepeu, “El Gran Ausente”,
Ha venido de nuevo a mi estrella y a mi árbol,
Ha traído hasta mi casa los macizos de Tulum,
El oro diluido, su última exégesis.
La muchacha que lo ama, Cahá-Paluná
Viene con el viento.
Su figura alta, farragosa,
Le contempla desde lejos.
“El es el otro”, dice,
Él es el que ama a la que habita más allá de estos palacios.
El Príncipe de la tarde,
Balám-Quitzé,
Se pasea por los picos de Chichén Itzá.
En la noche de su tumba
Se pregunta sobre la putrefacción de la materia
Sobre la Serpiente Verde que nos aguijonea
Sobre la rosa que ha encontrado la cruz en el desierto.
El Príncipe de la tarde
Ha venido a verme
Estoy preparado para recibirlo,
Estoy desnudo como la tierra negra, como el sol negro,
Como el cinabrio y la música que aquieta los perfumes.
XXVII
...Para los ojos del hombre de imaginación,
La naturaleza es la imaginación misma.
Tal como es el hombre, Así Ve.
William Blake
Como música apócrifa
Que florece desde adentro,
Quetzalcóatl es la sombra
De lo que somos y seremos en el viaje.
tempestuoso mar
Que trae en sus acordes
Fúnebres o festivas odas
De mágicos orientes
O mundos surreales
Para completar el hilo en la costura.
Como alfabeto
En el baúl de algún tiempo recobrado,
-Perdido ahora en la cábala del arte-,
Quetzalcóatl es un cedro que desgaja
Las raíces de otros haces;
Serpiente de bronce que mitiga con su trote
Los timbres antiquísimos del árbol.
Espejo que cobra su esplendor
En la dimensión de las noches Uxmaleñas;
Quetzalcóatl es la continuidad de lo que somos,
La prolongación infinita de lo que seremos,
Aquel luminoso día del pasado
Recobrado en el aceite
De un pebetero milenario.
Eso es Quetzalcóatl!
Dulce recodo de olas
De aves mitológicas
De lluvia lenta;
Río pequeño
Que crece sobre la zanja de la noche
Como cúmulo de luces
Llamadas a la sombra.
Eso es Quetzalcóatl,
Quien no lo ve, duerme todavía!
XXVIII
Él es el innombrable,
El nefando.
Le llaman Hunab Kú (Dios uno).
Él es el hombre de los sesenta rostros,
El varón que habita el fin o la curva.
Le frecuento desde la noche de mi quinqué,
Desde su origen como padre de las abejas.
“Aquí nació Hunab Kú”
-revela en la inscripción la hoja de los orillos-.
“nació pero no yace”
objetan las voces de un coro de ciegos.
¿No era éste el hereje?
¿No era éste el indeterminado, el de las artes adivinatorias,
Amante de la estrella roja?
Aquí yace Hunab Kú;
Han quedado sus adjetivos en los objetos,
Su voz de perdigón herido
En los quebrantos de los creadores y formadores
El polvo de proyección en el área de Rogitama.
Los Hermanos de Paxil y Cayalá celebran su viaje,
Saben de su retorno por Tenochtitlan,
De su regreso a la esencia de las cosas,
Del matrimonio del hombre con la tierra negra
Con la Estrella en las Piedras de Schuaima.
Él es el hombre del fin o la curva
El adepto del gran magisterio,
padre de Macuil Xochitl
hijo de la nueva eucaristía.
Su voz se fortalece a través de los cristales,
Resuena en el fuego sobrenatural de la chispa divina.
Aquí yace el poseso,
-dicen en coro los viandantes del éter-
Yace pero sin embargo se levanta.
Lo vemos trasegar por la superciencia del HOMBRE
Por la alegoría insoportable de la caverna.
XXIX
Desde que crucé el pórtico de la noche
Mi muerte,
La primera y la última,
Han ido de la mano de Ah Puch.
Desde que estaba chico
Recuerdo la cabeza de pájaro
Y la rama espinosa que asomaba
su portentoso follaje por entre los vitrales
de la noche lluviosa.
Ese noble viajero,
-me decían los pequeños del sueño-
es el dueño de las caras homólogas:
la vida y la muerte, la luz y la sombra,
el incienso y la mirra sobre el espejo de las barcas solares.
Ese noble Extranjero,
-Cantaban los ríos bajando precipitadamente
Por las riberas del bosque-
Es el dueño de los Pumas y los Jaguares,
el creador de todo lo que no existe:
Es decir, lo improbable y lo indeterminado.
Desde que hundía mi rostro en el sueño,
Cuando mis alas tomaban las alas del pájaro Bennu
Para doblar las esquinas de una serpiente,
Ah Puch,
-Otro de las oscuros-
me tomaba en el cuenco de sus ojos tifónicos
y me llevaba por las sombras ligeras
de los mundos perdidos.
Entre las montañas hipostilas y las columnas profanas,
entre el río Usumacinta y los desiertos guatemaltecos,
aprendí a converger con los cristales y los tamariscos
deduje el lenguaje de los cedros y el de la Oca de Geb.
En el valle de Kaminaljuyu,
Donde ha de levantarse de nuevo la Víbora Verde,
Sucedió esto que estoy narrando;
Lo juro y lo atestiguo frente a la magnitud del que juzga las almas,
Frente a los ojos inmunes del que abre las puertas de abajo.
Glosario
Hunahpú Vuch: Cazador Tlacuache, diosa del amanecer.
Hunahpú: Utiú: Cazador Coyote, dios de la noche.
Zaqui-Nimá-Tziís: Gran pizote blanco, diosa madre vieja.
Gucumatz: Serpiente emplumada.
Itzam Na: Señor del rocío o sustancia del cielo.
Kinich Ahau: Rostro del sol o señor del ojo solar.
Kinich Kakmoo: Rostro solar guacamaya de fuego.
Ixchel: Diosa de la Luna.
Hunahpú: Hermano de Ixbalanqué, hijos de Hun Hunahpú y de la doncella Ixquic.
Ixbalanqué: Hermano de Hunahpú, hijos de Hun Hunahpú y de la doncella Ixquic.
Ah Puch: Dios de la muerte.
Xibalbá: Región de los que se desvanecen.
Itzam Cab: Brujo del agua-tierra.
Itzam Cab Ain: Brujo-del-agua-tierra-cocodrilo.
Ah Yamás: Señor de la orilla del mar.
Chac: Dios de la lluvia.
Macuil Xóchitl: Cinco flor, deidad de la música y la danza.Ah Kin Xooc: Dios del canto, la música y la poesía.
Chak Ek: Estrella roja.
Chachac Ek: Estrellas rojas.
Yaxal Chac: Lluvia verde.
Kavil: Dios de las cosechas.
Nicté Katún: Katún de la flor de mayo.
Kukulkán: Dios del viento.
Hunab Kú: Dios uno.
Balam-Quitzé: Primer hombre.
Tepeu y Gucumatz: Los creadores y los formadores.
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