domingo, 2 de junio de 2013

POÉTICAS DEL OCULTISMO



Poéticas del ocultismo-Winston Morales Chavarro

Por Javier Morantes

La tradición enseña cómo en sus orígenes,  cuando no había una línea divisoria tan marcada entre las formas de conocimiento,  la poesía y la filosofía se vertían en un cauce común, siendo el Poema del Ser de Parménides uno de los ejemplos más claros de esta conjunción; se evidencia con ello el carácter inquiridor de la poesía,  el ser una creación mediante la cual el hombre aborda diversos saberes e intuiciones sobre el mundo, tanto de lo que puede palpar como de aquello que escapa a las posibilidades de su experiencia. 

El libro que nos ofrece Winston Morales Chavarro, Poéticas del Ocultismo, aborda una esfera particular de esa relación entre la poesía y el conocer, en la cual, más que nunca, se acentúa el carácter místico del Vate, del iniciado que tiene acceso al lenguaje cifrado que subyace a las grandes creaciones del espíritu, y al que recurre igualmente cuando se aboca a la realización de su propia obra. 

Llama la atención el autor sobre estas grandes creaciones, e indica que son susceptibles de otro tipo de lectura, de una sublectura,  en el sentido de ser una lectura subterránea, hermética, pero en la cual es posible identificar las marcas que la unen a una vasta tradición del conocimiento de lo oculto.  

Tal es la labor que se emprende en el presente ensayo, donde el autor aborda la obra de cuatro eminentes creadores de la América Andina: el venezolano José Antonio Ramos Sucre, el colombiano Carlos Obregón, el ecuatoriano César Dávila Andrade y el boliviano Jaime Sáenz Guzmán, quienes, a la manera de vasos comunicantes, son receptores de un mismo conocimiento vital, al cual dan forma y expresión de acuerdo a las características únicas e irrepetibles de su vivencia del mismo.   

Cuatro creadores que en su trasiego entre vida y obra, -aunque resulte osado separar una de otra, se vieron poderosamente atraídos por la concepción y la posibilidad de la muerte, a tal punto que tres de ellos consumaron en sí mismos este último destino por ellos elegido, dejando tras de sí un legado que día tras día empieza a reconocerse en todo su valor.

sábado, 1 de junio de 2013

ORFEO



V

ORFEO



El amor, Eurídice,

La única razón suspendida en el aire de las cosas.

De ahora en adelante es necesario repetirlo:

¿Qué más le queda al hombre

Después de transitar por el averno?


¿Qué más si no el Amor?

El ribete, el viento, los molinos?

Viene y va el ala herida del viajero,

Caen infinitamente las hojas del crepúsculo,

Brillan momentáneamente las monedas.


¿Y el Amor?

Quedan sus ángulos,

Su espada penetrando el Aquerón,

Sus fuegos y calores en las puertas de la hechicería.

Es mentira que el amor se nutra de lo nuevo,

Es igual de inexistente el ímpetu de la muerte en ciertos corredores:

El amor es uno solo;

Tiene el peso y la frescura de una Muchedumbre,

La fuerza de un ejército en las postrimerías de la capitulación.

El amor, Eurídice,


No hay una cosa más noble y más pesada,

No hay un héroe que logre más de sus relojes,

No existe el gladiador que recupere más de sus cábalas.

Todo pasa,

Todo envejece en las aguas de la Estigia;

Las cosas perecen en los cuartos del anonimato.

Sólo el amor,

Ataviado con su espada y su broquel,

Penetra las conjeturas de Plutón,

Se pasea por las curvas meridianas de todos sus palacios.


 

 

 

 

 

 

domingo, 26 de mayo de 2013

ARIADNA



IV

ARIADNA






El amor es claro, Teseo,

Simple como la piedra que surca el agua

Liviano como la honda que aquieta el río.

El amor es claro, no lo dudes,

Es transparente como el filo de la espada

Cálido como la roca que yace sobre el aluvión.


Cuando el tiempo se encrespe

Cuando se turbe el hilo de la noche entre tus besos

Piénsalo Teseo,

Amante mío,

Guerrero de la excitación hecha viento

El amor es blanco,

Ligero como las hojuelas del cadalso.


El amor:

La hierba crispada de tu pubis

La oscuridad imposible de tus coyunturas

El velamen inquietante de tus articulaciones.


Piénsalo hijo de Atenas

No le cierres el abrazo a la que te busca y ama

El amor es claro

Translúcido como la almendra que cruza el cielo,

Como la Lucerna que vaga sobre las aguas de su propia oscuridad.





























domingo, 19 de mayo de 2013

HERCULES






HÉRCULES 

Onfale

Reina de Lidia 

Ninguna boca pesa más que la tuya 

Ningún beso me doblega más que el beso tuyo 

Ningún abrazo, Onfale, 

-Ni siquiera el León de Nemea- 

Me asfixia como un abrazo 

De tu lecho titánico 

Tu lecho bárbaro, 

Dionisiaco hasta la muerte. 

Ningún cuerpo me envuelve, 

Me sujeta, 

Me despoja, 

Me lleva al borde del suicidio 

Como tu cuerpo Onfale 

Hidra de Lerna, Jabalí de Erimano. 

No vale prender fuego 

A los cañaverales de la noche, 

No vale correr desnudo 

Por el Monte de Ménalo 

Todo se turba, 

Todo se contrae ante tu tacto, 

Tus muslos 

Saliva mía, 

Paladar de corza de Cerinea. 

Onfale 

Muchacha de la rueca 

Ningún río posee la fuerza, 

Ningún afluente el curso: 

El mismo Alfeo se desborda ante tus manos, 

A tus pies que recorren las orillas del abismo. 


Onfale 

Ningún corazón retumba como el tuyo 

Ningún címbalo de bronce se retuerce en el Tártaro 

Ningún pájaro monstruoso me fracasa. 

Ni el Toro de Creta, las Yeguas de Diomedes, 

El Cinturón de Hipólita, los Bueyes de Gerión 

Me desenfrenan, me nublan, 

Me dilatan 

En este acoso mío de buscarte 

De hallarte indómita en la arena 

Desnuda como el río: 

El eterno devenir de lo que fluye.