lunes, 13 de agosto de 2012
domingo, 12 de agosto de 2012
miércoles, 8 de agosto de 2012
JOSÉ
IX
EL LIBRO DE JOSÉ
Soy el prestidigitador
El hombre que traduce la voz de los espejos.
El sol, la luna y las estrellas,
Tal como me lo reveló la nave tortuosa de los
sueños,
Me iluminarán hasta el final de las jornadas.
Luego de sesgada la parvada de los astros
-Que bajan cantando sus templanzas por los
recovecos de la tierra-
Se posará ante mí
Un séquito de sombras
Que me traducirán el advenimiento de otros
mundos.
Soy el prestidigitador,
El patriarca hebreo al que le encomendaron la
cifra de los ríos,
Soy nieto de Isaac e hijo de Jacob;
Me ha sido dado develar
El velo de la noche,
El agua de la altura y sus antorchas,
El vuelo sombrío de la muerte.
Soy José
Interpretador de sueños:
Los collares del tiempo
Se extienden a mi espacio
Y arremolinan mis diagramas
Como un fantasma que le huye
A las alas impalpables del sepulcro.
En la luna de las hojas cayentes
-La luna del pasto rojo-,
Vendrán a mí
Los juegos de las nubes,
Y las imágenes del cielo
Como un gigantesco himno
Abrirán los pórticos del mundo
Para afinar los caballos del Apocalipsis.
Soy el prestidigitador
Me ha sido dado develar
Los sueños del copero y sus alforjas
Del amasador de harina y sus viandas
Del mago y sus últimos calvarios por la
tierra:
Tendré delante mío
La vid con sus sarmientos,
Los canastillos de pan
Que pronosticarán la muerte,
Las siete vacas del Faraón
Pasando por las riberas del Nilo solitario.
El centeno ondulado por las alegres ruecas
Me contará la angustia en la que se encuentra
Una muchacha loca como el aire
En las impresiones del vuelo, el agua, los
sueños, las orillas.
Soy el prestidigitador
Si me muestran sus manos,
Habrán conocido las aflicciones en las que se
encuentran sumidos
Los fantasmas de otras tierras.
sábado, 4 de agosto de 2012
JACOB
VIII
JACOB
He descubierto a la sombra de la escala,
Que el número del hombre
Continúa siendo, inclusive hasta la muerte,
El número desigual de la escalera.
Que mi lucha banal con las alturas
Me arroja hacia el fuego, hacia el agua, hacia
el aire;
Hacia el rojo, hacia el azul, al amarillo
Y que a través de mi visión por la escalada,
No existe el arriba, la izquierda, el abajo,
la derecha,
El horizonte.
Escuchen!
Cambio mi primogenitura, mi herencia, mi
camino
Por un peldaño hacia las sombras;
Cambio mi batalla con el ángel
Por un pequeño surco,
Por la siega,
Por el viejo campanario que se dobla como
muchacha triste
Cambio toda disposición de altura
-Ahora ni siquiera mi espíritu es del aire-
Por aferrarme a un centímetro de tierra.
El trueno, la lluvia, el viento, la roca
Regatean a costillas de mi enfado
Una hectárea de velámenes y olores.
No sé si fue Auriel, Rafael o un fantasma
No sé si fueron Ondinas, Sílfides o Gnomos;
Tal vez me enfrenté al reflejo vibratorio de
mi imagen,
Al movimiento mezclado de mis formas:
Al águila, al león, al toro,
Al pisón, al gihón, al hiddikel, al nilo;
Tal vez al sepulcro, a las sombras,
Al espectro imposible que me habita,
A la blasfemia de saberme casi humano.
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