XXIII
EPÍSTOLA A LA TRAICIÓN
Vesánicos
del Neguev
Malditos
suicidas de estas tierras
Ustedes
me han ligado a otro concepto de la muerte.
Yo
había huido con el viento Maarabit a otras latitudes
Pero
un futuro incierto nublaba la herradura.
Había
pensado en restituir la casa
En
comprar flores amarillas para la última cena
Pero
ya todo estaba dispuesto.
Desde
antes de nacer toda está dispuesto:
Nombres,
padres, pecados y hasta los más crueles amores
Escritos
en el pergamino de los días.
Todo
estaba hecho;
La
mesa, la última conversación, los deberes,
Las
negaciones de la piedra
Antes
del canto despavorido de los gallos.
Padre
de los desdichados
Lejos
estoy de ser mala hierba en el campo de trigo,
Lejos
estoy de ser la traición,
El
pecado, la cadena maléfica de los evangelios.
¿Quién
hubiese hecho lo que yo llevé a cabo?
¿Quién
para esculpir el beso amoroso sobre las mejillas marmóreas?
¿Quién
para rechazar los treinta denarios y los húmeros?
Soy
la semilla de mostaza de la que habló el evangelista,
Los
precipicios me producen vértigo
Y no
hay más placer sobre mis carnes
Que
sentir el peso de la roldana sobre las ropas.
El
apóstol no bebe cicuta ,
Se
ahorca;
Era
menester mío el ahorcarme
-Así
estaba escrito-
Era
menester buscar el eucalipto de las epístolas
El eucalipto
al que le colgaban cuatro hojas
Para
colgar mi cuerpo solitario,
Mi
cuerpo señalado por la hoguera,
Por
la mezquindad de la piedra,
Por
el celo de los otros,
Por
la bifurcación de los espejos.
Anómalos
del verbo
Anarquistas
de las escrituras
Es
una bella manía esta de aventurar a la muerte,
Una
manía constante la del suicidio.
Ahora
soy llamado el padre de los suicidas,
De
algo serviría tanto esfuerzo?
¿Acaso
me recuerdan más que a los otros?
Los
ecos de las antigüedades
Saben
una verdad que las piedras desconocen;
Yo
también fui un elegido:
El
obelisco, la pirámide, la torre del faro
Saben
esta historia sollozante,
Historia
que ahora comparto con los desdichados,
Con
los desposeídos, con los señalados.
Viva
el más digno de los doce!
Si
había una misión que cumplir
La
mía se cumplió con entereza,
Como
ninguno de los doce la cumpliría.