XVI
SÍSIFO
En el entusiasmo de la noche
Sobresale una autopista que es la que
recorro ahora
Y se configura diariamente en la palma
abierta de mi cuerpo.
Mi mundo comienza en esta calle,
En estos corredores que marco con las
manos
Y cuya boca se sorprende con el vértice
de un labio y una arteria virgen.
Siempre el mismo recorrido,
La analogía (montañosa) de un cuerpo
accidentado:
los mismos senos, el mismo dorso,
el mismo pubis;
Es un ir y venir determinado por los
signos
Y que, no obstante,
complace hasta el tuétano las
proporciones de sus oráculos.
¿Qué Daimon es el garante de tal
gozo?
Mi mundo comienza y termina en esta
carretera;
Marco con las falanges de mis dedos
-centímetro a centímetro-
la autopista de una espalda intolerante
a la aridez.
Voy y vuelvo como la muerte,
Como las obscuras puertas de Tebas o de
Argos,
Sobre ciertos caracteres que sólo
pertenecen a mi boca.
Las grafías de esa misma boca
Ella las conoce como Proserpina el
reino de Plutón.
Voy y vuelvo como la noche,
Me sumerjo en el mismo recorrido,
En la misma vía,
en ciertos atajos que sólo mis manos
anticipan.
Bajo algunas calzadas esbozadas por el
laberinto
recuerdo el mito que me corresponde
-el mismo sexo, la misma alforja, el
mismo ombligo-
y me siento a esperar a que pase el
mundo
pues según mis arcanos y relojes
mi Odisea comienza en el ángulo de su
vientre abierto
y termina en los recodos trifurcados de
su amor.