sábado, 17 de agosto de 2013

PARIS





XV

PARIS

 



Cuando una mujer florece en la tenebrosidad del mar

su rictus es como el aire que rompe las ristras de los barcos

y provoca cierta fractura en el maderamen de los mismos.

Cuando una mujer

Alta,

imperiosa como la proa de los bastimentos,

se abre,

cae desde arriba,

se resume en las olas y en los golpes de la lluvia,

se pueden decir tres cosas sobre ella:

Uno,

que es hija de Poseidón, dios de los océanos,

Y su arte final se congrega en la seducción de nautas y pilotos.


Dos:

Que su presencia obedece a la ira de algún Olímpico

Presto a derrotar nuestra flotilla

Con el argumento sólido de la belleza.

Tres:

y el menos fehaciente de los anteriores,

que el Numen de la Pitia ha decidido congregarla a mis afectos

de modo que resuelva mis batallas

en el tálamo nupcial de sus incendios.

Niego que sea el enamoramiento

Del que ahora me acusan mis súbditos,

lo que me doblega al filo de la espada y de los días,

Pues a pesar de haberme abandonado en la gloria de su guerra

Sé, y soy consciente de ello,

Que sólo puede derrotarme el enemigo:

Menelao, Agamenón, Orestes: el pasado o el futuro griego;


Nunca una mujer

Aunque ahora me prive de la libertad y la victoria

Propias del ostracismo

Y me sumerja en el acantilado hirviente de sus muslos

Viendo como pasa el mar entre mis ojos

Y como la llena luna se tiñe de la sangre

De aquellos que naufragan en el desvarío de la muerte.







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