EN
BUSCA DE LAS VOCES DEL CAMINO
Para llegar y
penetrar tantas verdades
Para viajar y
conocer tantas orillas
Basta entregarme a
la pasividad de los espejos
A la quietud
aparente de sus aguas.
(Winston Morales Chavarro)
De una sencillez
insondable, distinguido por ese don de gente, Winston Morales, nos atrapa, nos
sorprende y nos embelesa. Sus encuentros y desencuentros, la representación de
las voces del camino, los vuelcos gloriosos, místicos, lo convierten en un ser
etéreo, un indiscutible poeta, que expande luminosidad a través de su sentir.
En su percepción de lo cotidiano, nos transporta a través de sus emociones, a
un estado superior, en esa intuición permanente del ser, que juega un papel
preponderante en la búsqueda de lux.
Su personalidad poética,
penetra el cosmos de manera jubilosa, hilvanando cada palabra en forma
apacible, llegando a convertir su inspiración, en cánticos celestiales.
Su yo interior está en
constante movimiento, sin premeditación, impulsado simplemente por esa fuerza
que lo incita a ser él mismo.
LC:
Bien nos manifestaba Jean Paul Sartre en una de sus paradojas: “el hombre es un
caos con el ajeno”, ya que el otro siempre nos está condicionando
infatigablemente, al señalarnos con el dedo inquisidor, poniendo límites,
juzgando.
Si este mundo es de todos y
para todos, ¿qué es lo que ocurre en este sentido?
WM: El
principio de incertidumbre no puede ser más claro: cada uno introduce una
variable de indeterminación en lo que observa. Pero tal y como lo afirmaba Kant
(No saber nada de la cosa en sí) me atrevería a decir que ni siquiera somos
sujetos que modificamos el objeto, sino que en las relaciones humanas todos
somos objetos observados por otros objetos. El otro no sólo nos delimita, sino
que también –lo cual me parece aún mucho más grave- nos construye. El ser
humano ama las etiquetas, las categorías. He allí la gran lucha del hombre:
desvestirse de esos razonamientos extremos y fluir como el río (sin maleza, sin
ruido, sin nombres). Eso que nos compone, eso que nos hace, que nos construye
desde afuera (la cultura, la religión, la identidad) condiciona y determina lo
que observamos, pero no sólo lo determina sino que lo elimina, lo suprime, lo
anula. Todo aquello que sea diferente nos produce miedo, nos origina un odio,
de allí la necesidad de poner límites. Sólo el hombre que es libre puede
observar, mirar las cosas del mundo sin emitir juicios, sólo mirar.
LC:
Usted
es un ser de luz o lux, en sus poemas irradia un brillo en busca de la verdad,
la libertad, el reencuentro entre la vida y la muerte.
Al descubrirse en el
espejo, ¿cuáles caminos empieza a recorrer?
WM: El
camino de la observación. Creo que la verdadera poesía es la de la experiencia.
Puedes escribir los mejores versos, los más profundos, pero la poesía no es
letra muerta, no debe serlo. El verdadero camino es el del ascenso, el del
crecimiento, el de la revelación interior. Ese el camino que debe transitarse,
y ese es el camino que procuro. Aniquirona ha sido mi guía, y su alumbramiento
es hacia la desnudez (no de ropas sino de mente). Ante esa realidad me sumerjo,
me desvisto de aparatajes, de roles, de títulos. Soy y procuro ser un ser
humano. Un ser humano libre de categorías, de exceso de mente, de juicios.
LC: En
su voz, se percibe una búsqueda del camino, hay un yo que lo detiene y otro que
busca el regreso.
¿Siente acaso qué detenerse
en retroceder?
WM:
Detenerse es escuchar. La dirección es un acto occidental. No pienso en el
ascenso o el descenso –sino es de espíritu-. Para mí el movimiento es un
proceso del yo interior, pero no es un movimiento que contenga direcciones. Lo
mío es expansión, pero de lux. Busco la expansión, hacia arriba, pero esta
expansión no tiene dirección; incluso en la quietud, en la estática, en la no
velocidad hay movimiento hacia adentro, hacia los adentros. De vez en cuando
debo sacar la cabeza y situarme en un plano físico, terrestre. Debo permanecer
en la realidad de una de mis partes; si rompo esa frontera, estoy fracturado
como persona.
LC: A
pesar de las vicisitudes por la que todos los seres humanos nos toca asumir en
este trayecto terrenal, en sus versos hay una dulzura extrema, en medio de la
implacable dureza de la vida.
¿Cómo se explica esta
paradoja?
WM: La
poesía es un espejo; la poesía es el habla del yo interior, del espíritu. La
poesía, al igual que la música, es una de las pocas artes que no es artificio,
por lo menos no desde el punto de vista del fondo. La forma puede ocultar
muchas cosas, el fondo no. Si tú revisas mis libros de poesía, te das cuenta
que todos son estados del Winston. El encuentro con Aniquirona, la descripción
de su mundo, la incorporación de unos personajes nuevos, recreados en la
oposición de una lógica del orden. Luego viene el matrimonio con un ser nuevo,
renovado. Lámpara cifrada, por ejemplo, narra esa metempsicosis del Winston
humano, un libro que nace de adentro, no de lo que se observa afuera.
LC:
Busca las voces del camino para traducirlas… Pero, ¿Cuál es la manera de interpretarlas?
¿Acaso, en un idioma que va más allá de lo tangible e inteligible?
WM:
Leo la naturaleza a diario,
miro el sol a los ojos. Una de mis tareas, sin que sea esto un método, es mirar
al sol, y escudriñar las voces del camino. Creo que todo objeto, natural o no,
tiene información. Las cosas pequeñas me revelan las cosas grandes: puedo
encontrar la información del mundo, del multiverso todo, en un grano de
mostaza. Ese lenguaje se interpreta a través de una mente ecuménica, conectada
con el todo supremo. El inconsciente es un excelente lector de las cosas mudas,
de las cosas invisibles y perdurables. Entonces entro en conexión con lo que no
tiene forma, con aquello que permanece pero que se esconde. La poesía es un
embudo que absorbe ese tipo de presencias.
LC:
¿Cuáles han sido sus obras literarias?
¿Hay alguna en especial que
lo ha marcado satisfactoriamente?
WM:
Mis obras literarias, más que ejercicios escriturales son experiencias
oníricas, pero ante todo son la vida misma. Mi vida no va al margen de la
poesía, de hecho, mi vida está determinada, marcada, encausada por la poesía.
De tal modo que cada libro es la escritura de mi propia existencia; mis libros
son las líneas de mis manos, de mis pies. Si quieres leer mi vida tendrás que
leer mi poesía. Y todos me han marcado, pero digamos que Aniquirona es la
inaugural, la fundacional. Como decía Flaubert cuando le preguntaban por Emma:
soy yo. En este caso, Aniquirona soy yo.
LC: La
mitología es un tema apasionante para muchas personas, esos seres inventados
por el mismo hombre para darle una explicación a sus dudas y miedos.
En gran parte de sus
poemas, estos personajes aparecen como fuente de inspiración.
¿Quiere hablarnos al
respecto?
WM:
Ante todo, debo aclarar que no creo en la mitología como ficción, como
construcción objetiva desde afuera. En mi caso personal, Aniquirona no es una
construcción consciente, premeditada. Ella se fue dando, se fue edificando a
través de mis dedos, siendo ella misma la fuente inaugural de un mundo. Lo mío
es un riesgo, pero no un riesgo por elección. El mundo, Schuaima, fue fluyendo
y se fue configurando, y en esa configuración me fue dictando paisajes,
atmósferas, personajes, tensiones, tonos. Muchos dirán que esos elementos se
repiten en mis libros, incluso en mi novela, pero ¿qué puedo hacer ante esto?
Schuaima es mi lugar de enunciación, es mi mundo, es mi locus de residencia. Y
contrario a lo que muchos pueden creer, no es un mundo que compita con otros
mundos literarios, no se ha creado con ese propósito. Insisto: es un mundo que
se fue dando solo, que fue marcando sus cartografías, sus territorios, sus
explanadas. Ella misma fue dictando sus personajes, sus elementos de acción.
LC:
Por estos días hará el lanzamiento de su último libro Camino a Rogitama, precisamente
en Neiva.
¿Se siente orgulloso de
regalarle a su tierra natal, este nuevo logro?
WM: Mi
tierra natal, vuelvo y repito, es Schuaima. Lo demás son accidentes
geográficos. Nací, en el plano físico, en un espacio llamado Neiva (una ciudad
a la que respeto por ser el sostén de los seres que amo) pero soy de ningún
lugar y de todos los lugares. Cuando duermo, viajo en el no tiempo y en el no
espacio, de tal modo que todos los tiempos y todos los espacios (Schuaima) me
pertenecen, son míos, me muevo libremente por todas las geografías de lo
supraespacial. Los seres humanos somos ciudadanos del mundo; nunca he creído en
eso de las territorialidades, así mi territorio primario sea el mundo poético;
tampoco asumo la categoría de identidad, pues creo, como decía Bolívar
Echavarría, que las identidades son evanescentes. Mi identidad única es el
arte, y, con el arte, la música y la escritura. Lo demás, las cosas que creen
que soy, se diluyen a cada instante, con cada paso que doy.
LC: Usted es una persona
seria, responsable y dedicada en sus estudios, trabajo, amistades. Conozco del
aprecio y respeto que sus estudiantes en la Universidad de Cartagena, le
profesan.
¿Cuál considera el aspecto
clave para que esto suceda?
WM:
Ser uno mismo, no asumir roles en la medida que estos roles me separen y
distancien de los otros. Un ser humano, otro, es mi espejo, me veo en él, me
interpreto a través de él. Entonces un ser humano será mi hermano, mi amigo. Mi
función es ayudar a recordar cosas que los muchachos ya saben, ayudarles a
encender la lámpara, su lámpara cifrada. El mundo de los adultos me aburre, me
parece muy convencional, rígido. De tal modo que me quedo en un no lugar donde
las cosas carecen de rótulos, abolengos, clases. Soy, y eso es suficiente.
LC:
¿Qué se siente al recibir un premio como lo fue Premio en la IX Bienal Nacional
de Novela José Eustasio Rivera, con su obra “Dios puso una sonrisa sobre su
rostro”?
WM:
los premios son necesarios en la medida que legitiman una obra, un trabajo, una
propuesta literaria. En este caso, soy el primer huilense en ganar la bienal y
eso tiene otra connotación. Los premios me han dado cosas, un reconocimiento
mediano, que en el plano de los hombres me ha servido para conseguir trabajo,
para tener una hoja de vida, para ser leído. Los premios no hacen mi obra, no
la fortalecen ni la debilitan, pero son necesarios para validar lo que mucha
gente necesita se valide.
LC: Es
usted melómano. ¿La música rompe el silencio del cosmos? He llegado con la
brisa/Sólo su silencio musical me satisface/Aniquirona:/¡Hablemos de poesía!
WM: La
música es el lenguaje de Dios. La música y un medio: La radio. Podría vivir sin
muchas cosas, incluso sin muchos libros, pero no sin música. Desde que me
levanto me revisto de música. Mi mejor desayuno es la música. Curiosamente, hay
cosas que vienen contigo desde antes de nacer. La música es una de ellas. La
radio es otra. A veces uno quisiera dar un salto, brincar hacia otras cosas,
pero la radio, por ejemplo, es un oficio que se incrusta en el alma; por más
que intento alejarme de ella la llevo clavada adentro, atravesada como un
puñal. Entonces me sumerjo en la bossa nova, en el jazz, en el rock en español
(tengo un programa en la radio). Escucho rock en español todo el tiempo y mi
escritura está atravesada por la música.
LC:
¿Cree que la poesía está en su mejor momento? ¿Su auge se debe a que las
personas, quieren entender y ver las cosas y las causas de manera sublime?
WM: La
poesía no está en peores ni en mejores momentos, eso es un criterio humano. La
poesía no pertenece a ese tipo de concesiones. La poesía es, no fue ni será,
simplemente es, tiempo presente, eterno. Poetas, buenos y malos, han existido
siempre, pero al fin y al cabo, poetas. Si tú tomas un par de aves (un toche y
un cucarachero, por ejemplo) sabes que son aves. Qué quién canta mejor de las
dos, eso ya es una consideración de tipo humano. Muchos se quedarán con el
toche, muchos otros con el cucarachero, eso ya forma parte de la selección, del
libre albedrío.
LC: ¿A
qué autores nos recomienda en el campo de la poesía?
WM: A
César Vallejo, a Maurice Sceve, a William Blake, a William Butler Yeats, a
Novalis, a Holderlin, a Gautier, en fin. Creo que la lista es interminable,
podría, con sobradas razones, decir que lo profundo está en los prerománticos
alemanes e ingleses, y en muchos poetas que se dan después de esta cartografía
poética.
LC:
Escribir, ¿Es una necesidad, un placer, un don?
WM:
Las tres cosas. Y también una dulce condena.