domingo, 16 de septiembre de 2007

La Virgen de los sicarios o la ciudad como no ficción


Winston Morales Chavarro


Cuando Carlos salió del cuarto me acerqué
A la cama, me senté a su lado y me incliné sobre él:
Sus ojos suplicantes se cruzaron con los míos por última vez.
¿Qué me quería decir? ¿Qué lo ayudara a vivir? ¿O que lo ayudara a morir?
A vivir, por supuesto, él nunca quiso morirse.


Fernando Vallejo (El desbarrancadero, Pág. 131)



Medellín: una postal en tiempos de guerra

Medellín la del metro, ciudad de las flores, del Museo Antioquia, de la Plaza Botero, del Festival Internacional de Poesía. Medallo o metrallo, la de las mujeres fastuosas y un tanto sublimes.

Medellín de las avenidas y las grandes edificaciones, del progreso, ciudad de claroscuros y difuminados, ciudad de tangos y burdeles, de parques y bibliotecas, de puertas y ventanas para el mundo. Y las comunas, ¿dónde están las comunas? Dónde la serenata de tiros, el cantabile de las balas, el arpegio de los cuchillos?

Medellín, como la mayoría de nuestras ciudades, es negada a diario, suprimida, dividida por fuerzas antagónicas que se enfrentan y se encuentran en la calle, en las esquinas, en las curvas vertiginosas del metro.

Es la misma ciudad que alberga tantos contrastes como lenguajes, visiones, memorias e identidades. En ella confluyen el poeta, el ama de casa, el vendedor ambulante, el campesino, el empresario. Ciudad heterogénea y en permanente construcción, en lógico ascenso o descenso, en indisoluble fricción con su tradición conservadora y su realidad múltiple y disímil.

Ciudad que se destruye y se reinventa, ciclo que termina, ciclo que comienza. Ciudad-misterio, ciudad-conjuro, ciudad-hechizo, pero también ciudad-miseria, ciudad-violencia, ciudad-bomba.

Espacio recreado por cientos de poetas que la visitan a diario y que escriben sobre su piel sus mejores cartografías, sus ideogramas favoritos. Ciudad híbrida hasta la médula, de grandes penetraciones culturales, desterritorializada e invadida, subalternizada y narrada, hablada, con voz propia, muda.

Sobre sus calles giran los tangos, el bolero, el rock alternativo, el metal. En sus habitaciones se levanta la ranchera, el disparo, el amor, la botella, el vals, la cafetería-bomba donde departen ingenuamente periodistas y transeúntes de la noche.

Ciudad sitiada por el amor y el desafuero, ciudad lluvia, noche, fantasma, augurio.




El escritor: Descifrar una urbe



Fernando Vallejo es uno de los intelectuales más grandes que ha dado el país. Su grandeza no sólo estriba en su capacidad creativa sino en su honestidad y en su claridad para retratar las cosas. Es más, Fernando Vallejo no recrea, no reinventa, no ficciona. Su pluma es un espejo, un escalpelo que disecciona los pliegues y las carnes de un país que esconde sus lipomas, sus tumores, sus excrecencias.

Pese a ser criticado por su prosa incisiva, visceral y poco poética, Fernando Vallejo resultó ganador del Premio Rómulo Gallegos, premio que ha recaído en las manos de Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Roberto Bolaño, Mempo Giardinelli y el mismo García Márquez, lo que lo ubica en los primeros peldaños de la creación literaria en América latina.

Sin embargo, no por haber ganado un premio se valida una propuesta literaria y creativa. Fernando Vallejo “ES” desde antes del Rómulo Gallejos. Su obra está escrita desde antes, se defiende sola, narra una época y una historia, retrata una realidad, presenta una cotidianidad desde los ojos de la verdad. En sus novelas, pese a que la mayoría están narradas en primera persona, está la voz del sicario, la voz del hermano Darío, el sufrimiento del hermano Carlos, el suicidio, el sida, las drogas.

El acierto más grande del escritor radica en la narración de una ciudad; al narrarse dicha ciudad (microcosmos) se está esclareciendo la realidad de una nación (macrocosmos). Esa nación se presenta desnuda, se desviste, es mostrada en sus fibras interiores –fibras que no están ocultas, así muchos quieran negarlo-. En sus novelas hay un repaso histórico por la realidad del país: se narra ese proceso de lo rural a lo urbano, las costumbres y tradiciones de una familia –puede ser cualquier familia colombiana- enfrentadas con las nuevas lógicas de la modernidad y la heterogeneidad cultural, las luchas interiores, las transformaciones mentales, los ascensos intelectuales, el desprendimiento, el desmoronamiento de una casa –el país- y la hecatombe de un hogar que se ve transformado por la realidad imperante: la universalización de los imaginarios y las costumbres.

Fernando Vallejo no escribe: deja que la ciudad hable a través suyo, Medellín es otro personaje, la calle es otro personaje, la muerte es otro personaje, el sida es otro personaje. Su novela está plagada de héroes de carne y hueso –más de hueso que de carne-, personajes que viven su propia vida, a riesgo de perder la “otra”, marginados por el sistema, omitidos y suprimidos por las clases hegemónicas del Medellín primoroso y “posmoderno”.

Vallejo posee la virtud de crear una comunión entre lo santo y lo profano, establece una conjunción extraña entre novela, relato, biografía, periodismo, testimonio, historia, poesía y todos los géneros que el lector alcance a sospechar. Su literatura es nueva, se aleja de los costales, de los bultos homogéneos, de la erudición del crítico, del academicismo del docto. Su prosa es bien cuidada, pero no escatima esfuerzos en ponerla al alcance de un público corriente. En ella se desmorona la ideología, se tumban grandes murallones de conciencia, se difumina el paradigma religioso. Vallejo es Vallejo, aunque en su prosa encontremos mucho de Rendón.


La virgen de los sicarios o la realidad ficcionada


Contrario a lo que muchos piensan, la virgen de los sicarios es Medellín y por eso mismo Colombia. Negar la Virgen de los sicarios y prohibir su divulgación cinematográfica es negar y desconocer al país, es tapar al sol con un ojo –nadie tolera el brillo de esta nación violenta y hermosa-.

Desde el inicio del film se ve el movimiento de la urbe, de la mole, del ladrillo desde una vitrina, desde un vidrio. Es como si la realidad se levantara solita y comenzara a hablar a través de sus propios recursos lingüísticos. Las imágenes corren arduamente por entre la colcha de los cristales sugiriendo un movimiento propio, íntimo, personal, autónomo. Parece que el protagonista –y esta es la percepción que tengo- fuera el objeto y no el sujeto a merced de un remolino de sucesos que lo devoran minuto a minuto, como si el espacio temporal de Medellín fuera Cronos y Fernando Vallejo uno de sus hijos. El autor ha llegado a otro mundo, desconoce su realidad, su historia, su lenguaje, la sincronía de un verbo que ha reinventado nuevas lógicas y percepciones: Vallejo es devorado por la boca ávida de una ciudad que lo esperaba desde la década del 70.

De hecho, Fernando es un protagonista secundario en la gran trama de la vida paisa, en la gran pieza dramática que es Medellín, en las protuberancias inexplicables que es ahora el día a día de la capital antioqueña. Muchas veces se nos presenta al margen del movimiento telúrico de la cotidianidad, desprendido de una lógica humana, como un simple voyerista que no puede intervenir en las consideraciones de los otros individuos, en la lengua particular de la ciudad, en sus nuevas representaciones, en los imaginarios urbanos e individuales que se gestan a lo largo del drama amoroso-violento: el encuentro de Vallejo con su yo, con su ciudad y con sus amores.



Vallejo no sólo ha venido a morir –estaba muerto hace 30 años- sino a renacer, a reencontrarse con su memoria –o con lo que queda de ella- a levantarse de un olvido y comenzar a trazar un nuevo mapa para sus manos, sus ojos, sus oídos, su escritura. Allí sufre una metamorfosis (La de Kafka?) y se diluye en su yo personal para fundirse en un yo colectivo. Vallejo deja de ser el hombre, se funde en el plano metafísico de un Ulises en procura de su otra Ítaca -que en este caso viene a ser el presente, el instante, el ya del hoy y no el del ayer-. Su memoria se ve impregnada de otras memorias, de otros acaecimientos, de múltiples olfatos.

En la virgen de los sicarios hay diversas realidades y temporalidades. De un lado nos encontramos con una Colombia semirural, viva en la memoria del “otro” Vallejo, suspendida en un tiempo pretérito que es el del escritor. De otro lado, está la Medellín del ahora, la de Alexis, la del narcotráfico, el sicariato, la muerte, el ruido, la congestión, la lucha por la vida, la belleza, el afecto, la naturaleza, la pobreza, la mezquindad, la mediocridad, el sexo que bien pueden aplicarse a cualquier país latinoamericano. Por último, se nos instala frente a frente la Medellín vista por el ojo y la lente de Barbet Schroeder. Esa Medellín está ataviada de muchos protagonistas: el Vallejo que vuelve sobre sus pasos -niño que muere en su interior y que vive una gran aflicción-, la urbe (modernidad periférica), el paso de aldea a ciudad relativamente desarrollada, la cultura de la violencia, la “pornomiseria” como estética, la muerte como subcultura, la música y la naturaleza como personajes.




La ciudad y ella misma en su idioma


En la virgen de los sicarios la ciudad tiene voz, es una voz estridente, chillona, que molesta a muchos. Con Medellín sucede lo mismo que con aquellos infantes que lloran inagotablemente en procura de la compota o el chupo. El padre llega y suministra a su hijo el alimento y allí cesa el llanto. ¿Por qué tanta gente se ha molestado con el llanto de esta niña que no termina de crecer, que no termina de formarse, de definirse? ¿Por qué tapar con cortinas de humo una verdad que le pertenece a todas las periferias del continente americano, urbes en donde se mezclan todas las posibilidades del caso y donde los antagonismos se funden como una nueva geografía? La letra está tatuada en la piel del continente y las modernidades periféricas ostentan sus cicatrices: allí se entrecruzan las miserias, los arrobamientos, el hambre, las concupiscencias habidas y por haber.

Cifrar en lenguaje “distinto” la contemporaneidad de una ciudad o un país es aborrecerlo? No es mejor cuando le decimos en la cara a un amigo sus errores y defectos en procura de un crecimiento absoluto? Será que presentar a un Brasil violento como el que nos traduce La Ciudad de Dios, Carandiru o Detrás del sol es odiarlo en demasía? Prefiero aquellos amantes que se dicen la verdad sin temor a recriminaciones ni venganzas sexuales a aquellos que se callan todo con tal de continuar su aparente paraíso amoroso. Además, qué aburridos son los paraísos y cuánto las relaciones perfectas. Muchos quieren ver el Brasil de siempre, el Brasil que nos han dibujado las clases dominantes, el del carnaval, el fútbol, las garotas, la bossa nova, Tom Jobim o Joao Gilberto. En eso radica la importancia de este nuevo cine: mostrar todas las posibles caras de la realidad; la realidad, como medusa, posee cientos de serpientes en su rostro.

Medellín es una ciudad que grita, una ciudad que padece, como toda ciudad del área continental, injusticias sociales, cruentas batallas culturales e ideológicas. No obstante, en la virgen de los sicarios la ciudad obtiene su mayoría de edad y es capaz de reclamarle a sus hijos lo que han hecho con ella. En la virgen de los sicarios la ciudad habla, se representa a sí misma, se constituye en un personaje más del entramado cinematográfico. Es más, me atrevo a asegurar que como personaje contiene mayor validez que otros que pasan totalmente desapercibidos (La iglesia, las imágenes religiosas, los sacerdotes?)

En el film se nota la estructura de la ciudad, su andamiaje, sus temporalidades, sus vasos comunicantes, sus lenguajes –tanto simbólicos como físicos-. La criminalidad y la marginalidad de sus habitantes se palpa como la inexorable lógica de toda sociedad en crecimiento, como un resultado más de la cultura de “consumo” y la consolidación de una nueva categoría: Lo desechable. En la urbe de comienzos de siglo todos somos eso, un objeto que perece, que naufraga, que se borra. Lo que no se ajusta al sistema está fuera de él. En la contemporaneidad todos somos exiliados, estamos desterrados de un territorio al que nunca pertenecimos, estamos, como en el libro de Milton, en busca de un paraíso perdido.

Medellín se configura en la memoria visual de sus hijos como un ente vivo y esto causa un profundo escozor en los espectadores. Su voz molesta, su heterogeneidad perturba, sus movimientos subalternos incomodan. Al tocar las fibras de lo real lo lateral se siente aludido y por inercia rechaza. La realidad se diluye a través del juicio ortodoxo. La ciudad se enmudece de nuevo, es víctima de una persecución, padece las injusticias de sus tetrarcas, la omisión de sus sacerdotes, la supresión de sus hijos ilustres (quienes niegan la existencia de otros hijos ilustres: hijos de la muerte y la “bazofia” humana), soporta la gasa que le ponen fielmente en la boca para acallar sus imprecaciones, sus verdades, sus “debilidades” sexuales, sus perturbaciones sicológicas, sus carcomas, sus urticarias, sus fiebres, sus sidas, sus venéreas y demás atributos o, según como se mire, defectos.

Ahí está Medellín y allí muere Medellín. Allí se narra, allí forja sus luchas y en ese mismo sitio espera con paciencia a que vuelvan a suministrarle voz para gritar al mundo sus dolores y sus bríos.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Cuatro poetas, cuatro miradas











LA PALABRA ESCRITA


Octavio Paz, de manera magistral, nos habla de la palabra primigenia, de aquella nunca nombrada, la palabra que habita desde la noche de los tiempos y que igual a la rosa de los vientos esparce sus imanes por el mundo preidiomático del hombre.

Esa palabra no dicha es, al parecer, la substancia original de donde emerge el diccionario de la poesía, el lenguaje no dicho, el sonido postidiomático, el silencio poblado de ecos, de barullos, de voces: No la que está cayendo, la que sostiene el rostro, al sol, al tiempo
Sobre el abismo la palabra

Paz intuye ese pozo donde reposa la palabra primera, la no nombrada, la no escrita, la palabra que emerge de un yo profundo, de un subsuelo metafísico y se establece en un plano físico terrestre, pese a existir desde tiempos insospechados en un plano supraespacial, en un plano donde el tiempo no se escribe ni se lee, se vive: Verás tu rostro roto, verás un sol que se dispersa, verás la piedra entre las aguas rotas, verás el mismo rostro, el mismo sol.

La palabra escrita está en nuestra sangre, en el hálito del mundo, en la sangre que busca huellas que consideramos olvidadas: las huellas de nuestros propios territorios.




ALTURAS DE MACCHU PICCHU
POEMA XII


Neruda, recordándome a César Dávila Andrade en Boletín y Elegía de las Mitas, establece en este texto un diálogo entre la memoria poética y un referente histórico “memorizado” a través de los imaginarios sociales de algunos hombres marginales del continente americano.
El poeta ambiciona la recuperación de una “voz” que apele a una nueva narrativa de los sucesos, en donde la dignidad del pueblo se vea restablecida con el contacto de una nueva memoria. Esa memoria es la del poeta, quien sugiere un regreso de todos esos hombres que perecen bajo el yugo de las hegemonías y los poderes nacionales:



Señaladme la piedra en que caísteis
Y la madera en que os crucificaron,
Encendedme los viejos pedernales,
Las viejas lámparas, los látigos pegados
A través de los siglos en las llagas
Y las hachas de brillo ensangrentado. (Macchu Picchu, Pág. 140)


El poema genera una perspectiva de liberación y de lucha, pues si bien es cierto que continúa la lógica histórica de las conquistas y las colonias, también es cierto que reinventa una “realidad” distinta para el hombre americano, por lo cual se pretende la redefinición de una identidad andina o nacional.

Neruda procura memorizar no la historia convencional que nos han trazado desde la juventud, sino aquella escrita por él en donde el americano es llamado a redimir su pasado, su cultura, su dignidad y sus fuerzas para contrarrestar los poderíos de una supuesta identidad universal, de allí que le ofrezca a estos hombres sus palabras y su sangre: Acudid a mis venas y a mi boca. Hablad por mis palabras y mi sangre.




PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA


Las poéticas de César Vallejo, contrarias a las del poeta Vicente Huidobro, parecen estar destinadas a un lector más humano, sumergido en un dolor inaugural, el dolor del desprendimiento fetal, y su incorporación a un mundo de pragmatismos y dudas espirituales.
El poema Piedra negra sobre una piedra blanca pronostica no sólo un pretérito-futuro en la escritura Vallejeana, sino también la transubstanciación de un hombre en Dios, una constante en la poesía de Vallejo, quien invita al creador a ser individuo antes que hacedor; el poeta es en esencia hombre y como tal puede acercarse a una consideración de orden metafísico y obscuro. De allí que sufra los flagelazos del cristo –hombre sobre la tierra- y las imprecaciones del “otro”, quien le acuña palazos, pedradas y la reclusión propia de la escritura.

Este poema revela no sólo el grito hacia la magnificencia divina sino también las constantes luchas internas del creador en la consecución de un cuerpo espiritual que desborde las limitaciones de lo humano. Vallejo cuestiona la providencia y huye de ella incorporándose a un ser indefenso, golpeado, molido por el sino infalible de un hombre que sólo contiene para sí la soledad, la lluvia, los caminos.


LA POESÍA ES UN ATENTADO CELESTE


La poética de Vicente Huidobro, luego de pasar por una especie de exploración y experimentación de forma y contenido, subyace en la transubstanciación de un hombre que ha dejado de ser individuo para convertirse en un todo, no necesariamente colectivo, desde donde la contemplación, la espera, la escucha y los demás sentidos entran en una extraña comunión con lo supraespacial, atemporal y por esto mismo metafísico.
En estos versos posteriores a Altazor, Huidobro conjuga elementos que sin ser propiamente ajenos a sus trabajos anteriores, denotan una seria aspiración a lo absoluto, a lo ecuménico –en lo espiritual, mental- y un maridaje con la ausencia (donde se halla la presencia), la espera (sabiduría del absoluto), la presencia (objetos que constituyen una especie de “otro”), el retorno (hacia el principio o el fin, que viene a ser lo mismo), el viaje (como un dispositivo de conjunción etérica).

El poeta ya no busca: encuentra. Y el hallazgo se produce a través de la espera y el recogimiento. Huidobro sufre una especie de catarsis –lo que sugiere un salto en su escritura y en su YO- y es a través de esa catarsis que se desprende de sus ropas para transplantarse en lo vegetal: alegoría de una espera cargada de presencias, revelaciones y encuentros.

martes, 11 de septiembre de 2007



VIAJE POR SCHUAIMA


Si referirse a una obra distinta a la poética infunde cierto temor o riesgo de no acertar, de no saber llegar a las valoraciones humanas y estéticas que tuvo en cuenta el autor al escribirla, la obra poética hace estremecer al prologuista o crítico. El mundo poético o universo es muchas veces inabordable; tiene tanto de extraño, de revelador, de insospechado, por no repetir la palabra “mágico”, que precisa identificarse, transplantarse al hecho fugaz de la iluminación. Por eso las traducciones de poemas son tan esquivas; no siempre se logra darle el aire o ambiente originales; se escapa ese estupor, ese prodigio de traducir el instante.


El poeta Winston Morales Chavarro me concede la gracia de habitar-por un tiempo-las regiones misteriosas de su creación poética. En De Regreso a Schuaima, se cumple el retorno en cada nueva visión que el autor puebla de creaturas extrañamente maravillosas, en donde la imaginación enriquece y recrea logrando imágenes tan leves, tan furtivas como el soplo del viento, tan rumorosas como la canción de los árboles o el cansancio de los ríos o el vuelo de los pájaros.


Este libro singular parece cobrar o recobrar ciertos valores, no sólo por su oleaje, sino por la trascendencia del estro profundo que va marcando un itinerario desconocido en las obras poéticas del momento que también son más pobreza sobre el mundo.


La incursión por De Regreso a Schuaima, significa ir conquistando territorios en compañía del personaje más encantador y encantado: Aniquirona, la amada de todos los soñadores de la tierra; la idealizada que nos pone en comunicación con los seres que moran más allá del discurrir cotidiano. Este ensimismamiento, el llegar de “Pobladoras” con su despliegue de hermosura cautivando casi hasta el delirio. El espacio que invade al que le sigue con su aroma singular de bosques y
jardines, de mares secretos o rocas agresivas, o el desafío subversivo de presencias que se ignoran a pesar de sus deslumbramientos, sostienen el embrujo, la gran orquestación de todos los elementos.


En Schuaima los ríos tienen nombre de varón –Calixto-, y los perros son filósofos, consejeros y sabios. El fluir constante de las fuerzas secretas que elaboran el
milagro de todas las supervivencias, aún las más remotas, las que ignoran las gentes, los habitantes de Schuaima las disfrutan y entregan a la armonía universal
que se sustenta con las aspiraciones y concepciones imaginativas y enigmáticas del poeta.


Cuando se escribe el poema sólo se piensa en él; por eso sorprende la asistencia multitudinaria de imágenes que maneja Winston en la justa perspectiva que va descorriendo el futuro o el inmediato pasado; el momento puede ser hoy o el hoy de los siglos ya idos.


Los olores, los viajes, los caminos, la muerte, la vida plena, la clarividencia en el espejo o el viento que pasa en la voz de los niños, en las divagaciones del más empedernido soñador, hacen EL GRAN POEMA.


Las experiencias oníricas confunden los limites de tiempo y espacio, entonces crece el interés y la curiosidad por saber quiénes son “Oáma”, “Yhoma”, nombres legítimamente soñados por el poeta para que discurran por los senderos de luz o de sombra.


En De Regreso a Schuaima, se unen los inimaginables contrastes de resurrección y muerte; las más audaces formas de pintar lo inverosímil: el ocaso o el amanecer pueden centrarse en un rayo de sol perdido, o en la agonía de un fulgor lunar, vertidos en la gama infinita de colores hasta fundirse en una ola sin horizontes. Se piensa en el éxtasis poético con la nostalgia de las reminiscencias vividas por otros cuyos nombres y sombras siguen vagando por el mundo.


Toda despedida duele y no es fácil dejar De Regreso a Schuaima en donde la belleza y la libertad son para el visionario su estación preferida.



MATILDE ESPINOSA
Poeta

domingo, 9 de septiembre de 2007

Construir a partir de los medios


Construir a partir de los medios
Pautas para nuevos canales de entendimiento
El caso Colombia



Winston Morales Chavarro


El descendimiento es también un
Camino hacia lo absoluto.

WILLIAM BLAKE




Al distinguirnos de una ideología dominante y continuando la senda trazada por los proyectos políticos e intelectuales del pensamiento crítico en América Latina, el mismo que discute las teorías eurocéntricas y plantea la cultura como un espacio contrahegemónico, debemos ubicarnos en la posibilidad de una epistemología emergente: La geocultura de los hombres nacionales. Una vez reteorizados en lo heterogéneo la búsqueda debe orientarse hacia la construcción de un “Ser Nacional”. Y cuando hablo de “Ser Nacional” no me estoy refiriendo a un ser transparente, puro o translucido, resurgido del barro primigenio, sino al hombre que emerja de diferentes humus y capas de tierra.

Sólo reconociendo la diferencia – tanto de símbolos como de imaginarios- es posible establecer un equilibrio cultural en el país. En este punto, se debe partir del principio de reconocernos como un todo y asumir, en busca de pensarnos en superposiciones, ese mapa multi y pluricultural del que formamos parte, pues no se puede negar la existencia de matices diferenciadores entre regiones tan cercanas como la costa pacífica, la región andina o la sabana de Bogotá.

Pero además de reconocer la pluriculturalidad del país, debemos defender desde la actitud crítica estas posiciones. Es necesario que investigadores, intelectuales, comunicadores tracen un lugar de enunciación para Colombia, un lugar que reintegre los todos genuinos, conscientes de que este todo nada tiene que ver con lo absoluto o con otra clase de hegemonía, sino con una mirada en donde se hallan presentes otras amalgamas, otras capas, otros ojos, otros perfiles, identificados, sin embargo, en la consolidación de valores y sistemas sociales.

La actitud crítica tiene que fortalecerse a través de los medios: La que no pasa por ellos pareciera no existir. Las barriadas populares, los asentamientos, la comunidad marginal, las comunas de las diferentes ciudades deben asumir ese compromiso de interacción con los tejidos comunicativos –en todas sus posibilidades- y con la experiencia, con la dinámica viva. No se puede pretender una observación objetiva desde la distancia. El “poder de la palabra” establece unos imaginarios y unas atmósferas de pensamiento que comienzan a generar nuevos códigos de entendimiento y confrontación. Por ende, la resistencia contra un pensamiento dominante, direccionado por los medios de comunicación hegemónicos y comerciales, debe ayudarnos a derrumbar viejos paradigmas como aquellos que rezan o establecen un bloque absoluto, una masa uniforme, un todo armónico y estático. Es esta resistencia y su accionar social, individual y colectivo la que debe erigir una dignidad sin diferencias léxicas o ideológicas, sin querer afirmar con esto que debamos pensarnos como individuos homogéneos y reflexionar el mundo desde la misma mirada o identificarnos como seres locales y nacionales por entonar el mismo himno o izar la misma bandera.

Las dinámicas sociales exigen unas exégesis nuevas. Por tal motivo, los medios de comunicación comunitarios, los cuales emergen como tablas de salvación para el país, deben seguir recogiendo las experiencias, las dinámicas, los imaginarios, los tejidos de comunicación individual y colectivos de los espacios y sujetos marginales, pues es allí donde está la posibilidad de catarsis y de reteorización.

Lo hasta aquí expuesto no quiere decir que lo marginal sea lo marginado, lo relegado, lo olvidado. Debe entenderse más bien como aquello que no forma parte de las esferas del poder o la política, pues entiendo que también posee un alto grado de persuasión, de diálogo, de seducción. Las negritudes, los ediles comunitarios, los jóvenes raperos o rockeros, las amas de casa, los lideres comunales, las etnias, los intelectuales que trabajan con la comunidad y fuera de ella, los académicos deben instituir un maridaje entre el pensamiento y la realidad, entre la práctica y la experiencia, entre lo simbólico y lo material. Desde este eje programático, desde esta esfera de materialización conceptual puede elaborarse el discurso de las minorías, el mismo que tenderá a convertirse en el de las mayorías, en el discurso colectivo y episódico, entendiéndose lo episódico como un capítulo definitivo en la urdimbre cultural del hombre y la mujer colombiano.

La construcción de nuevos canales de diálogo permitiría la reubicación simbólica y empírica de “Centro y Periferia”. Pienso que la comunicación comunitaria, el periodismo cívico, la comunicación alternativa no sólo ayudarían para la reconstrucción de esos símbolos nuestros desde lugares de enunciación renovados, sino en la consecución de ese ciudadano genuino que, por fin, permita la otra mirada, la novísima percepción de una localidad abrumada por absolutización del poder y la estandarización impartida por los medios de información comercial.

Por otra parte, esos canales de comunicación popular o alternativa deben permitir la transdisciplinariedad y la entrada en escena de prácticas sociales hasta ahora relegadas por los medios de comunicación comercial. Allí deben interactuar el desplazado, el reinsertado, el narrador, el poeta, el investigador social, el edil, el ama de casa, la madre cabeza de familia, pero además las categorías no canonizadas por occidente: la narración oral, la homeopatía, los saberes populares, las cuales –todas en conjunto- crearán el discurso audible y digerible para la boca social de la realidad y del contexto cotidiano.

En esa confrontación de significados –cotejo si se quiere, no claudicación ni supresión- se edifican nuevos actores sociales, conscientes de su responsabilidad como ciudadanos locales, conocedores de sus poderes y de su campo de representación, con vocación política –la política como necesidad de cambio interior y exterior-, con nuevas articulaciones, renovados en sus formas de pensar y mirar el poder, conscientes del mundo que se mueve alrededor.

Lo “marginal” izará una nueva bandera que debe proclamarse como un campo de batalla, no la batalla del asesinato, ni la supresión de lo antagónico, ni el radicalismo de lo “diferente”, sino esa lucha de sentidos y significados que abarque a lo “subalterno” y que comience a pensarse a través de nuevos canales de colocación social. La invención de periódicos cívicos, murales, comunitarios y alternativos, la creación de radios comunitarias, libres o de interés público, la consolidación de canales audiovisuales de carácter urbano y rural deben ayudar en ese nuevo paradigma por construirse, el paradigma de la identidades sociales y nacionales.

La comprensión y asimilación de los imaginarios sociales sólo es posible a través del lenguaje. Los tejidos comunicativos deben constituirse en vasos comunicantes colectivos, pues sólo es posible la elaboración de un nuevo discurso en relación con otros discursos, sin omitir la necesidad de confrontarse con la actualidad y con los cientos de “realidades” que circulan por un espacio cultural dinámico y voluble.




Qué camino seguir?




Estoy enteramente convencido de que los medios de comunicación tienen que llegar a todos y particularmente a los más oprimidos. Y cuando afirmo eso de los medios para la gente no lo hago desde la perspectiva de darle “Pan y circo” al pueblo, sino desde el ángulo de entregarle herramientas de comunicación a las comunidades. No basta con rediseñar programaciones televisivas o radiales, no basta tener defensores del lector o del televidente, no sirve diseñar un 30% de televisión educativa; lo importante es que ellos mismos realicen y diseñen sus agendas de trabajo, sus crónicas, sus reportajes –géneros olvidados por los medios comerciales-, sus entrevistas a personajes “marginales” y de “bajo perfil”, agendas que conducirían, sin lugar a dudas, a redescubrir su propio territorio, sus propias falencias y posibilidades, su entorno individual y grupal.

Cuando han tomado tanta fuerza los “reallity Shows”, la televisión por cable, la radio satelital, el Internet, es muy difícil que los miembros de una comunidad alcancen una apreciación clara de lo local, regional o nacional. Las programaciones globalizadas generan una ruptura cada vez mayor entre el individuo y su entorno inmediato. El individuo comienza a localizarse en un supraespacio –lo virtual- que no corresponde a la realidad habitada, por lo menos desde el plano físico-simbólico, y se sitúa en un estado imaginado e impuesto por la expansiva forma de “universalismo”.

Aquí cobran relevancia los sujetos y más aún aquellos localizados en la periferia, a la que por obvias razones hay que situar sino en el centro si por lo menos muy cerca de él. Sólo narrándonos en lo local –el contexto real y no el imaginado- puede recuperarse esa noción de lo personal, de lo simultáneo, de lo genuino, la voz y la letra de nuestro entorno. De tal forma que el grito de batalla debe darse desde la comunicación, desde los hilos dialógicos de los medios, desde los imaginarios sociales. De lo contrario, la memoria seguirá borrándose como ha sucedido hasta ahora y a cambio de ella nos impondrán prótesis para lo que queda de pensamiento y facultad cognitiva.

Esto no quiere decir que nos “encapsulemos” en una concha o coraza lejos de la confrontación necesaria para la elaboración de un ser humano reflexivo y crítico, de la comprobación con los otros y con el mundo, lo expuesto propone que las distintas “comunidades Interpretativas” reconstruyan su memoria, sus saberes populares, sus costumbres instalando en el centro mismo de los medios sus discursos que, hasta ahora, subyacen en las sombras del poder y de lo hegemónico. Mediante este mecanismo, aparato que además permitirá asumirnos no como un todo coherente y análogo, sino como una amalgama de superposiciones, será posible asumir nuestra realidad local y continental.


Una experiencia para contar


A finales de 1998 la Alcaldía de Neiva (Colombia), a través de la Dirección de Cultura municipal, creó el Periódico Neiva, primer órgano de comunicación comunitaria del sur del país y del cual yo era director editorial.

Si bien es cierto que era un periódico del sector oficial y que su Rector General era el alcalde de Neiva, Jorge Lorenzo Escandón; también es cierto que el medio gozaba de absoluta independencia, tanto que en más de una ocasión se cuestionó a la administración municipal sin que esto hubiese generado un acto de represión o coacción política y periodística.

Lo interesante del Periódico Neiva consistía en que era un medio diseñado, diagramado, revisado y construido por habitantes de las 10 comunas de la ciudad, comunas que guardan entre sí una gran diferencia por abrigar universos totalmente antagónicos y por tratarse de jurisdicciones con naturalezas rurales o, en el caso de otras, por estar diseñadas para los estratos más altos de la ciudad.

El comité editorial estaba integrado por 4 o 5 personas por comuna -previo a esto se visitaron las distintas juntas de acción comunal para ofrecer el espacio y que ellos por votación o por consideraciones de tipo académico, intelectual, de disposición y tiempo escogieran a los individuos que pudieran y quisieran acompañar el proceso.

Cada martes el comité editorial se reunía, por espacio de dos horas, y presentaban o socializaban sus textos en los que narraban las historias de su barrio, sus falencias, sus atributos, sus problemas de carácter social, las necesidades en el orden de lo público, los requerimientos en espacio o zonas de recreación, sus personajes centrales o, si el caso lo ameritaba, artículos de opinión que narraran su propia sicología y la de la comunidad. Además, se desarrollaban talleres de redacción, de fotografía y televisión para que ellos tuvieran un acceso más fácil a los medios y a sus estrategias discursivas y tecnológicas.

El periódico llegó al número 22 con una periodicidad bimensual o trimestral. Pero lo más importante del proceso no es el hecho único de haber puesto al descubierto las venas y las raíces de sus 10 comunas, sino el hecho mismo de ver una transformación en los 30 integrantes que conformaban el periódico. A partir de ese proceso estos establecieron un compromiso con su sector, unas búsquedas de carácter colectivo, un esmero porque su localidad se descubriera, se contara y se visualizara en el espacio a veces intangible de la municipalidad. Muchos de ellos no sólo descubrieron su gran potencial artístico –había quien hacía caricatura, crónica, entrevistas- sino que rediseñaron, a partir de la experiencia, su proyecto de vida; algunos eran originarios de comunidades que presentan altos índices de violencia (Comunas 6, 8, 9 y 10) y otros estaban por el camino “desesperante” del ocio, las pandillas o el vicio.

La dinámica periodística del medio apuntaba necesariamente a las comunas y barrios del municipio. Sin embargo, se quería generar una noción de “minga” o trabajo en equipo, comprometiendo a sus integrantes con él y a la ciudad con un canal que pretendía narrarla desde las zonas subalternas o marginales y desde actores que no poseían ningún grado de “profesionalismo” periodístico, pero que fueron llenándose de experiencias urbanas y rurales que los fortalecía como voceros y representantes de su sector.

En esta búsqueda de reconstrucción de las memorias comunitarias se descubrió un firmamento subterráneo y escondido. Un firmamento que necesitaba salir de ciertas capaz oscuras y mostrar otros contextos distintos a la realidad política, VIOLENTA, social, farandulera que muestran y siguen mostrando los medios de información comercial del país, los cuales persisten en la imposición de un mercado que acultura y que niega las otras realidades.

De tal manera que en la apertura de esa otra vía, la alternativa y comunitaria, se descubrieron valores intrínsecos de la ciudad, valores sociales que siempre han existido pero que no tienen relevancia para las clases dirigentes (hegemónicas) y para los canales de carácter privado a su servicio. Desde ese proceso se marcó una resistencia que permitió, a través de crónicas y reportajes, la salida a la luz pública de raperos y artistas que pese a utilizar un género musical extranjero, propio de barrios neoyorquinos como Queens o Broklin, utilizaban letras del repertorio regional y las recreaban o “actualizaban” en una corriente tan contemporánea como el Rap y el Hip hop. A su vez, se hizo evidente –el periódico pretendió abarcar otros canales de entendimiento y diálogo- como la radio “Pirata o Libre” (sin las licencias otorgadas por el Ministerio de Comunicaciones del País) o la radio por alto parlantes, experiencia que tuvo su mayor alcance en barrios de Neiva como Alfonso López, Galindo o en corregimientos como Fortalecillas (ubicado a 20 minutos de Neiva), en donde el cura del pueblo nos prestaba el salón parroquial y las cornetas de la iglesia, sin olvidar también la acción en colegios de la ciudad como el INEM (Instituto Nacional de Educación Media), el Nacional Santa Librada o el IPC.

Básicamente lo que buscábamos con este proceso[1] era narrar la ciudad desde sus espacios marginales y descubrir, a partir del ejercicio, a muchos personajes de suma valía para el proceso histórico de la ciudad, de la localidad y de la comuna. Así descubrimos a una mujer que siempre vistió de militar –su hijo había muerto en el ejército- y que cuidaba gratuitamente a los animales del parque Santander, parque central de Neiva fundado en 1910 para conmemorar los cien años del grito de independencia, lo que constataba sus relaciones en base de la cualidad y su afectividad no sólo para el parque sino para la ciudad. Era sin lugar a dudas un personaje “subalterno”. Alguna vez el ejército la condecoró y eso para ella fue la gloria que nunca logró su hijo en vida. Esta mujer se llamaba Sildana.

Por otra parte, se narró la vida y experiencia de un hombre como Luis Alfredo Ramírez, un individuo que, con sus propias manos, había construido un transistor y cuya emisora “pirata”, Panorama Stéreo, se encontraba en uno de los primeros barrios de invasión de la ciudad: Panorama. La emisora consistía –inicialmente sus transmisiones habían sido por cornetas- en una pequeña grabadora, unos cassetes, un largo palo que sostenía la antena y una diminuta potencia que apenas abarcaba diez o quince cuadras a la redonda[2] Posteriormente fue diseñada para ser escuchada en casi toda la ciudad, lo que generó serios inconvenientes con la fuerza pública, pues la emisora no tenía ninguna autorización para emitir programas radiales. A través de este medio creció Panorama, se “descubrió”, se narró y siguió de cerca procesos como la pavimentación de sus calles, la instalación de los servicios públicos y el posterior reconocimiento como barrio “legal” del municipio.

Y así otra serie de experiencias y dinámicas sociales de las que no es posible dar cuenta acá, pero que igualmente generaron cambios para su sector. Lamentablemente, como muchas otras, permanecieron escondidas o avasalladas por las prácticas hegemónicas de los medios o por ciertos actores sociales de la capital del departamento.







Post Scriptum




Esta experiencia demuestra la emergencia de medios para la gente, la relevancia de canales alternativos y comunitarios para los espacios urbanos marginales, espacios que curiosamente se construyen con un alto matiz de colectividad y camaradería –algo que no se ve ni se vive en barrios de estrato 4, 5 o 6-, pues sus necesidades apremiantes consolidan una unidad de fuerza y lucha, ejemplo que debería seguir el territorio nacional en general. En estos barrios “populares”, donde se escucha la ranchera y el vallenato, hay un mayor grado de identificación y búsqueda zonal, cultural y pública. Es allí donde más se acentúa la resistencia o la presencia de saberes populares. Es allí donde se trazan asuntos comunes como la elaboración del año viejo, la celebración de la minga o bazar, la preparación de la “lechona” para las festividades sampedrinas, la decoración navideña de la calle o de la cuadra para los concursos que organizan las emisoras (el premio consiste en una orquesta para la noche de año nuevo -con aguardiente Doble Anís incluido-), el partido de fútbol entre barrios, la elección de su representante para el reinado popular del sanjuanero, reinado que demuestra la hibridez entre las costumbres populares de la región y la “aparente necesidad” de aproximar las festividades al Carnaval de Barranquilla o al de Río de Janeiro.

Los medios comunitarios y alternativos (periódicos murales, carteleras, cines comunales –otra experiencia vivida y ejecutada en el Corregimiento El Caguán, a quince minutos de Neiva-, locución por alto parlantes, emisoras piratas, etc.) se constituyen en una herramienta básica en la difusión y socialización de un espacio contrahegemónico; el lugar central en donde el sujeto colectivo dé su grito de batalla contra el discurso homogeneizante(aquí se trazan y convergen los proyectos intelectuales de hombres y mujeres como Mariátegui, Retamar, Palermo, Lienhard, Cornejo Polar, Rodolfo Kush, entre otros.)

Pienso que esta experiencia de tres años y medio demuestra la vital e inaplazable función de que las comunidades posean sus propios canales de diálogo y entendimiento, una experiencia que garantiza un acercamiento fundamental a los procesos históricos de cualquier país y cualquier localidad. Sólo a través de estos canales de diálogo –palabra tan desgastada en Colombia- se garantiza la “presencia” en el país de “los otros”, la consecuente revolución y su motor de cambio social, la agenda firmada por un sujeto social que necesariamente se abrirá camino entre los senderos bifurcados del neoliberalismo, el modelo posdesarrollista y la “reducción del estado-país”.





Tareas por proponer


· Crear emisoras de interés público en todas las Universidades públicas.

· Ampliar los niveles de licitación para emisoras de carácter comunitario y alternativo.

· Permitir la radiodifusión libre, sin desconocer reglas programáticas y de
diseño.

· Ampliar el radio de acción para los canales de televisión local y regional.

· Establecer un sistema de valores simultáneo en los canales de comunicación e información alternativos, cívicos y populares a nivel local, regional y nacional.

· Facilitar la creación de periódicos Comunitarios en pequeñas localidades y zonas periféricas de las grandes urbes.

· Instalar y promover la cultura del radioparlante en zonas marginales y relegadas.

· Promover cursos y talleres de redacción, locución para radio y televisión, periodismo y comunicación en las comunidades latinoamericanas.

· Publicación permanente de Memorias y experiencias.






BIBLIOGRAFÍA




Castro-Gómez, Santiago y Óscar Guardiola Rivera. 2000 “Introducción. Geopolíticas del conocimiento o el desafío de impensar las ciencias sociales en América Latina”

Cornejo Polar, Antonio. “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural” Discurso leído en el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”, Caracas, marzo de 1977.

Cruz Kronfly, Fernando. “La sombrilla planetaria, ensayos sobre modernidad y posmodernidad en la cultura”. Editorial Planeta, Bogotá 1994.

Jameson, Frederic. 1991. “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Barcelona: Piados.

Lienhard, Martín. “De mestizaje, heterogeneidades, hibridismos y otras quimeras” II Seminario de Crítica literaria latinoamericana. La literatura colonial: discursos alternativos y lecturas disidentes. (Lima, 13 de marzo de 1992. coord. Antonio Cornejo Polar).

Lienhard , Martín. La voz y su huella. Escritura y conflicto étnico-social en América Latina (1492-1988). La Habana: Casa de las Américas, 1990.

Mariátegui, José Carlos: 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima 1928.

Palermo, Zulma: Los estudios culturales bajo la lupa: la producción académica en América Latina, Franco Carvalhal (comp.) Culturas, contextos e discursos. Limiares criticos do comparatismo. Porto Alegre: UFRGS, 1999.

Quijano, Aníbal. 1999. “colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”. Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. Castro-Gómez, Santiago, Óscar Guardiola-Rivera y Carmen Millán de Benavides, eds. Bogotá: Instituto Pensar/Centro editorial Javeriana.

Said, Edward. Orientalism. New York: Random House, 1978.

Walsh, Catherine. 2001b. “Geopolíticas de conocimiento. Entrevista con Walter Mignolo” Comentario Internacional (Quito), 2: 49-64


[1] 1 Una vez electo el nuevo alcalde de la ciudad, Héctor Javier Osorio Botello, el periódico llegó a su fin; el mandatario de turno no encontró fundamento y relevancia al proceso. Pese a esto, muchas experiencias continuaron por si solas, uno de nuestros propósitos.


[2] La emisora continúa funcionando en el mismo sector y con un radio de acción superior al inicial. De hecho, Luis Alfredo ha diseñado transistores para otras emisoras de carácter y naturaleza “Pirata”.