domingo, 10 de febrero de 2013

PAPIRO A LAS HERMANAS DE LÁZARO



XXII

PAPIRO A LAS HERMANAS

DE LÁZARO





 Paseaban en las mañanas por los monasterios de Betfagé.

Las veía con los párpados apagados

Por el insomnio que me causaba

La oscuridad de sus cuerpos.

Sabía la hora de su tránsito

Sabía que desfilaban desnudas por las escalinatas del bosque

Antes del amanecer

Y el rumor descollante de los planetas.

Eran Marta y María

Hermanas de Lázaro,

Eran como dos gotas de lluvia

Sobre las arenas desérticas de Caparnaum,

Como el pétalo del crepúsculo

Sobre las noches brumosas de Tiberíades.

A pesar de la segunda resurrección de la carne

Seguían pensando en levantar en tres días la casa,

En resucitar al Betanio

Para contagiar de belleza a los escribas del templo.

Aun tras la muerte del Nazareno, permanecían bellas

Bellas hasta la saciedad de los últimos caminos.

Lo único que las diferenciaba

Era el aroma inescrutable de sus ropas

El color de sus labios

Retocados por la espesura del bosque.

Paseaban en las mañanas por los monasterios de Betfagé.

En su vorágine vegetal por las riberas del río

Desfilaban desnudas igual que gladiolos, cajetos o sauces llorones

En su travesía hacia las lámparas encendidas de las tinieblas.

Ni el azulejo, ni las chicoras, ni los cafhíes

Provocaban en mí, tantas cosas hermosas

Como el sonido de sus voces

En el traspatio de aquellas casas lejanas.

Eran insoportablemente hermosas

Lozanas, pensativas

Altas como los abetos de las sinagogas

En donde remontaban sus canciones

Y sus oraciones de vírgenes distantes.

Mientras un pecador como yo

Padecía sus encierros, soportaba sus angustias

Y enfrentaba su calvario

Ellas ingenuas

Doblemente ingenuas

Triplemente hermosas

Cantaban el desprecio hacia los hombres de la tierra.











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