XIII
Se dice de Itzam Na
Que sus hemisferios y cuadrantes,
Triángulos y escuadras
Pertenecían a los puntos cardinales de
la noche.
Se dice de él
Conocedor de la ingravidez de los
abismos
Que era capaz de poseer todas las
virtudes,
Capaz de levitar por encima de los pebeteros
Y que sobre su pecho de pajarero
Discurría un enorme río
De caracoles y semillas
Que conducía, sin lugar a dudas,
A la irisación brumosa de los otros mundos.
Se dice del Señor Itzam Na
-sustancia ante todo-
De sus poderes de transportación y
transparencia,
De sus lucernas y bujías
Apuntando hacia las cosas más oscuras,
Hacia las lunas y montañas de Tulum y
Kabah.
Se dice de Itzam Na
-Y esto está escrito en la superficie
de los ríos-
Que conoció en sus múltiples andananzas
por el monte
A infinidad de viajeros y extranjeros;
Seres de otra época y otras geografías
Que depositaron en su corazón y en la
señal reveladora de su sino
Las flamas de las músicas del cosmos,
El laberinto antiguo y cifrado de las
horas.
En Uxmal, al norte de Kabah, en
Mayapán,
En los montes de Macuil Xóchitl, en el
río Usumacinta, en el Rogitama
Se paseó como se pasea el murmullo de
la lluvia en los canales
El Señor de los espejos.
Haces de luz emanaban de sus ojos
Mientras él
Se iba levantando de las sombras
Y perdiendo en el espacio
Como se pierde en lo profundo del
universo
La estrella que anuncia y reanuncia la
magnitud de los caminos,
El canto ultraterreno de la noche.
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