1.¿Desde
donde, si puede se da o no en usted el
vaciamiento de sí mismo, de su inconsciente, para escribir poesía y considerar
que es aquello que lo hace poeta?
Mi lugar
de enunciación se llama Schuaima, el gran reino del más allá. De allí me llega
la voz de la poesía, la voz de Aniquirona, la voz de Alexander de Brucco. Desde
ese lugar tuve acceso a la ciudad de las piedras que cantan. Schuaima es el
reino del inconsciente poético, es el no-lugar de donde proceden y se
manifiestan las voces que conjuro y atrapo. La poesía, mi poesía, viene de la
audición, de la visión de un yo poético. Tengo la plena conciencia que todos
los libros que he escrito, y los que no se han escrito todavía, derivan de la
multiplicidad de seres que he sido. De tal modo que uno ha sido el Winston de
Aniquirona, y otros, el Winston de Memorias de Alexander de Brucco, y el
Winston de ¿A dónde van los días transcurridos?
2.¿En el
mismo sentido, quizá haciendo mayor turbulencia crítica, desde donde escribe y
por qué el ensayo, como por decir en su libro: Poéticas del ocultismo?
Uno de
los tantos Winston que he sido, de los tantos Winston que soy, ama, desde muy
temprana edad, la literatura ocultista, la filosofía obscura, la pansofía, el
esoterismo. Al tener una especial delectación hacia este tipo de lecturas, me
sumergí en una serie de textos que entraban en correspondencias con esa
búsqueda personal. Entonces leí un libro que me marcó para siempre: Antología
del ocultismo, de Robert Kanters y Robert Amadou. Lo curioso de esta antología
es que en ningún momento, en ninguna página se habla de Cornelio Agrippa, Giordano
Bruno, Roger Bacon, Lullio Raymon, Pico de la Mirandola, Fulcanelli o Saint
Germain. Esta antología nos habla de Apuleyo, Ronsard, Dante, Milton, Goethe,
Rimbaud, Baudelaire etc., etc., etc. Eso
significó un revisitar los textos de estos grandes autores, con otros ojos y
otras gafas. La realidad no era, no es, esto que suponemos. Detrás del
lenguaje, detrás de las formas, se oculta o subyace la realidad substancial.
Allí comenzó mi búsqueda, y desde allí visité a estos grandes poetas andinos
que cito en el libro.
3.¿Desde
qué carácter y con qué temperamento usted aborda y accede al mundo de la
mitología griega y americana, como por decir en su libro: Camino a Rogitama?
Una de
mis preocupaciones iniciáticas, fundacionales, ha sido la mitología. La
mitología personal y la mitología histórica. He tenido la necesidad, sin
embargo, de deconstruir el mito, revistarlo, hacerle una nueva lectura y
reinventarlo. En el caso de las Memorias de Alexander de Brucco, he sentido el
llamado personal de estos personajes y cantarlos de otra manera. Muchas veces
sentí la necesidad de auxiliarlos, como en el caso de Caín o en el caso de
Judas. En mi libro Camino a Rogitama, el poema parte de una zona más cercana
–el mito mismo- pero haciendo una nueva versión u otra versión de los hechos,
desarrollándolas desde un punto de vista más humano, más débil, más frágil. En
cuanto a La Ciudad de las piedras que cantan y temps era temps, los poemas
surgen por sí mismos, se decantan a partir de una visita o una visión. Temps
era temps es un homenaje a los arcanos mayores del tarot, pero es una lectura
que surge de la visión de lo que representa o sugiere cada una de las
cartas.
4. Usted
es viajero, le fascina y le atrae como un imán al hierro el viajar: ¿En qué es
viajero de sí mismo y como se da ese viaje en su poesía?
Todo
el tiempo viajo. Eluard lo dijo: Hay otros mundos, pero están en éste. Ese es
mi territorio. Al provenir de un lugar como Schuaima, siempre tuve que regresar
a él, y el único mecanismo era a través del sueño. De modo que siempre he
viajado, no sólo en el plano físico, sino también en los planos oníricos y
astrales. Y la poesía es y ha sido el vehículo. Al comenzar mi diálogo con
Aniquirona, a veces me visitaba ella –siempre me encontraba- a veces la
visitaba yo –casi nunca se dejaba ver-. En ese regresar, en ese De regreso a
Schuaima, recorría sus paisajes, sus árboles, su lluvia –que siempre llueve en
Schuaima-, sus ríos, sus piedras, sus pájaros, sus lunas y sus soles –porque
hay dos lunas en Schuaima-. El viaje, el regresar, la huida, el encuentro, han
sido mis lugares de preferencias. Viajar tonifica la escritura, refresca los
ánimos de todo movimiento.
5.¿Es un
viaje iniciático, como el sueño o el del inconsciente, o solamente es un viaje
circunstancial u ocasional sin otra dimensión estética y transformadora?
Todo
viaje es estético y es transformador. Mis viajes oníricos son absolutamente
transformadores, como lo son también los viajes físicos. No hay un viaje
físico, por muy pequeño que sea, que no resquebraje estructuras, paradigmas,
mentalidades. Y así, a través de las visiones oníricas, he sabido de premios,
viajes físicos, el nacimiento de mis hijos, el surgir de mis poemas. Mis
poemas, la mayoría de ellos, vienen en la valija de lo metafísico, de la
oneiros que a veces me resulta esquiva. Cada vez más esquiva.
6. ¿Cuándo
se decidió a escribir los ensayos sobre José Ramos Sucre y César Dávila, qué
del suicido y ocultismo de ellos, le intereso para sí y para su obra poética,
como la median y oxidan o no?
Sólo
escribo de lo que me apasiona. Jamás he escrito un solo texto que no surja de
una motivación interior. Escribí sobre esos poetas obedeciendo a un llamado, no
sé si exterior (de ellos) o interior (mío). Pero sentí la necesidad de entrar
en comunión con sus búsquedas, con sus escrituras, con sus miedos, sus
terrores, sus fantasmas. Y la angustia de Ramos Sucre, fue mi angustia; la
desazón de Dávila Andrade, fue la mía. Me apasionaron sus poemas, sus cartas,
sus personalidades, sus orientaciones filosóficas y humanas.
7. ¿Podría
indicarnos tres elementos estéticos que le lleven desde sí mismo hacia y hasta
la escritura poética y cuál es la
condición y el carácter de su palabras o sus palabras?
Mis
preocupaciones (y las de mis otros) han sido las mismas siempre: el tiempo, la
muerte, la noche, el viaje, el camino. Las palabras más repetidas en mi poesía
son: muerte, camino, luz (lux), viento. Toda la vida me he preguntado sobre el
tiempo, guardando una estrecha relación, si no es lo mismo, con la muerte. La
muerte como un viaje, como un hecho transformador y revelador. Estas palabras
tienen una conexión suprema con lo que soy, con lo que somos. Estas palabras
nos definen como seres de la ensoñación y de lo físico. El camino, por ejemplo,
es un pálpito interno, una necesidad de poetizar el movimiento del poeta y de
la poesía.
8. Dentro
de la membrana y la substancia esencial de lo que hace: ¿Cómo se dan o no, que
intensidad mística y racional tiene la relación con la naturaleza (phýsis) y
con su temperamento excesivo (hybris) y por qué?
Yo soy
la naturaleza. Tal como me veo y veo a los otros en mí, es el mundo que me
rodea. El mundo natural no es sino una manifestación de lo que llueve por
dentro, de la brisa que mueve mis aparatos y mis riñones, mis vértebras. Si
creo en la magia, veo la magia. Todo es un asunto de visiones, de mentalidades,
de percepciones. Mi percepción no puede desvincularse de lo que soy y de lo que
seré, incluso de lo que no he sido –a lo mejor ya fui-. Soy un hombre rodeado
de signos, y esos signos me los da la naturaleza. Soy simplemente un olfateador
de resonancias, de cánticos naturales.
9.¿Cómo se
propicia y se llena de sentido o no, al lector, en su poesía y en con su obra
ensayística, y por qué le interesa o no el lector?
Me
interesa el lector después de la escritura. Todo lenguaje cifrado necesita ser
descifrado; todo signo codificado, debe ser decodificado. Sería tonto de mi
parte decir que no me interesa el lector. Pero esta es una posibilidad que me
viene después de la escritura. Antes de escribir, o de terminado lo escrito, no
pienso en el lector en el otro. Veo en el lector que soy, al otro, al lector
del más allá, del más acá. Así lo abarco. Pero no lo hago en el proceso pre o
durante la escritura misma. Estas son inquietudes que me vienen una vez el
libro ha sido publicado. Allí viene otra escritura, una nueva versión de lo
escrito: la interpretación de quien lee y se cuestiona a partir de lo leído.
10. ¿Nos
Podría decir un poeta y un ensayista que hayan sido decisivos y determinantes
en el constructo sensitivo y racional de sus sensaciones y naturaleza y por
qué?
Conocí a
William Blake antes de saber que era poeta. Cuando iba a publicar a Aniquirona,
soñé con William Blake, lo conocí a través de los sueños como ilustrador.
Entonces hablé con Guillermo Martínez González, editor de Aniquirona, y él me
corroboró la existencia de William Blake como poeta. Blake es muy significativo
para mí, pero antes de Blake había leído a Sceve, a Goethe, a Milton. Sin
embargo, William Blake es la figura tutelar. En cuanto a ensayistas, no tengo
mi preferencia. Te podría hablar de Bachelard, de Fritjof Capra o Maxwell Maltz
11. En
en el Manifiesto
de la mujer futurista (1912), decía
Valentine de Saint Point, que no hay hombre y mujer, sino masculino y femenino:
¿En qué o no en su poesía se instala está u otra relación creadora y relación
incitadora?
Yo soy
masculino y femenino. A veces mucho más femenino. Soy Alexander de Brucco, pero
también soy Aniquirona. Soy Oamá, pero también soy Yhoma. Soy un sujeto y un
objeto; soy el objeto observado y el observador; soy lo racional y lo
irracional. Y no es un juego de polaridades, no es la simple dualidad de
occidente. Yo soy la totalidad, bueno, al menos mientras escribo, al menos
mientras me fugo en la escritura. El resto del tiempo me toca poner el pie en
el piso de la razón, del sistema, del juego de la simulación. Pero luego me
hago total, me hago real, me hago absoluto. Entonces soy un hombre y una mujer,
soy lo masculino y lo femenino, pero también soy hibridación, sincretismo,
hermafrodita. Gracias a Dios poseo la virtud de reconocerme afuera. La poesía
no sería la misma si me negara estas virtudes. Ser la totalidad es un atributo
infinito.
12. En
su poesía, en el decir, usted busca una conexión con nuestra tradición poética
indígena y americana, recordándome un poco a los poetas Edgar Plata y Álvaro
Medina: ¿Por qué sí o por qué no y que propone la suya?
Yo no
busco –ese no ha sido mi propósito- una conexión con una tradición poética indígena. No la conozco, no sé si existe. Lo mío no es
indigenista, no es poesía escrita por un indígena, jamás ha tenido esa
voluntad.
Cuando
estuve en Chichen Itzá, me perdí entre los árboles. Estuve solo, respiré solo,
caminé solo. Yo andaba con un grupo de italianos, orientados por un amigo poeta
y antropólogo, pero decidí apartarme del camino. Luego hablé con la pirámide,
escuché sus cantos, y de esa experiencia del silencio, de la observación y de
la contemplación, nació La Ciudad de las piedras que cantan. Yo creo que más
allá de buscar rótulos y categorías, así se juzgue equivocadamente desde lo
racional –como ya lo han hecho algunos poetas- esos poemas nacen, necesitan ser
contados, son las vibraciones y las reverberaciones de unas piedras que cantan.
Yo sólo fui un instrumento entre lo intangible –desde los ojos de la razón- y
el papel, el libro.
13. ¿Qué
consideración contradictoria o no, tiene usted alrededor de la formación del
poeta en talleres, escuelas o para decirlo con Auden: Escuela de Bardos?
La mejor
escuela es la poesía misma, la lectura misma. El novel poeta debe silenciarse y
entrar en correspondencia con esa llama que lo ahoga, esa llama que tiene la necesidad
de manifestarse, y eso muchas veces no se da en los talleres. En ocasiones los
talleres contienen mucho ruido, mucha perorata ciega. La poesía es como el zen.
La mejor manera de encontrar la poesía es no haciendo tanta bulla, tanta
alharaca a la hora de buscar el lenguaje que casi siempre es silencioso.
Ninguna teoría se acerca a la poesía, la poesía se aleja de definiciones y
consideraciones filosóficas o científicas.
14. Raras
veces leemos un poeta que como usted se inquieten (inquietud inquietante) en
revelar la atmósfera de la luz y el color como por decir, una palabra paisaje:
¿Desde donde usted lo hace: ¿Por qué?
Desde lo
que soy, desde lo que me compone. No podría escribir, como ya he dicho, desde
lo que no soy o desde lo que no he sido. Mi escritura, toda escritura lo es, es
mi espejo, mi rostro. La mejor manera de definirme es escribiéndome, que no
siempre lo hago de manera consciente, casi nunca. Entonces lo que escribo es
cómo veo el mundo, como lo interpreto, como lo decodifico, si es que acaso
tengo la facultad de hacerlo. El acto creativo es una aspiración de lograr o
alcanzar la realidad última, en eso estamos todos, por lo menos los poetas. La
escritura entonces es mi aspiración de describir esas sustancias que vienen
conmigo, que me construyen, que me hacen.
15. ¿Cuál
es la misión o la tarea de la poesía en usted y de usted hacia él Otro, en la
formación de el pueblo de la poesía, si acaso podemos llamarlo así?
Mi
misión, si acaso soy consciente de ella, es mostrar una cosmovisión muy
personal, muy particular, que seguramente se toca o hace cuadratura con otras
visiones y otras cosmogonías. Es casi la necesidad de armonizar unas voces
cotidianas, comunes, pero que no todos tienen la facultad o la virtud de
escuchar. Yo hablo desde un lugar desconocido, misterioso, porque ese es lugar
en el que me he encontrado siempre. Ahora, es el lector quien decide si quiere
habitar o recorrer esos espacios.