V
ORFEO
El amor, Eurídice,
La única razón suspendida en el aire de
las cosas.
De ahora en adelante es necesario
repetirlo:
¿Qué más le queda al hombre
Después de transitar por el averno?
¿Qué más si no el Amor?
El ribete, el viento, los molinos?
Viene y va el ala herida del viajero,
Caen infinitamente las hojas del
crepúsculo,
Brillan momentáneamente las monedas.
¿Y el Amor?
Quedan sus ángulos,
Su espada penetrando el Aquerón,
Sus fuegos y calores en las puertas de
la hechicería.
Es mentira que el amor se nutra de lo
nuevo,
Es igual de inexistente el ímpetu de la
muerte en ciertos corredores:
El amor es uno solo;
Tiene el peso y la frescura de una
Muchedumbre,
La fuerza de un ejército en las
postrimerías de la capitulación.
El amor, Eurídice,
No hay una cosa más noble y más pesada,
No hay un héroe que logre más de sus
relojes,
No existe el gladiador que recupere más
de sus cábalas.
Todo pasa,
Todo envejece en las aguas de la Estigia;
Las cosas perecen en los cuartos del
anonimato.
Sólo el amor,
Ataviado con su espada y su broquel,
Penetra las conjeturas de Plutón,
Se pasea por las curvas meridianas de
todos sus palacios.
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