domingo, 15 de mayo de 2011

CAMINO A ROGITAMA, TRILCE EDITORES, 2010




Camino a Rogitama
Winston Morales Chavarro
Trilce Editores


A la Lux


¿Soy yo Eros o Febo? ¿Lusignan o Byron?
Mi frente está roja todavía por el beso de la reina;
Y yo he soñado en la gruta en que nada la
sirena....
Nerval



Odiseo del amor


1

Desde la mitología del Egipto de los faraones hasta los
palacios de oro del imperio Asante (Ghana), desde las
enseñanzas de los sacerdotes de las pirámides hasta las
parábolas de la cofradía secreta del Komo(Malí), un pájaro
recorre los continentes y el vacío repitiendo: ‘Sankofa,
Sankofa, Sankofa…’ Este pájaro vuela, va adelante mientras
sus ojos están excavando los siglos apagados.

2

‘Sankofa’, ‘Sankofa’, ‘Sankofa’… Es evidente que esta palabra
polvorosa resuena también, como un eco o como un
resurgimiento, entre las líneas de estas hojas verdes que
Winston Morales Chavarro, nos da a oler y a comer, hojas
que se llaman sencillamente, acaso humildemente : Camino
a Rogitama.

3

Este pajáro que construye su camino, convoca su futuro,
mora en su presente con las sabidurías que yacen en la
oscuridad de lo antiguo, se llama Sankofa. Sankofa, Rogitama,
poeta; las tres palabras riman como la pluma y el
poema, como la voz del poeta y su palabra, como las alas
inmensas de Sankofa(es decir el poeta), caminando por los
senderos que desembocan a Rogitama, la patria mítica y
viva de la poesía, de la verticalidad y de la belleza.

4

28 cantos forman este poemario que se abre con Circe y
se cierra con Circe. Circe, la diosa, la maga, la hechicera
que tiene una sola arma: una jabalina que se llama Amor,
es decir, ‘la única razón suspendida en el aire de las cosas’,
nos dice, como si fuera jugando al escondite con las
imagenes y las palabras, nuestro Sankofa Winston Morales
Chavarro.

5

Conocimos a Aniquirona, Schuaima, Alexander de Brucco
y otras creaciones oníricas de Winston. Aquí en este
Odiseo, lo onírico y la realidad se mezclan, se funden para
dibujar por completo las dos caras del amor: real e imanigaria,
carnal e ideal, limitada y cósmica, física y espiritual.

6

El Camino hacia Rogitama es un camino hacia y dentro
del amor a través de las hazañas de todos estos héroes
que han recibido el ‘beso de la muerte’ pero que son vivos
porque desde la antigüedad hasta el Odiseo de Homero,
desde Homero hasta hoy, han reaparecido en la voz del
poeta Winston Morales Chavarro, vestidos de la luz del
amor que hasta hoy estaban escondidos en sus actos y sus
luchas. Hoy el amor brilla en cada palabra del Sankofa y
cada palabra de este poemario es como una madreperla
que el lector debe reblandecer con el fuego del entusiasmo
y romper con los martillazos del éxtasis tan querido por
los platónicos.

7

El autor de ‘Camino a Rogitama’ ha oido los murmullos
de los siglos que soñaban en los anales de la memoria y
les ha dado una nueva belleza. ¡La belleza! Por el poeta,
la belleza es esta puerta de la perfección cuya llave es el
amor. El amor, todavía el amor, siempre el amor. Esta palabra
y sus variaciones aparecen al menos y a manera de
invocación mágica 55 veces a lo largo de este poemario,
paseando al lado de nuestros héroes. Winston Morales les
nombra poema tras poema: Circe, Orfeo, Hercules, Ulises,
Midas, Eros, Prometeo... Todos siendo combatientes
y buscadores del amor. Se puede añadir Circe-amor, Orfeoamor,
Hercules-amor...

8

Se ve que la memoria es un pretexto para atravesar los siglos
y la palabra con el amor, este hilo de Ariadna que enlaza
el pasado y el futuro, que reúne todas las épocas en una
sola. Solo cambian los colores. Aquí el autor nos recuerda
que ‘todo es viejo en el amor’, allí nos dice que ‘es mentira
que el amor se nutra de lo nuevo’. Y allá, podemos también
leer en algun ángulo, como si fuéramos viajeros recogiendo
flores, ‘el amor es blanco’. Blanco como los pergaminos
del poeta esperando los besos de la inspiración; blanco
como la eternidad que no puede mancharse, cumplirse.

9

La sed de vivir canta en cada verso. El más triste… como
el más poderoso; el más liviano como el más perfumado. A
pesar de la relatividad de las cosas que nos impone Cronos.
A pesar de todas las trampas del viaje terreno o iniciático.
A pesar de las imposturas del camino, uno se siente ‘el
pecador feliz de su destierro’, que nunca no se detenga y
uno camina tras Apolo que repite sin descansarse, ‘Vamos,
[…] Vamos por la vida’, como el pájaro Sankofa.

10

Y como el amor regresa siempre −Es Winston Morales
Chavarro que lo subraya, el amor empieza y acaba todo,
fertiliza la boca, teje los sexos y culmina en el orgasmo
que se sirve del cuerpo como instrumento para regocijarse,
para vencer, para alcanzar a lo metafísico, para beber la
embriaguez de lo místico. De todos modos hace falta que
superemos las retóricas porque ‘De ahora en adelante estaremos
condenados a ser uno solo’ nos lanza Winston en
una escritura pura, franca, y sin sobras.

11

Una vez en el Camino de Winston Morales Chavarro no es
posible detenerse. La muerte misma aparece como un paso
iluminado por el amor. A veces ambos se confunden. El poeta
habla de manera magistral: ‘el amor y la muerte son como
un río que no termina de fluir’. En el último poema, Circe,
que sigue cantando desde el primer verso comprueba con
nosotros,‘ de nuevo el amor’. Nunca el odiseo del amor se
acabará. Por supuesto el pájaro Sankofa sigue recorriendo el
vacío y el amor no es una línea recta: es un círculo.


Marcel Kemadjou Njanke
Poeta
Dúala, Camerún



I
ODISEO


Cántame bella Circe
Ahora que Penélope ha muerto;
Cántame las rutas secretas de tu amparo
La incerteza de saberme guerrero entre tus muslos.
Canta en mi oído la canción con que solías hechizarme
Y en la cual
Era ciego el verdor de muchos cielos
La caminata serrada de mi propio laberinto.
Canta,
Hechicera de la muerte,
De los bosques,
Bella nínfula del río
La clave cifrada de tus pechos
Tu pétalo marchito
Sobre el vaso saliente de mi cuerpo bifurcado.
Despierta del sueño pesado de los viajes
Penélope ha marchado también hacia la noche
Y estoy solo como un carricero en mitad del árbol,
Triste como un gusano en el rondel del fruto.


II
MIDAS


Todo lo que toco se convierte en oro;
Tus manos,
Árbol del aljibe,
Fragua donde llamean los metales de la muerte.
Padezco el mal o el bien,
Me llamo Midas,
Todo toma el matiz extraño del sol y de las sombras:
Tu boca cuando recae sobre la mía;
Limbo en donde se pierde el brillo de la noche.
Todo lo que toco
Resplandece en medio de las llamas,
Tu cuerpo,
Brújula de los que ya han marchado,
Tus caderas que retumban
Como el metal bajo el peso de los yunques.
Todo aquello que pasa entre mis dedos
Y que a veces, también, se detiene como un río
Me provoca un brillo insoportable a la mirada
Un resquemor de fuegos en lo fluidico.
Todo lo que toco
Tiene la medida de tus ojos,
De tus gigantescas hebras de cabello,
De tu boca pequeña y dulce como el metal del agua.
Todo lo que toco se convierte en oro
Tus pechos, tus muslos,
Tus pasos por el hilo delgado de la tarde,
Todo,
Incluso esta manía de quererte
Sólida,
Lejana,
Bruñida como el acero luego del amor.


III
HÉRCULES


Onfale
Reina de Lidia
Ninguna boca pesa más que la tuya
Ningún beso me doblega más que el beso tuyo
Ningún abrazo, Onfale,
-Ni siquiera el León de Nemea-
Me asfixia como un abrazo
De tu lecho titánico,
Tu lecho bárbaro,
Dionisiaco hasta la muerte.
Ningún cuerpo me envuelve,
Me sujeta,
Me despoja,
Me lleva al borde del suicidio
Como tu cuerpo Onfale,
Hidra de Lerna,
Jabalí de Erimanto.
No vale prender fuego
A los cañaverales de la noche,
No vale correr desnudo
Por el Monte de Ménalo;
Todo se turba,
Todo se contrae ante tu tacto,
Tus muslos
Saliva mía,
Paladar de corza de Cerinea.
Onfale
Muchacha de la rueca
Ningún río posee la fuerza,
Ningún afluente el curso:
El mismo Alfeo se desborda ante tus manos,
A tus pies que recorren las orillas del abismo.
Onfale
Ningún corazón retumba como el tuyo
Ningún címbalo de bronce se retuerce en el Tártaro
Ningún pájaro monstruoso me fracasa.
Ni el Toro de Creta, las Yeguas de Diomedes,
El Cinturón de Hipólita, los Bueyes de Gerión
Me desenfrenan, me nublan,
Me dilatan
En este acoso mío de buscarte
De hallarte indómita en la arena
Desnuda como el río:
El eterno devenir de lo que fluye.


IV
ARIADNA


El amor es claro, Teseo,
Simple como la piedra que surca el agua
Liviano como la honda que aquieta el río.
El amor es claro, no lo dudes,
Es transparente como el filo de la espada
Cálido como la roca que yace sobre el aluvión.
Cuando el tiempo se encrespe
Cuando se turbe el hilo de la noche entre tus besos
Piénsalo Teseo,
Amante mío,
Guerrero de la excitación hecha viento
El amor es blanco,
Ligero como las hojuelas del cadalso.
El amor:
La hierba crispada de tu pubis
La oscuridad imposible de tus coyunturas
El velamen inquietante de tus articulaciones.
Piénsalo hijo de Atenas
No le cierres el abrazo a quien te busca y ama
El amor es claro
Translúcido como la almendra que cruza el cielo,
Como la Lucerna que vaga sobre las aguas de su propia
oscuridad.


V
ORFEO


El amor, Eurídice,
La única razón suspendida en el aire de las cosas.
De ahora en adelante es necesario repetirlo:
¿Qué más le queda al hombre
Después de transitar por el averno?
¿Qué más si no el Amor?
El ribete, el viento, los molinos?
Viene y va el ala herida del viajero,
Caen infinitamente las hojas del crepúsculo,
Brillan momentáneamente las monedas.
¿Y el Amor?
Quedan sus ángulos,
Su espada penetrando el Aquerón,
Sus fuegos y calores en las puertas de la hechicería.
Es mentira que el amor se nutra de lo nuevo,
Es igual de inexistente el ímpetu de la muerte en ciertos
corredores:
El amor es uno solo;
Tiene el peso y la frescura de una Muchedumbre,
La fuerza de un ejército en las postrimerías de la
capitulación.
El amor, Eurídice,
No hay una cosa más noble y más pesada,
No hay un héroe que logre más de sus relojes,
No existe el gladiador que recupere más de sus cábalas.
Todo pasa,
Todo envejece en las aguas de la Estigia;
Las cosas perecen en los cuartos del anonimato.
Sólo el amor,
Ataviado con su espada y su broquel,
Penetra las conjeturas de Plutón,
Se pasea por las curvas meridianas de todos sus palacios.

VI
JASÓN

Todo es viejo en el amor, Medea:
El sexo, la tristeza, los caminos.
Nada es nuevo y nada está inventado.
Todo es necesario renovarlo,
Definirlo:
La manera en como se abarca el tiempo,
El repliegue de tus labios en mis comisuras,
El peso anodino de mis ojos en tus ojos.
Todo es viejo en el amor, Medea:
Las caricias han sido izadas en el tiempo
Los besos regodeados por la misma boca.
Sin embargo,
Cuando tus dedos caen como dos estrellas
Sobre mi geografía de velero muerto en el Cáucaso,
Mi expiración se torna pasajera
Mi resurrección se recompensa en el madero de tu cuerpo,
Mi vida se satisface en tus cabellos aromáticos.
Todo es viejo en la muerte de este hombre:
La cruz es la misma, el cuchillo idéntico,
El revólver puesto en la sien del que sueña y ama.
No obstante, hija de Eetes,
Cuando tus manos se hacen dueñas de mi fuego,
Cuando tus hierbas mágicas y tus brebajes alquímicos
Me surten de la juventud perdida en el ostracismo
Me sé por antonomasia el Argonauta de tus besos,
El marinero en busca del Vellocino perdido entre tus
muslos.
Todo es viejo en este libro:
Teseo, Pólux, Fénix o Cástor
Han trasegado por estas fábulas desde antes de mi origen.
Sin embargo,
A la muerte es necesario recordarla,
Armarla en el confín de lo postergado y excluido;
Cuando tus noches se plegaban de mi sexo
Y en las riberas sibilinas de la Cólquide
Tus labios y tus bordes fueron míos
Ante la traición juramentada de mis prevaricaciones.


VII
ALFEO


Entre dos aguas,
En ríos de piedra y viejos idiomas
Busco tu cuerpo Aretusa,
Tu carta natal -esquina última-
Los tibios maderos de tu obstinación,
La lluvia de enzimas de tu cabellera de polen.
Entre bosques de perturbaciones,
En medio de flores selváticas
Busco –como un león Marino en el azul de la tarde-
Tu cintura de dulces presagios,
Tus hombros desnudos,
La huella ligera de tu pie de ciruelo.
Entre dos efusiones,
En medio de cañaverales y mirlos lascivos
Busco el abanico de tus senos orlados,
La sonrisa vertical de tus piernas de diosa.
Entre dos fuegos,
En ríos de caracoles y besos balsámicos
Busco tu boca Aretusa
La tibia palabra que me condena y sujeta,
Las bóvedas implacables de tus paraísos perdidos.


VIII
APOLO


Ven, amada Dafne,
Vamos por la vida y por el bosque
Como dos soles heridos por el entusiasmo.
Vamos,
Festejémonos en la cárcel de lo demoníaco,
En la inopia deliberada del Amor.
El tiempo es corto,
La noche presurosa como un trueno
Filigrana su Condena,
Cobra sus puñales en las declinaciones de la simetría,
En los arquetipos y retruécanos de las correspondencias.
Ven, amada Dafne,
Vamos por la vida
Antes que crezca en nuestros labios el beso de la muerte,
Antes que la ira de los dioses
Se retuerza en las hojas del Laurel y de los vinos.
Vamos,
Juguemos a aqueos y troyanos
Despojándose de sus maderámenes
Aireémonos de sabernos altos,
Bellos y locos como el agua,
Como el viento y la noche que pasa entre los sexos
De los que se aman tiernamente.
Ven, hija de Peneo,
Vamos por los laberintos de las sombras;
Amémonos hasta que nuestros brazos
Caigan rendidos ante el sol,
Ante el madero y el fragor interminable del crepúsculo.


IX
FAETÓN


Igual a Helios,
El de los rayos ligeros,
Igual a Aquiles,
El de los pies veloces
Penetraré en ti,
Me hundiré en ti,
Naufragaré en ti,
Como un piloto obnubilado por el calor del sol.
Y transitaré,
En el carro alado del crepúsculo
La carretera ardorosa de tu fisonomía,
Las curvas peligrosas de tus disensiones,
El beso apasionado de tus coyunturas.
Y sucumbiré,
En el fervor que emana
De los miembros que cantan
Hasta despuntar el alba de los que mueren pletóricos de
tanto orgasmo.
Igual a Cástor,
El domador de caballos,
Igual a Héctor
El del casco tremolante,
Me rebelaré en la orilla prefijada de tu sexo
Y transitaré por su calor de sol
Hasta quemar mi boca con su candor y su Vellocino virgen.
Y urdiré,
Con el poderío de Ayax Telamonio,
La fortaleza de tus brazos,
La candidez de tus tobillos,
El tálamo de tus pechos y tus muslos.
Y caeré pesadamente sobre tu vientre,
Como el hombre moribundo que logra el paraíso,
Como el adolescente que duerme tiernamente
Sobre el regazo caliente de sus concupiscencias.


X
ARES


Plegue por ti, Venus Afrodita,
Por los interminables peplos
Que caen sobre tus hombros circunspectos.
Plegue por ti,
Por tus besos odorantes,
Por tus dedos perfumados,
Por el sexo inquebrantable de tu columna virgen.
Pluguiera por ti
-La del pubis sonrosado-
Quien ceñirá sobre mi cuerpo
El antídoto que libre
Mis manos de tus manos,
Mis ojos de tus ojos,
Mi tacto de tu tacto.
Plegue por ti, Diosa del amor,
Porque mi razón no pierda su razón
Porque mi boca no quiebre tu boca,
Porque mi fuego no avasalle tu fuego.
Pluguiera por ti,
Pues siento, Venus Afrodita,
Que eres la derrota cantada por Apolo y la Sibila de Cumas.
Plegue el casco, la espada y el escudo
Para la ignominia del que se dice dios de las ciudades.
Pluguiera por ti, diosa de la espuma,
Mi boca, mis dedos, mis rodillas de guerrero
Ante la capitulación de un dios
Obnubilado por la fogosidad de tu cintura;
La perdición de los que sueñan la tranquilidad del paraíso.


XI
PERSEO


¿Qué amor has conocido como el mío?
Alto, semejante al sol,
Amor que esclavice a la negra Ker
Y a la magnánima Perséfone?
¿Qué amor, Andrómeda,
Que haya doblegado al espléndido Pegaso,
Que haya vencido a Calibos,
Y al monstruo Kraken, hijo del océano?
¿Qué amor, Andrómeda,
Qué vasto amor, doncella de Etiopía,
Atrevido como el mío
Desnudo como el río de la muerte?
¿Qué amor, hija de Casiopea,
Qué amor que venza a la Gorgona,
Que logre los favores de Mercurio
Para tallar en el tálamo nupcial
El holocausto en donde se fundan nuestros sexos?
¿Qué Amor, Andrómeda,
Limpio, tremolante,
Bello como Atenea, la de los ojos claros?
¿Qué amor tan extenso como éste
Tan claro y preclaro como el mío
Tan afianzado a las raíces de la tierra?
¿Qué amor, Andrómeda,
Ningún hombre es capaz de sublevarlo,
Emularlo,
Ninguno capaz de amar como el heredero de este reino;
Ninguno mi bella Andrómeda
Dispuesto a perder su poderío por un beso
Resignado a la derrota por una sola de tus noches.


XII
NÁUSIKAA


Yo busco en sus ojos la noche,
Lo transparente, lo oscuro.
Busco en sus manos
La noción entrañable de mi boca,
En su carcaj y en sus flechas implacables
Las lanzas que penetrarán mis valles,
Mi vejez,
Mi juventud,
Mi adolescencia.
Yo busco en sus ojos
El río presuroso que bordee la muerte,
El averno, el Almodóvar,
Las correspondencias infranqueables de Diomedes.
Busco en sus cabellos
Las argucias de Sinón,
El viaje contingente hacia la nada,
La viga, los maderos, la brea de mis muslos.
Yo busco en Ulises,
En el negro inverosímil de su cabellera alada,
El destino de mis manos,
La finalidad de mis cabellos,
El fragor inexplorado de mis noches.
Yo busco en sus ojos mi cuerpo,
El altar donde dar mi vientre virgen,
La cavidad donde derrotar el fallecimiento:
Yo busco en sus manos lo oscuro,
Lo incorpóreo;
La forma de vencer a Penélope,
Argumento para privarlo al fin,
De su repatriación en los confines de la tierra.


XIII
ACTEÓN


Como Ulises me harás errar
Como Aquiles, como Teucro.
Como Aurora,
La de los dedos sonrosados,
Expiraré en la penalidad de tus amores,
En el precipicio aventurado de tus muslos.
Como Jasón,
Coadjutor de los argonautas,
Vagaré por la lid de tus rodillas
Por el armazón desnudo de tus pies.
Como Eneas, fundador de Roma,
Me enfrentaré a la hierba rizada de tu pubis,
Hundiré los belfos de mi boca
En las hojas crispadas de tu boca.
Como Helena,
La de los blancos brazos,
Vagaré en los miembros de tu río,
Beberé con mis labios de ciervo seducido
El riachuelo ambivalente de tus labios.
Como Pan,
Perseguidor de Sírinx,
Como Patroclo, como Fénix,
Sucumbiré por siempre en el exilio
Me levantaré de las cenizas
Y correré como un potro desbocado
Por la llanura fértil de tus ojos.
Como Ulises me harás errar,
Como Minos, como Cauno.


XIV
PROMETEO


Sírveme el fuego de tu fuego,
Tu átomo
Tu ser y tu costilla muscínea.
Súrteme lo elemental de tus sombras,
El canto de tus diademas,
El quiebre de lo que confluye y termina.
Es simple el amor, hermosa su carta
Muéveme el brebaje de tus alcázares,
el calor de tu cuerpo,
la vibración de tus murallas.
Trátame la noche,
el río que pasa ligero por la llanura de estrellas,
el espejo de agua donde se miran Pólux y Cástor.
Procúrame la eternidad del relámpago,
el sonido desnudo del trueno,
la luz desenfrenada del rayo.
Provéeme del fragor que yace en tu sexo,
la alquimia y el cetro de tus extremidades caldeadas:
Sírveme tu efusión,
el calor de tu calor,
el fuego de tu fuego
que sólo yo puedo proveerme de tus ardores,
de la mata caliente de tu boca de incendios.


XV
PARIS


Cuando una mujer florece en la tenebrosidad del mar
su rictus es como el aire que rompe las ristras de los
barcos
y provoca cierta fractura en el maderamen de los mismos.
Cuando una mujer
Alta,
imperiosa como la proa de los bastimentos,
se abre,
cae desde arriba,
se resume en las olas y en los golpes de la lluvia,
se pueden decir tres cosas sobre ella:
Uno,
que es hija de Poseidón, dios de los océanos,
Y su arte final se congrega en la seducción de nautas y
pilotos.
Dos:
Que su presencia obedece a la ira de algún Olímpico
Presto a derrotar nuestra flotilla
Con el argumento sólido de la belleza.
Tres:
y el menos fehaciente de los anteriores,
que el Numen de la Pitia ha decidido congregarla a mis
afectos
de modo que resuelva mis batallas
en el tálamo nupcial de sus incendios.
Niego que sea el enamoramiento
Del que ahora me acusan mis súbditos,
lo que me doblega al filo de la espada y de los días,
Pues a pesar de haberme abandonado en la gloria de su
guerra
Sé, y soy consciente de ello,
Que sólo puede derrotarme el enemigo:
Menelao, Agamenón, Orestes: el pasado o el futuro griego;
Nunca una mujer
Aunque ahora me prive de la libertad y la victoria
Propias del ostracismo
Y me sumerja en el acantilado hirviente de sus muslos
Viendo como pasa el mar entre mis ojos
Y como la llena luna se tiñe de la sangre
De aquellos que naufragan en el desvarío de la muerte.


XVI
SÍSIFO


En el entusiasmo de la noche
Sobresale una autopista que es la que recorro ahora
Y se configura diariamente en la palma abierta de mi
cuerpo.
Mi mundo comienza en esta calle,
En estos corredores que marco con las manos
Y cuya boca se sorprende con el vértice de un labio y una
arteria virgen.
Siempre el mismo recorrido,
La analogía (montañosa) de un cuerpo accidentado:
los mismos senos, el mismo dorso,
el mismo pubis;
Es un ir y venir determinado por los signos
Y que, no obstante,
complace hasta el tuétano las proporciones de sus oráculos.
¿Qué Daimon es el garante de tal gozo?
Mi mundo comienza y termina en esta carretera;
Marco con las falanges de mis dedos
-centímetro a centímetrola
autopista de una espalda intolerante a la aridez.
Voy y vuelvo como la muerte,
Como las obscuras puertas de Tebas o de Argos,
Sobre ciertos caracteres que sólo pertenecen a mi boca.
Las grafías de esa misma boca
Ella las conoce como Proserpina el reino de Plutón.
Voy y vuelvo como la noche,
Me sumerjo en el mismo recorrido,
En la misma vía,
en ciertos atajos que sólo mis manos anticipan.
Bajo algunas calzadas esbozadas por el laberinto
recuerdo el mito que me corresponde
–el mismo sexo, la misma piel, los mismos músculos–
y me siento a esperar a que pase el mundo
pues según mis arcanos y relojes
mi Odisea comienza en el ángulo de su vientre abierto
y termina en los recodos trifurcados de su amor.


XVII
TESEO


Ariadna,
Tú que a través del sueño
Has hilvanado laberintos en las sombras,
Que has zurcido sobre mi cuerpo de extranjero
Cientos de hilos, de cometas y de trenes,
Un centenar de casas para vivir esta muerte
Que sueña con una vida menos dura.
Ariadna
Kilómetros de músicas y esferas
De larvas, de resinas y de estrofas,
Ariadna de metal
Receptiva a la lluvia, a la brisa,
Al latido de los astros.
Tú que a través del sueño
Has bajado cabalgando
Luciérnagas y piedras,
Que has pintado con tu lengua y el cáñamo de tus furias
Poemas legibles en esta vida
Y en la otra que no has tenido todavía
Y en esta muerte
Y en esa otra menos dura
Que aun insiste en demorarse.
Ariadna
Hija de Minos, Rey de Creta,
Tejedora de silencios y de ecos
Ariadna y su búsqueda incesante
¿Por qué persistes en escribirle a mi memoria?


XVIII
POSEIDÓN


Tus pechos bajan como un hilillo de esperma
Por las llanuras de Naxos.
Tu sexo,
Húmedo río que se vierte de Ovellones de plata,
Desciende como un cuchillo de nácar
Por las riberas de Delos.
Nadie ama el mismo cuerpo dos veces,
Nadie se baña en el río del Éter
Más de lo que quisiera.
No obstante,
El flujo-reflujo de tus senos de diosa
Me pesan como una piedra y como una daga
En el Carcaj de Quirón.
Nadie ama el mismo cabello;
Son otros besos, otras manos,
Otros labios
Los que nos recorren,
Los que nos transitan.
Nadie abraza en la misma geometría;
Los ríos descienden de prisa,
Los cuerpos también desembocan.
Habrá un tiempo en que el hombre sepa todo esto:
Nadie ama con las mismas palabras,
Con los mismos miembros,
Con idénticas músicas.
Tú me lo has contado desde la noche de los tiempos:
Nadie se baña en los mismos muslos más de dos veces,
Nadie se sumerge en la misma fuente,
En el mismo cauce.
El cuerpo que sujeto ahora,
La flecha y el arco que tensiono para la caza
Saben que nadie naufraga en el alto de Érix
Y que el amor y la muerte son como el río que no termina
de fluir.



XIX
CRONOS


¿Ves el tiempo que fluye entre mis manos?
Es el mismo del que está hecho el paraíso,
El Olimpo, La manzana,
La raíz que se trifurca,
El minuto que demoran mis dedos en el ejercicio de
delinearte.
Mi lengua va determinando el óleo
–duro ejercicio de lograr la simetría-
Y el beso
La isla oscura y tenebrosa de tu amor.
El color se pendula entre mis dedos;
El cuadrante de unos labios en la probidad de tu organismo:
Suben y descienden los relojes:
Como el cosmos, la serpiente, la cuchilla
Los yelmos se afilan
Las yacijas se dilatan,
La noche corre presurosa en las hélices de un pájaro.
Lee los segundos en mis manos,
Respira el ánimo de una noche y un día que nunca acaban
Es el tiempo por el tiempo
El minuto elástico de tu boca,
La jornada que llevas en los perdigones de tu fruta virgen.
Ojea mis palabras
Son las mismas arrancadas de un color que no logra
definirse
El tiempo donde todo se liquida:
Se disgrega el amarillo,
Se duerme el rojo,
Se traza un fragmento de tu pecho o de tu talle.
Tu cuerpo yace entre mi cuerpo,
¿Es el tiempo el que fluye entre mis manos?


XX
DIONISOS


¿Y si la vida fuera más que el Néctar que viene de tus
labios?
Si fuera cierto que más allá de la ambrosía de tus muslos
Corre un soplo ligero por el firmamento;
Un aliento de nube negra, de estrella Obscura
Que todo lo redime,
todo lo apoltrona?
No imagino nada
más allá de la transición de tus afluentes:
Todo lo que vierte la fruta de tu sexo
Posee ese licor, la bebida, aquel elixir
Que sólo derivan de tu odre,
De tu alforja;
La vasija aderezada y exquisita de tus piernas.
Me pierdo en tus brebajes
Y no creo que el mundo sea distinto
Más allá de estos extractos.
Ni Zeus en su mutación vacuna,
Ni Hefesto en el desleírse de sus carnes,
Ni Faón de Lesbos en el rejuvenecimiento de sus ropas
Han corroborado la delicia de embriagarse en las aguas
de tu piel.
Como un ciudadano de la Élide
He conocido el cosmos concedido por tu Vino;
Los arcanos desprendidos de tu Rosa dionisiaca.
Los sátiros,
Los coribantes,
Las valquirias
Saben que esto es una verdad de a puño:
Todo lo que emana tiene el dulce paradigma de lo
licencioso,
La ignominia de escanciar los vasos,
La desventura de curar la boca que ansía
precipitadamente el beso.
¿Y si la vida comenzará en otro margen?
¿Si la Vid que pende de los hilos del madero
Tuviera otro final distinto al de la muerte?


XXI
ZEUS


Por el yerro de un niño excéntrico en el arco
He sido Cisne para Leda,
Toro para Europa,
Lluvia de oro en el cuerpo de Dánae,
Y he sido también
El águila de cobre que cruza los espejos
Trajinando entre sus garras
El cuerpo vigoroso de Ganímedes.
Me he metamorfoseado en sátiro,
para elevar mi procedencia
A la desnudez espontánea de Antíope,
Y conquistar con la égida
la castidad de sus rodillas.
Sin embargo,
A la hora de blandir mi rayo contigo
¿En qué bestia debo transformarme?
¿Cuál el animal que logre tu fisonomía?
Me pesa esta sentencia de ser dios y padre del Olimpo,
Acumulador de nubes, escanciador del rayo
Y no poder llegar a la simpleza de tus glúteos,
A la sencillez insoportable de tu espalda.
¿En que bestia, pues, debo transmutarme?
¿Qué cernícalo para acceder tus entusiasmos,
Tus volcanes y tus ruinas?
He escapado de la boca de Cronos milagrosamente,
He derrotado a los titanes,
He esgrimido con mi trueno el Tártaro
Más,
¿Qué hazaña me asegura tu caída?
¿Tu ciega pasión, tus estrellas rojas?
En qué animal amor,
Oh!,
En qué animal?


XXII
PAN


Sírinx, Sírinx!
Me llega tu nombre a través del Valle y las quebradas.
Hay en ti un rumor de bosque,
De íbice y flauta carriza
Que yo,
Dios de los pastores y de las cabras,
No logro descifrar.
¿Qué es esa música secreta que viene de tus entrañas,
De la mata de polen de tus labios de estrella?
Jamás mis sentidos percibieron tal concordancia
Tanta correspondencia en un solo organismo.
¿Dónde ese equilibrio de fémina flotante,
Esa hilera de musgos en tus pechos de árbol?
La fertilidad tiene su propio paraíso
Y la mía
Comienza en tus muslos caldeados;
En los abrazos proveídos detrás del fuego y el río.
Sírinx!
¿No escuchas mi canto?
¿No te enternece el hilo de agua que baja de mis rodillas?:
Es el canto del que me ha provisto Natura
La música dada por Apolo para resumirme en tu boca.
No ves cómo me crispa tu aliento,
Tu cabello imposible,
Tus pantorrillas de loba?
Sírinx, Sírinx!
Abajo los frenos, las poleas, las rosas
Que caiga tu pelo en mis dedos
Tu espalda en mis manos,
Tu pecho en mi boca
Que a los dos nos aguarda
Una serenata de velas y oleajes marinos,
Un rumor de piedra y acantilado.


XXIII
EROS


Porque se mata lo que se ama
Has suprimido mi rostro,
Mi efigie,
Mi portentosa figura,
Y has disgregado mi aspecto
En lo que tú quieres que yo sea.
Porque se mata lo que se ama
Has quebrantado mi ofrenda,
Desdibujado mis plantas;
Marcado el camino
Que debo procurar en favor de tu beso,
Y has extirpado mi muerte, mi carcaj y mis flechas
Con tal de desleírme en tus bordes,
Volverme corriente de tu corriente,
Rumor de tu sexo,
Fragor de tus ríos.
Porque se mata lo que se ama
-dices-
Porque se niega todo lo que el amante desea
Se le prohíbe una belleza más allá de la nuestra
Se le procura un cuerpo que signifique su estadio.
Yo,
Daimon intermedio entre lo blanco y lo oscuro
La luz y sus sombras;
El más sublime y hermoso de todos,
El más cantado de El Banquete y otras apologías;
Debo sustraerme ante la belleza sinuosa de tus caderas,
Sobrevivirte a pesar de mi muerte,
Reconciliarte a pesar de la vida.
Porque se mata lo que se ama
-dices-
Porque se niega al amado lo que busca y precisa,
Es que yo ando con esta nostalgia de cielo y de estrella
Perdido en tu beso,
Clavado en tu piedra,
Afilado en tu anillo.
Porque se ama lo que se mata
-digo-.



XXIV
EOLO


¿Cuál viento el que zarandea tu Orilla?
¿Qué aire el que se pasea por tus sextantes,
Mueve tu oleaje, crispa tus jarcias?
¿Qué viento el que sale de mis dominios
Para poseerte en los días de alféizar y de olas?
¿Quién en la rosa de los vientos,
Quién el amante fortuito
Que sopla tu ondulación,
Entra ligero en tus diques,
Va por los bastimentos de tu organismo?
¿Quién el maldito aire,
Cuál ese renegado soplo
Que corre muy quedo por tu malecón,
Por tu playa desnuda de estrellas?
¿Quién aquel que te ha mostrado los genios del viento
Ha desvestido tu espalda
Ha navegado tus ríos?
¿Quién el hombre que se disfraza de aire
Se viste de aire, se provee de aire
Para poseerte a través de sus islas?
¿Quién el hombre que violenta tu muelle,
Constriñe tus barcos,
Marca tus bitácoras?
¿Quién el maldito hijo del viento?


XXV
HERMAFRODITA


De ahora en adelante estaremos condenados a ser uno
solo
A cargar con el mismo cuerpo
-el yerro de nuestras culpas-
A ser el mismo sueño,
El firmamento delineado por idénticas manos.
Y tu cabello será mi cabello
Tu boca mi boca,
La oscuridad de tus ojos mis ojos.
Y tus piernas el camino,
El maravilloso vía-crucis al calvario de mi alimento.
Y tu cuerpo será mi santuario,
El mío tu sinagoga,
Tu abadía,
El lugar donde nos abriguemos de los de afuera,
Donde nos cuidemos de la fruición
De la Guerra de Troya.
Tus muslos serán mis muslos,
Tus labios los dictadores de lo que bese,
Tus pies,
Tus minúsculos pies de mandrágora y uva,
Los cancerberos donde resida el Vellocino y la flauta.
Y tu muerte será mi muerte
Tu moneda mi calderilla,
Tus pechos el lugar donde elabore mi canje.
De ahora en adelante estaremos condenados a ser uno
solo,
A fundirnos como el acero, a terciarnos como la espada;
Clavados, disueltos, resumidos
En lo que parece el espejo y su sombra
El laberinto de lo que confluye y rescinda.


XXVI
HERMES


Como es arriba es abajo:
Tu Rosa negra, mi estrella roja,
El venablo y el yelmo de tu sublime figura.
Todo fluye y refluye:
Tus cabellos se allegan, mis bucles se prorrogan,
Tu ondulación es antagónica e idéntica a la mía.
Tu ascenso y mi descenso
Están demarcados por el principio de tu propia naturaleza:
Hécate, Diana, Selene
Tres movimientos en la misma circunferencia:
El péndulo de mis miembros que nunca reposan.
Nada descansa; todo vibra:
Tus flancos troyanos, las caderas de mi oratoria
Tus huellas que cortan el hilo de los días.
Todo en ti es absoluto,
Todo en mí una verdad relativa:
Mis besos, mis caricias
El reloj que circunda por la flor oscura de tus muslos.
Como es arriba es abajo:
Tu cuerpo, mi cuerpo,
Camino,
Trilogía,
Ebullición en el alambique de estrellas.


XXVII
ÍCARO


Tus ojos son mis alas.
A través de ellos me descubro
Y veo la vida sin dobleces,
Sin sombras.
Cuando tus ojos me confrontan
Cuando vienen sobre los míos
Sé que son mi vuelo
El motor de lo estacionado
La cera perdida que cose mis plumas.
Y cuando desnudo me remonto a las alturas
Tus ojos me dan la claridad para salir de ciertos laberintos
Me dan las alas,
La simetría de un ángel ortodoxo,
La tranquilidad de caer
Sin lograr el purgatorio o las brasas del que peca.
Tus ojos me hacen libre,
me redimen de cadenas ganadas con el tiempo,
Fraguadas por mi condición de hombre;
Mi circunstancia de cordero fuera del astil.
Cuando me vislumbras,
Cuando elevas tus ojos a mis latitudes
Me siento un ángel patriado en tu universo
El hombre recuperado
El pecador feliz de su destierro.
Tus ojos son mis alas
El motor que nunca tuve
La hoguera que calcina y quema.
Tus ojos:
Perdición,
Pecado,
Alimento.


XXVIII
CIRCE


Y el amor regresa siempre,
Recorre los caminos
Por donde una vez anduvo.
¿Qué es el amor sino el tiempo recobrado?
Aquel que nunca ha doblado sus relojes
Viene sobre esta playa cuyas olas carecen de circunferencia:
Aquí de nuevo el amor,
el pasado que es otra forma de pasado,
El presente que no existe sino en la luz del abandono.
De nuevo el amor,
Las esferas, los navíos, las batallas.
De nuevo el descenso al Aqueron
El ascenso a una visión que ya no existe:
Nunca se parte hacia lo oscuro
Quedan las cosas gravitando por el éter,
Los huesos, la carne,
El éxtasis metafísico levitando entre la sal.
¿A qué has venido hijo de Laertes?
¿Para qué emerger de la espuma y de la nada
Cuando tu vientre ya dibuja otras raíces
Y esas fisuras dejadas por el tiempo
Surcan los imperios de lo ruinoso?
Ahora que las luces de la muerte
Asoman su portento por tu puerta
¿Para qué dejar de nuevo Ítaca?
¿Qué puedes amar en esta mujer
Cuya mejor edad es la de la hechicería
Y mejor principio la debilidad de lo que nunca amaste?
Aquí de nuevo el amor,
Telémaco, Filoctetes, la saga
De nuevo Ulises, el preclaro,
Las piedras
La figura de un reloj cuyo péndulo es la muerte
Y su mejor círculo
El estado intermedio entre el tiempo
Y un vacío que no termina de llenarse.




Contenido


I ODISEO.................................................................. 15
II MIDAS..................................................................... 17
III HÉRCULES............................................................ 19
IV ARIADNA................................................................ 21
V ORFEO.................................................................... 23
VI JASÓN..................................................................... 25
VII ALFEO.................................................................... 27
VIII APOLO.................................................................... 29
IX FAETÓN................................................................. 31
X ARES....................................................................... 33
XI PERSEO.................................................................. 35
XII NÁUSIKAA............................................................. 37
XIII ACTEÓN................................................................. 39
XIV PROMETEO........................................................... 41
XV PARIS...................................................................... 43
XVI SÍSIFO..................................................................... 45
XVII TESEO.................................................................... 47
XVIII POSEIDÓN............................................................. 49
XIX CRONOS................................................................. 51
72
XX DIONISOS............................................................... 53
XXI ZEUS....................................................................... 55
XXII PAN.......................................................................... 57
XXIII EROS....................................................................... 59
XXIV EOLO...................................................................... 61
XXV HERMAFRODITA.................................................. 63
XXVI HERMES................................................................. 65
XXVII ÍCARO..................................................................... 67
XXVIII CIRCE..................................................................... 69

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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