sábado, 25 de febrero de 2017

CONSTRUCCIÓN DE UN ESPACIO ONÍRICO Y DE EXILIO EN LOS POEMAS “X” y “XXII” DEL POEMARIO ANIQUIRONA DE WINSTON MORALES CHAVARRO




Magíster en Literatura
Poesía II
Lucía Norambuena Marambio


CONSTRUCCIÓN DE UN ESPACIO ONÍRICO Y DE EXILIO EN LOS POEMAS “X” y “XXII” DEL POEMARIO ANIQUIRONA DE WINSTON MORALES CHAVARRO
Lucía Norambuena Marambio
Profesora de castellano y Magíster en Literatura
Universidad de Playa Ancha
Chile


Resumen

En 1998 Winston Morales publica su primer poemario titulado Aniquirona, el cual nos presenta un mundo idílico que bordea lo paradisíaco, donde hombre y natura se aúnan para crear un espacio poético denominado Schuaima. Es allí donde el sujeto poético juega con el imaginario del lector dejándolo en la expectativa de no saber si ese sitio es real o es parte de un sueño que tiene el hablante y del cual no quiere despertar, para no tener contacto con la vida cotidiana cargada de hastío y ruidos. Es así como, además, se identifica un exilio albergado por el sujeto que lo invade en este espacio tan extraño y misterioso.

Palabras claves: Exilio- Onírico-Schuaima- Winston Morales Chavarro.

El ser humano, desde que se constituye como civilización a través del sedentarismo, ha manifestado la necesidad de pertenecer a un lugar. Por lo mismo, verse obligado a dejarlo, ya sea real o simbólicamente, generará lo que es considerado como desarraigo, cuyo concepto implica extinguir por completo una idea o una costumbre enraizada en la vida de las personas, o bien, implica un proceso en el cual se crea un cuestionamiento por parte de los seres humanos para dejar la concepción pasada y retomar una nueva visión del mundo. El desarraigo tiene relación con el concepto de exilio, debido a que ambos generan una ruptura biográfica. Luis Pradenas en su texto Exilios, el hombre bicéfalo afirma que el exilio “supone enfrentar una situación de ´crisis´, en la que cada persona es confrontada al desafío de reconstruir su sistema de creencias y el conjunto de sus modelos de conducta, ´condicionamiento mental´ heredado de sus pertenencias sociales y culturales” (2006:24). De acuerdo con lo expuesto se puede establecer una similitud en la percepción que tiene un individuo al enfrentar un exilio o un desarraigo, pero no refiriéndose a ambos conceptos como un modo territorial, sino como un abandono personal que guarda relación con las creencias o los valores adquiridas en la vida y que en otra etapa se despojan a modo de criterio personal.

El presente trabajo analizará el espacio poético denominado Schuaima como un lugar de exilio y con características oníricas en los poemas “X” y “XXII” del poemario Aniquirona de Winston Morales Chavarro publicado en 1998, que se justificará con los planteamientos teóricos de Sigmund Freud y Marina Gasparini. Se identificarán dichos conceptos por la necesidad del sujeto poético de no abandonar el espacio de idilio que representa un exilio como elección de él y definido por las múltiples características oníricas que representa Schuaima.

Para sustentar el posterior análisis de los poemas descritos, es necesario referirnos a lo planteado por Gasparini con respecto a la temática del exilio. La estudiosa afirma que este “es un viaje sin retorno. No se regresa al lugar que abrió la geografía del extrañamiento en nosotros. Cambia la tierra de la que nos alejamos, cambiamos también nosotros” (27: 2011). Sin duda, el exilio implica un alejamiento del lugar de origen en el cual nos abren un portal territorial del que, finalmente, no queremos volver porque al hacerlo, nada de lo que se deja será igual, ni lo tangible, ni las personas.

Con respecto a lo anterior, la teórica plantea que “La persona que fuimos no es la misma que un día cualquiera deambula de nuevo por las calles de nuestros recuerdos” (28). Es así como la idea del retorno se marchita, debido a que todos los acontecimientos vividos en el lugar de origen se tornan parte del pasado, construyendo un nuevo presente en otro lugar que será diferente al descrito. Aunque debe entenderse el exilio no solamente como un errar por otros territorios, sino también por una constante reflexión y cambios internos que vive el ser humano cuyo factor fundamental es el proceso de transformación en su cotidianidad.

Es por esto que Gasparini abarca en su texto el concepto de patria no solo como un cambio de territorio para producirse un exilio, sino también se refiere a una errancia “hacia esa patria que no se encuentra en ningún mapa” (28). Por lo anterior, la patria no sólo se debe entender como lo tangible, la tierra que fue dividida por el humano, sino más bien por un deambular en una extrañeza que tiene que ver con la interioridad del ser.

Es importante destacar lo anterior, debido a que constantemente el ser humano se enfrenta a situaciones de extrañeza que tiene un significado inexplicable para la razón, así lo percibe también Gasparini cuando manifiesta que
quizá la vida sea justamente eso, un atravesar siempre de nuevo el territorio de la extrañeza, doloroso sentimiento de no pertenencia, para, con mirada fija en el camino, buscar los horizontes en los que internamente reconocemos. (29).

Es así como se reitera la idea de enfrentarse consigo mismo, con los fantasmas que habitan los espacios interiores, para alejarnos de aquel lugar que daña pero, al hacerlo, hay un riesgo que el ser humano debe enfrentar, la soledad. Es por lo anterior que se utiliza un sinónimo clave para entender la soledad en el exiliado, ya sea externo (territorial) o interno (reflexivo). Todo exiliado posteriormente se convierte en el extranjero de un territorio, o bien de un cambio en su visión del mundo o consigo mismo. O de ambas

Es así como Gasparini plantea que “El desterrado es un extranjero. También lo es el exiliado. Extranjeros son el exiliado y el desarraigado. Extranjero es el otro, el distinto a mí. Extranjero es el que yo no soy” (29). Y al no ser, establecemos inmediatamente una diferenciación entre la normalidad y la extrañeza. Así, sin lugar a dudas, el extranjero será diferente a quien deambule por su espacio de origen, con una cultura, un idioma y unas costumbres distintas. Bajo esa lógica
El desterrado es usualmente reconocible. Lo pone en evidencia su mirada desorientada. Sus palabras y errores lo revelan; sus silencios y sus modos distintos de comportamiento lo señalan como el venido de afuera. (29).




La cita anterior reafirma lo descrito anteriormente, el exiliado será visible en sus formas con aquellos que habiten el espacio no reconocido y extraño por el foráneo. En definitiva, Gasparini establece dos formas de exilio; uno externo que tiene relación con el territorio tangible que denomina como patria, y también con un exilio interno por parte del ser humano, que se vincula con una retrospección en el comportamiento mismo del ser. Así, cabe inferir que dicho exilio es el alejamiento del hombre con el mundo, debido a que no se siente parte de este. Un ejemplo claro es el de los románticos del siglo XIX quienes en plena época industrial, deciden huir del espacio de destrucción y aferrarse a la poca naturaleza que fue devastada en manos de la modernidad.

Por otro lado, debe definirse el análisis en relación al concepto de sueño que se plantea en los poemas elegidos de Winston Morales Chavarro. Así, en el texto La interpretación de los sueños, Freud define estos a través de un estudio acucioso con sus pacientes, otorgando una distinción sicoanalítica en el significado de los sueños y lo que producen en la mente de las personas.

Freud plantea que los sueños representan símbolos que se originan en nuestras mentes por diversos estímulos “El sueño puede representar simbólicamente el estímulo como tal, la naturaleza de la excitación producida y el objeto al que tiende o bien hace entrar al yo onírico en una relación concreta con las simbolizaciones del estado mismo por el que atraviesa” (58: 1986). Referente a lo anterior, el sueño nace después de la construcción de un estímulo que provoca nuestro cerebro bajo el carácter de un símbolo.

Pero además, cabe destacar que no sólo los sueños se originan por un estímulo, sino también por una fantasía reprimida por nuestra mente “Aparte de la enorme variedad de la representación, hallamos en todo sueño, como fuerza central, una actividad simbolizante de la fantasía (59). Es por esto que es necesario comprender que los sueños son originados por un estímulo que envía el cerebro,  posterior a una fantasía o a un deseo que el ser humano tenga. Por esta razón, Freud plantea que los sueños son optativos, es el ser quien elige que soñar: “Sé desde luego que […] mi afirmación de que todo sueño es una realización de deseos y que no existen por tanto sino sueños optativos (114).

La interpretación de los sueños aborda dos rasgos fundamentales que no pueden desligarse de los sueños: deseo y fantasía. Sin embargo, existe un análisis de estos en función de la proximidad del tiempo real con el tiempo onírico. Así, Freud afirma que “el sueño prefiere evidentemente las impresiones de los días inmediatos anteriores” (139), pero que esa distancia temporal debe conformarse de acuerdo con una selección de los acontecimientos, “recordando no lo esencial e importante, sino lo accesorio y desatendido” (139). Entonces, los sueños son acontecimientos vividos en un corto tiempo y son la selección de nuestra mente referente a lo anexo, a aquello con menor importancia (139).Sin duda, Freud permite un vasto análisis acerca de los sueños y  la configuración de estos en la mente del ser humano. Así, afirmó, además, que los recuerdos previos provocados por un estímulo de fantasía o bien, del deseo dirigido a un símbolo, avivan el surgimiento de los sueños.

En el poema “X”, el hablante comienza a recordar su niñez enumerando elementos pertenecientes a la casa de la infancia. Pero en ese pasado se reitera un sentimiento de tristeza que el hablante lleva  hasta el presente. Debido a ese pesar, a que al sujeto le “sobra coraje para amar la muerte” (Morales, 1998: 16) es que llega mediante un exilio interno y de reflexión a Schuaima.

Gracia a la muerte / Estoy en Schuaima / Otro modo de existencia / Otra forma de quedarse / Y acostumbrarse a los recuerdos / A uno mismo,  / A ese otro conocido (16).
En la cita anterior, se evidencia un cambio en la visión territorial, el hablante se refiere a un pasado y un ahora que se llama Schuaima, donde todo es diferente, donde debe adaptarse a una nueva forma de vivir. Tal cual lo planteaba Gasparini, quien afirmaba que todo ser humano se siente solo en otro sitio que no es su lugar de origen, por ende, es él quien debe climatizarse en el nuevo lugar.
Luego, el sujeto insiste en expresar un temple de ánimo hostil al señalar el pasado que dejó “Desprovisto de mi antigua ropa/ desnudo/ con los ojos abiertos/ entregado a la pasividad al permanente transcurrir/ por el valle de las tristezas” (17).Sin duda, el sujeto deja atrás lo vivido y se aproxima a vivir una nueva vida, con los ojos abiertos para no cometer los mismos errores de antes y con la tranquilidad que amerita el vivir un presente en Schuaima. Así lo reafirma la siguiente cita: “Antes de que cayeran las hojas de los árboles/ antes de que el viento dibujara otro reloj/ con las estrellas/ estaba en Schuaima” (17).




La temática del exilio también se evidencia en el poema “XXII” del poemario Aniquirona donde el hablante describe aún más su estancia en Schuaima y cómo se siente infinitamente agradado al enfrentarse a un sitio cuyo carácter preponderante es la naturaleza con sus colores y sonidos:
¿Acaso en Schuaima la luz?/ la gran nube en forma de ánfora/ donde todas las tristezas se evaporan/ y los niños juegan con los tamariscos y los pájaros?/ Schuaima es la nación/ donde todos los que se fueron han llegado(33).

En la cita anterior se interpreta cómo el sujeto describe las características positivas al estar en Schuaima, debido a que representa un espacio de alegría, de luz, donde hombre y natura se aúnan para formar un solo mundo. Es por ello que todos los hombres que huyeron de su lugar de origen, o bien se alejaron de la nación hostil del pasado, deciden refugiarse en Schuaima para alcanzar la plenitud que no les fue otorgada en su espacio heredado por la vida apresurada o la sociedad materialista.

Todos los personajes que en el mundo real tienen características negativas para la sociedad, se reúnen en Schuaima. El hablante los invita a todos a vivir la experiencia de buscar la salvación o, alejarse por un instante de sus vidas cotidianas para convivir con los elementos de la naturaleza:
Crucen amigos de infancia/ vengan marineros y soldados muertos/ vengan prostitutas/ que los músicos desnuden su tristeza de guitarra/ y los villanos se levanten de sus prisiones/ ¡Hay pan para todos!/ venga también el salmista, el misionero,/ judíos, mahometanos y gentiles/ crucen pescadores con sus redes de plata/ y el místico con su trozo de parafina(33).

Es así como el sujeto invita a todos esos seres a exiliarse por un tiempo en Schuaima, con la finalidad de que curen su tristeza, ya que este espacio es “la luz de la lámpara gigante” (33), en donde el pan alcanza para todos, nadie tiene prohibición de buscar refugio en Schuaima. Sin embargo, hay una única restricción, nadie puede depositar negatividad, oscuridad o revivir el pasado de tristeza, porque todos los personajes deben aportar luz y contagiarse de ese mundo de felicidad para transformarse en un ser puro, “marchen hermosos gusanos/ es hora de tejer las alas para remontar el vuelo,/ después de la metamorfosis/ ¡todas las larvas serán mariposas!” (34).

Es así como el hablante establece un símil entre la transformación de una mariposa con la evolución que tienen los seres humanos al estar en contacto con este sitio idílico. Nadie continúa igual luego de exiliarse en Schuaima, porque nadie al volver del exilio lo es, ni menos todo lo que se deja en el lugar de origen.

     Por otro lado, ambos poemas tienen carácter onírico, pero el poema que inicia el viaje a través del sueño es el poema “X”, donde el hablante manifiesta que la roldana es el objeto que lo inicia este mundo
la roldana y el cubo/ cantaron la caída de mi cuerpo/ a través del túnel de las sombras/ su música blanca; / -cántico dormido al final del pozo/ formó una gigantesca onda/ que cubrió de canciones y músicas eternas/ mi espíritu de pájaro/ mi alma de águila nocturna(16).

Luego de verse sumido en este sueño, todo comienza a convertirse en una enumeración de estímulos de deseo como bien lo afirmaba Freud, ya sea el cántico que comienza a envolverlo en este final del túnel que es Schuaima, o bien el verse envuelto en la natura propia de dicho espacio. Aquella configuración de los sonidos le son propios a la flora y la fauna que habitan en Schuaima. Así también el carácter de libertad que siente el hablante, convirtiéndose en pájaro o en alma de águila que vuela por los senderos de este lugar.

Posteriormente, describe cómo aquel viaje otorgado por la roldana de vino lo hizo descubrir un mundo del cual no quiere alejarse: “he abierto los ojos a la vida/ luego de ese viaje inexorable/ después del paso transitorio por el sueño./ la música de la rondana llegó como el sonido de las aguas” (17). Según Freud, nadie puede huir de los sueños, porque son un cúmulo de recuerdos próximos que están en el imaginario y que afloran en función a estímulos propios del deseo o de la fantasía del ser humano. Es por esto que en los poemas se identifica claramente cómo el hablante desea estar y refugiarse en este espacio llamado Schuaima que tiene carácter onírico por representar un mundo idílico, paradisíaco, debido a que se evidencian elementos propios del espacio descrito en La Biblia.
No se debe interrumpir el sueño del hablante con ninguna característica negativa “para no despeinar el sueño/ de extranjeros y visitantes” (33) porque de ser así, el sujeto deberá sumirse al mundo real y cotidiano del cual no se siente parte.
Ha llegado el instante de multiplicar pájaros y peces/ es la hora del fuego/ la hora del canto y del grito/ despójense de su armazón y de su escafandra/ los científicos/ vengan los alquimistas con el rayo y el trueno(34).

El hablante configura un mundo a su semejanza, e invita a todos los extranjeros -aquellos seres que conviven a diario con la angustia de la realidad materialista que impera en la realidad- a vivir la experiencia divina de huir de la hostilidad de la vida real y refugiarse, aunque sea por un instante, en la luz y la tranquilidad que otorga Schuaima, el sueño de este espacio.

En conclusión, el análisis abarca dos temáticas claves, el cómo el sujeto poético se ve envuelto en un exilio interno provocado por un sueño, cuyo espacio físico se denomina Schuaima. Este lugar, además, tiene características similares a las del paraíso descrito en La Biblia, donde sujeto y natura se desenvuelven sin ningún cuestionamiento, adquiriendo ambos una confusión cuando en el poema “XXII”, el hablante se siente libre al emprender el vuelo, tal como lo hacen los pájaros.

En este mundo onírico, todos son bienvenidos, no hay restricciones morales ni éticas, lo único que se prohíbe es ensuciar la tranquilidad y la armonía que otorga Schuaima, en donde nadie vuelve a ser igual, todos son extranjeros que vienen a transformar sus vidas las instancias de oscuridad pasada; todos aquellos errantes en ese sitio ya nunca vuelven a ser quienes fueron.

Finalmente, es visible un estudio de Aniquirona referente a los rasgos eróticos que presenta el personaje femenino llamado de igual forma que el título del poemario, quien es la causante de invitar y trasladar de la mano al sujeto poético, quien se ve envuelto en un estado de amnesia al verse atrapado sexualmente por esta mujer. De esta manera, Schuaima no sólo será atractiva por las características paradisiacas propias de un sueño alejado del mundo cotidiano, sino también para contemplar y disfrutar de la compañía del amor que le otorga Aniquirona en Schuaima.









Bibliografía


Freud, Sigmund (1986). La interpretación de los sueños. Bogotá: Planeta- Agostini.

Morales, Winston (1998). Aniquirona. Trilce Editores, Bogotá 1998.

Pradenas, Luis (2006). Exilios, el hombre bicéfalo. Teatro en Chile: huellas y trayectorias. Siglos XIV y XX. Santiago de Chile: L.O.M.

Gasparini, Marina (2001). El reino del exilioExilios. Poesía latinoamericana del siglo XX. Caracas: Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, 2012














sábado, 18 de febrero de 2017

L'UNIVERSO DI WINSTON MORALES CHAVARRO E L'IDEAZIONE DI UNA NUOVA GENESI




ANTIDA VETRANO
Università degli Studi della Calabria
Facoltà di Lettere e Filosofia
Calabria-Italia.

Non v'è causa d'errore più frequente che
la ricerca della verità assoluta.
S. Butler, Taccuini




4.1 Winston Morales Chavarro


Winston Morales Chavarro nasce a Neiva Huila, in Colombia, nel 1969. Narratore, poeta e saggista, oggi, all'età di 36 anni, è uno dei migliori artisti colombiani, motivo per il quale ha ottenuto speciali riconoscimenti e vinto numerosi concorsi letterari, tra cui Poesía Organización Casa de Poesía (1996), i Concorsi Dipartimentali del Ministero della Cultura (1998) e, nel 2000, ha rappresentato il suo Paese al I Festival di Cultura Colombiana a Milano, in Italia. La sua ricca carriera lo vede anche comunicatore sociale e giornalista, nonché direttore editoriale e fondatore del quotidiano Neiva; ruoli che si affiancano a quelli di co-direttore della rivista Indice de Literatura, di membro del consiglio editoriale della Revista Hojas Sueltas-Neiva e di corrispondente del periodico spagnolo Alhucema.


Lettore appassionato di autori quali Virgilio, W. Blake, J. Milton, J. W. Goehte e C. Milosz, Winston Morales Chavarro è fermamente convinto del fatto che filosofia e poesia abbiano un'origine comune e che, mediante una voce esterna, un “alito poetico”, il poeta abbia libero accesso alla conoscenza soprasensibile. È per questo che, pur apprezzando Romanticismo, Simbolismo e Surrealismo, egli non si identifica in nessuna corrente letteraria o scuola di pensiero, ma ritiene di aver subito solo l'influenza della filosofia trascendentale e dei principi ermetici.


Degne di menzione sono le sue antologie, quali Crónica Poética del Huila e Nuevas Voces de Fin de Siglo, ma è grazie alle opere poetiche che Winston Morales Chavarro deve il proprio successo. Difatti, Aniquirona (1998), De Regreso a Schuaima (2000) e Memorias de Alexander de Brucco (2002) vengono considerate delle opere pregevoli, in quanto racchiudono l'essenza del suo pensiero. La particolarità insolita che anima la poesia di questo autore colombiano è una serenità violenta, un contrasto del quale egli si serve per descrivere le molteplici situazioni di una realtà instabile. Tale ossimoro, infatti, evidenzia la determinazione che egli dimostra nell'opporsi all'ambiente circostante, che spesso cerca di assoggettarlo alle leggi dell'ipocrisia sulle quali si regge. Chavarro, però, trova il suo punto di forza in una tranquillità sobria, ma allo stesso tempo ostinata, che gli consente di reagire e di non essere sopraffatto da un mondo in contraddizione ed incoerente. Tutto ciò viene contornato da un lirismo semplice e da un'intensa ispirazione religiosa, che trae spunto dalla Bibbia, di cui il poeta si avvale per cercare di attribuire alle cose l'esatto valore, evocando sogni e tormenti, pene e felicità.






4.1 La trasfigurazione di un mondo: Aniquirona e De Regreso a Schuaima



Nonostante abbiano fatto la prima apparizione a due anni di distanza l'una dall'altra, Aniquirona e De Regreso a Schuaima sono due raccolte di poesie saldamente congiunte tra loro.


Aniquirona è un'opera essenziale per capire lo sviluppo e la crescita artistica di W. Morales Chavarro. In questa raccolta di poesie, apparsa nel 1998, si assiste all'evoluzione letteraria del poeta, che culmina con il raggiungimento di una saggia maturità: egli dà libero sfogo alle idee ed alle emozioni più profonde, seguendo l'esempio di uno scrittore cileno del Novecento, V. Huidobro, secondo il quale il poeta altri non è che un piccolo Dio con il compito di inventare continuamente il mondo. Anch'egli, quindi, crea il proprio universo: Aniquirona, donna e mito, carne ed immaginazione, voce e silenzio, frutto dei suoi sogni più intimi e segreti. Alla base di questo nuovo mondo si ritrova l'idea che l'autore ha della donna: attribuendole una sorta di deismo e di magnificenza, W. M. Chavarro vuole rendere omaggio non ad una in particolare, bensì all'intero genere femminile.


Egli non crede nella differenziazione in poli opposti, poiché sostiene, invece, l'esistenza di un'unica specie divisa in "gradazioni" differenti: di conseguenza, la femminilità sarebbe un altro grado di ciò che si conosce come genere e lo stesso vale per la virilità. In tal caso, oltre ad essere presenza onirica della femminilità, Aniquirona simboleggia la poesia, la morte, la natura e la storia. In ogni componimento, e di volta in volta in modo differente, siffatta Creatura rappresenta l'archetipo nel quale si fondono la necessità del tutto ed una voglia intensa di eliminare il tempo e le frontiere della vita e della morte; icona del perturbante, Aniquirona è ad un tempo corporea ed invisibile, concreta e sconosciuta. Inoltre, la fiducia energica che l'autore ha nei poteri del sogno e dell'immaginazione mette ben in evidenza la forte carica di desiderio e di eros sprigionata da questa nuova Eva.


Il punto di partenza dei poemi di Aniquirona è rappresentato dall'idea che W. Morales Chavarro ha della Poesia: essa è un cammino che accompagna il poeta per tutta la vita e, derivante dall'incontro delle sensazioni del tempo con i suoni dello spazio, fonde realtà ed immaginazione. Da questa unione viene fuori un nuovo mondo, basato sulla naturalezza e sulla spontaneità, dove la natura si trasfigura ed abbandona la triste opacità dei suoi elementi per farli rivivere sotto forma di immagini appartenenti alla luminosità magica. Di conseguenza, dimorando in un ambiente trasfigurato, Aniquirona diventa il simbolo della donna, della magia e del fuoco delle cose e, dunque, anche un inno alla naturalezza. Una simile voglia di semplicità e di ingenuità deriva dal bisogno che l'artista sente di allontanarsi dal caos e dalla mediocrità della società odierna, contornata da molta apparenza e da poca profondità, dove tutto è un mero spettacolo, mentre la cultura viene lasciata sempre più in disparte. Avvalendosi di un linguaggio esuberante e passionale, associato a forme limpide e vivaci, W. M. Chavarro dà vita ad una scrittura gradevole ed intensa. Proprio mediante la sua schiettezza mette in discussione le verità assolute e ricorda al genere umano che la sua presenza breve e fugace nella vita terrena ha un prolungamento solo ed esclusivamente nella poesia.





La seconda raccolta più importante dell'autore colombiano, De Regreso a Schuaima, pubblicata nel 2000, è strettamente collegata alla prima, in quanto le sue poesie descrivono la regione, inventata, in cui abita Aniquirona. Più che di un mondo onirico si tratta di una vera e propria forma di distacco dalla realtà circostante, con l'intenzione di far sentire la sua presenza sempre attiva, tanto da sfociare in una sorta di misticismo e di trascendentalismo a priori.


Se Aniquirona incarna la Donna, Schuaima rappresenta il Luogo per eccellenza nel quale ella dimora, o meglio, l'Utopia. Si tratta del luogo della memoria, profumato e ricco di fiumi, di vulcani e di luce, dove le cose acquistano maggior valore se percepite attraverso l'olfatto. Si tratta, quindi, di un mondo che scavalca i limiti della quotidianità e del mediocre, di uno spazio accessibile tramite gli sdoppiamenti dell'io e la ricerca febbrile di un linguaggio che si trasfigura per sfuggire alle ossessioni ed alle paure della notte. Inevitabilmente, alla notte si associa la morte, tema molto ricorrente nella poetica chavarriana ed al quale l'autore si approccia provando una duplice sensazione di timore e di fascino.

Tuttavia, la ferma convinzione che essa sia semplicemente un ponte che conduce a volte verso la fine, altre verso la vita, fa sì che il poeta non si scoraggi davanti alla sua minaccia; al contrario, egli trova nell'arte e nella cultura in genere la forza per andare avanti, tanto da sperimentare una morte differente, una "Morte viva", che lo guida fino al regno di Schuaima. Variante originale del paradiso edenico, questo nuovo mondo rappresenta un ritorno alle origini (implicito già nel titolo stesso dell'opera), una riconciliazione con la natura, che ora parla la stessa lingua del poeta, dove ogni cosa è fresca e vitale, lontana dal grigiore e dalla tristezza dello spazio terreno.


Tale processo creativo inizia con Aniquirona: è lei la chiave di accesso al regno dell'aldilà, colei che ispira l'autore nella composizione di ogni sua poesia, accompagnandolo per tutto il viaggio che porta a Schuaima. In realtà, W. M. Chavarro si serve di questa guida "eterna" per sottrarsi anch'egli all'oblio, sentendo l'irrefrenabile desiderio di restare impresso per sempre nella memoria altrui e di infrangere qualsiasi barriera spazio-temporale.


Nelle raccolte di W. M. Chavarro s'incrociano due correnti: una rappresentata dal mondo onirico, che dà vita a Schuaima e ad Aniquirona, l'altra evidenziata dal substrato religioso, che rivela un'analisi demitizzante dei personaggi biblici. Entrambe si nutrono reciprocamente e senza contraddirsi grazie all'uso del linguaggio e della costante della morte come processo vitale.







4.1.1 Memorias de Alexander De Brucco



 Nel 2002 Winston Morales Chavarro pubblica un'altra raccolta di poesie: si tratta di Memorias de Alexander De Brucco, l'ennesimo tentativo da parte dell'autore colombiano di contrapporre all'ostinata asprezza della vita la dolcezza e la serenità della parola. Come per Aniquirona e De Regreso a Schuaima, anche in questo caso si tratta una raccolta anonima: le trentuno poesie che la compongono sono scritte da un autore fittizio, Alexander De Brucco appunto, che si nasconde dietro ciascun verso, evitando accuratamente di lasciare tracce che consentirebbero di identificarlo. I suoi versi riguardano tutti i protagonisti biblici più importanti: Adamo, Eva, Caino, Abele, Noè, vengono qui "modernizzati", rappresentati, cioè, in relazione alla contemporaneità. L'autore non crede nelle verità assolute e, di riflesso, i suoi personaggi difettano sia del rigore del cattolicesimo, che di qualsiasi riverenza nei confronti dei paradigmi e dei dogmi prestabiliti.


Ogni componimento è guidato da un senso cronologico e coerente che lo ricollega al successivo, consentendo al lettore di esplorare l'universo poetico del testo completo. Ecco allora che il poeta riesce ad attirare l'attenzione di chi legge verso gli echi della storia sacra, impiegando un linguaggio spontaneo e colorato che si dimostra in grado di andare oltre la fugacità e la fragilità delle cose e che sconfigge quelle sensazioni di inquietudine e di incertezza nocive alla vitalità umana.


Al pari di Aniquirona e di Schuaima, anche le Memorie descrivono un universo particolare e personale, avvolto da un mistero apparentemente irrazionale, ma in realtà genuino; si ha di fronte uno spazio aperto, dove la natura esprime la propria tipicità mediante uccelli incantati, essenze celesti e canti magici provenienti da boschi e fiumi. Uno scenario del genere non può che richiamare alla mente l'Eden perduto, dal quale tuttavia si differenzia per una ragione fondamentale: mentre nel giardino edenico Adamo ed Eva si sono macchiati di una colpa, in quello chavarriano, invece, ci si riscatta dal peccato commesso, riuscendo quasi a recuperare quella condizione idilliaca rimpianta per tanto tempo. Tale somiglianza dà vita ad una sorta di parallelismo biblico che vede, da un lato, un testo cristiano di evidente stampo patriarcale, dall'altro, una scrittura pagana fiduciosa, una Bibbia del futuro che esplora il mondo dei racconti sacri sotto una prospettiva interamente ottimista. Amalgamando tradizione e poesia, W. M. Chavarro propone la riscoperta e la narrazione di tutte le leggende bibliche, alle quali conferisce un nuovo significato che accosta il dato storico all'esperienza quotidiana dell'uomo, riconciliando storia e vita.


A questa breve analisi va aggiunto un elemento fondamentale, di inconfondibile stile chavarriano: la poesia che interessa e stimola l'autore colombiano è quella "narrativa", che racconta, cioè, grandi eventi ed imprese straordinarie, evidenziando, così, un intenso vigore letterario. Un simile modo di fare poesia si contrappone a quello più classico e più facile della poesia "fotografica", atta unicamente ad immortalare un semplice istante, un amore effimero che si perde nel tempo. Ecco il motivo per cui l'unica corrente letteraria seguita da W. M. Chavarro è stata quella della parola, soprattutto per la sua ferma convinzione che chi scrive dei versi rappresenti un semplice strumento, un canale tramite il quale si diffonde il mare magnum della Poesia.



4.1 L'audacia di una donna: A Eva en el destierro (A Eva in esilio)


Qué hermosa es Eva Bella è Eva
Qué hermosa la serpiente que le rodea Bello il serpente che la circonda
El árbol que crece en su talle L'albero che cresce nella sua vita
El frutto carnoso que despliegan sus Il frutto carnoso che le sue labbra
labios mostrano
Al posar sobre la ocarina Mentre poggiano sull'ocarina
Su música en las orillas del bosque. Musica al confine del bosco.
Qué hermoso su cabello Belli i suoi capelli
-Grajillas oscuras que caen sobre sus -Corvi scuri che ricadono sulle sue
hombros perfumados- odorose spalle-
su nariz que respira otros mundos il suo naso che respira altri mondi
y crea para tantos laberintos e crea per così tanti labirinti
el azahar y las guirnaldas que los i fiori e le ghirlande che li
sostituya. sostituiranno.


Qué hermosa es Eva Bella è Eva
Qué hermosos sus tobillos Belle le sue caviglie
Las huellas que dibuja sobre la arena Le orme che disegna sulla sabbia
Para marcar el camino hacia la luz y Per tracciare il cammino verso luce
hacia las sombras. ed ombre.
Qué hermosos los hijos que le ha Belli i figli che ha scaraventato nel
arrojado al mundo mondo
El río que desciende por las colinas de Il fiume che discende le colline del
su vientre suo ventre
El volcán de sus ojos de fuego. Il vulcano dei suoi occhi di fuoco.
Qué hermosa esta costilla pensante Bella questa costola pensante
Este polvo sagrado Questa polvere sacra
Esta caña aromática Questa canna aromatica
Que guarda en sus pechos fragantes Che custodisce nei suoi fragranti
semi
Otra manzana para las épocas de Un'altra mela per le stagioni di
lluvia. pioggia.



La terza raccolta di W. M. Chavarro esordisce con una poesia dedicata ad Eva, prima donna e madre del genere umano, e dà inizio, così, alla sequenza logica e cronologica che narra le vicende dei vari personaggi biblici. Questi ultimi, però, vengono raffigurati sotto una prospettiva più umana, che ne evidenzia al contempo la fragilità, poiché soffrono e si disperano come ogni uomo, e la speranza, in quanto attribuiscono un valore edificante e positivo agli sforzi della vita terrena. La lettura della poesia (e del libro intero) non risulta noiosa e stucchevole, in quanto, grazie all'uso di una varietà assortita di luci, di colori e di sfumature, De Brucco-Chavarro musica ed esalta ogni singolo verso, evitando qualsiasi tipo di giudizio moralista e conferendo a tutto il contenuto energia e dinamismo.


La motivazione principale che ha indotto questo autore a scrivere una poesia su Eva è il rispetto che egli ha per la donna in genere e, tramite i suoi versi, ha sentito la necessità di reintegrarla nella società dalla quale è stata esclusa. Egli è convinto che la colpa di tale alienazione sia da imputare alla religione moderna, interamente al maschile e, soprattutto, fondata sui pregiudizi nei confronti del genere femminile o meglio, per usare un'espressione chavarriana, dell'altro "grado". Lo scrittore mira a ripristinare il riguardo di cui la donna godeva al tempo degli Egizi e dei Greci, quando il binomio femminilità-naturalezza era indissolubile ed ossequiato, nonché a renderla nuovamente parte attiva di una società dalla quale è stata emarginata ed usata alla stregua di un oggetto senza importanza.
Nonostante il deciso rifiuto da parte dell'autore sudamericano di qualsiasi forma sia di retorica che, al contrario, di laconicità, A Eva en el destierro è un componimento molto ricco, non solo dal punto di vista contenutistico, ma anche sotto il profilo simbolico. Il testo, che già dal titolo rende noto il soggetto di cui ci si accinge a parlare, presenta una tripartizione piuttosto netta: la prima parte (vv. 1-6) fa riferimento al peccato originale; il secondo segmento (vv. 7-15) descrive le qualità fisiche della prima donna; infine, nella terza unità (vv. 16-23) vengono presi in considerazione sia il rapporto che Eva ha con l'intero genere umano, sia quello che la lega ad Adamo.


Nella prima parte, dunque, W. M. Chavarro trova il modo di sintetizzare in quattro versi ciò che è accaduto poco dopo la Creazione e lo fa abilmente, avvalendosi di termini esplicativi ed esaurienti. Il verbo circondare, ad esempio, sottolinea come Eva sia stata letteralmente "rapita", "catturata" dall'astuzia dell'ofide tentatore; quest'ultimo, cingendo l'albero proibito, se n'è finto il custode ed ha spinto la donna a peccare per ottenere trasversalmente quella conoscenza che prima era solo una prerogativa divina.


I due sensi che qui vengono chiamati in causa mitigano sia la tentazione che la colpa: espressa dalla reiterazione dell'aggettivo bello-bella, la vista mette in risalto il momento più significativo ed intenso della scena edenica, senza manifestare nessun segno di giudizio o di condanna. A ciò si aggiunge la funzione svolta dalla musica, denominata anche la "meta-erotica" , che consiste nel conciliare i contrari e nel dominare la fuga inesorabile del tempo; ruolo, questo, che la rende lo sbocco razionalizzato di qualsiasi immagine carica di affettività, nonché del gesto sessuale. Non è un caso, quindi, che in tale contesto l'ocarina sfiorata per diffondere nel bosco un suono lento e dolce venga associata alle labbra che mostrano con fierezza il frutto carnoso e che entrambe rappresentino l'icona della sensualità.







4.1.1 Un fascino enigmatico



 La seconda unità è dedicata alla descrizione fisica della sposa di Adamo ed il primo elemento ad esserne messo in risalto è la capigliatura. Quest'ultima, intimamente associata all'acqua ed a tutto il genere femminile, rappresenta una delle armi più forti della donna; di conseguenza, tenerla sciolta o annodata, visibile o nascosta può essere chiaro segno di disponibilità o di riserbo. In questi versi i capelli di Eva ricadono sulle sue spalle: ciò significa che li porta sciolti, a mo' di provocazione sessuale, ed a partire da tale sfida l'autore lascia presagire l'incombenza di un'ombra che l'accompagnerà per tutto il resto della sua vita.
Nasce spontaneo il richiamo ad un complesso ben noto in psicanalisi, quello di Ofelia, una fanciulla morta annegata in un ruscello a causa delle sue vesti zuppe d'acqua e la cui chioma fluttuante ha logorato poco per volta l'immagine della sua anima. Pertanto, legata all'idea del tempo irrevocabile che è il passato, la capigliatura "vivente" descritta da W. M. Chavarro evoca un movimento, “un'onda che passa, [...] che freme” , così come fremente e contaminato è, ormai, il cuore di Eva. Va aggiunto che, richiamando l'acqua corrente per via del suo movimento, il simbolismo della capigliatura rafforza l'immagine della femminilità fatale e teriomorfa ed assume, al contempo, una prospettiva negativa ed infelice. In un simile contesto, l'acqua femminile diventa “elemento melanconizzante” e culmina in un “nulla sostanziale” da cui è impossibile venire fuori.


Il presagio negativo viene introdotto dal poeta mediante una metafora in presentia che accosta i bei capelli di Eva a dei corvi scuri: come afferma G. Bachelard, l'acqua “si stinfalizza” e, mostrando il suo aspetto triste e tenebroso, viene qui trasformata in “materia della disperazione” . Dal punto di vista simbolico, il corvo presenta numerose contraddizioni: chiaroveggente e profeta, uccello solare e misterioso, a volte salva e difende, altre è nunzio di morte; ambivalenza, questa, strettamente collegata alle sue diverse proprietà fisiche, ognuna delle quali viene impiegata a seconda del contesto da analizzare. L'ala, strumento ascensionale per eccellenza, lo rende icona di una sottile perspicacia, nonché di un'intensa voglia di solitudine, di quell'isolamento volontario desiderato da chi ha deciso di vivere su un piano superiore. Inoltre, il fatto che i capelli di Eva siano privi di luce crea inevitabilmente un collegamento con quello che viene definito il "contro-colore di ogni colore" , ovvero il colore nero, inteso, qui, nella sua accezione negativa. Associato alle tenebre primordiali, infatti, il nero rappresenta la perdita definitiva di qualcosa ed in questo caso simboleggia il perenne esilio dal giardino dell'Eden, la caduta, senza ritorno, nel Nulla.


Nonostante il suo profondo legame con la morte e la sepoltura, il Nero si collega anche alla promessa di una vita rinnovata, al pari della notte che trova la sua speranza nell'aurora e dell'inverno che ripone la sua fiducia nella primavera. Il simbolismo di "peccato, angoscia, rivolta e giudizio" di tale colore scuro viene smorzato dall'aggettivo bello, che ricorre per tutta la poesia, quasi ad allontanare la tristezza dovuta alla perenne condizione errante del personaggio principale ed a creare un'atmosfera più distesa e serena rispetto a quella respirata nella Genesi.


I capelli che la femme fatale tiene sciolti cadono lunghi sulle sue odorose spalle: il simbolo per antonomasia della virilità si trasforma, qui, in emblema della potenza seduttiva femminile, che diventa imbattibile se associata al potere disarmante del profumo, elemento terreno connesso con il ricordo e la memoria. Il naso, altro riferimento all'olfatto, è il simbolo della chiaroveggenza: alludendo al titolo, De Brucco descrive una donna condannata ad un esilio eterno, obbligata ad affrontare numerose difficoltà (labirinti) prima di unirsi in matrimonio e dar vita a quella prole (i fiori e le ghirlande) che, come lei, vivrà in altri mondi, nella speranza di cambiarli e di renderli migliori. Sottolineando la bellezza del “nodo del piede” , ovvero della caviglia di Eva, l'autore spiega come la madre lascerà le sue orme sopra la sabbia, materia plastica e malleabile, e perciò “simbolo dell'utero” . Toccherà, poi, a ciascuno dei suoi figli scegliere autonomamente il cammino da seguire: andare verso la salvezza, la felicità e la vita (quindi la luce) o procedere nel senso opposto, dirigendosi incontro al regno delle tenebre, emblema di perdizione, di disgrazia e di morte.




4.1.1 Una nuova stagione



I versi conclusivi di questa poesia mettono in evidenza il rapporto che lega la prima donna ad Adamo e ribadiscono ancora una volta qual è il suo ruolo principale: essere la madre di tutto il genere umano. Infatti, come il fiume è congiunto contemporaneamente alla fertilità, alla morte ed al rinnovamento, costituendo “il simbolo dell'esistenza umana e del suo scorrere" , così il latte che sgorga copioso dal seno di Eva deve nutrire e rendere vigorosi i figli nati dalla sua unione con l'uomo che le ha dato la vita. L'idea di madre protettiva e benevola, evocata anche dal termine ventre, luogo di difesa e di tenerezza, contrasta con il verbo scaraventare del v. 16: qui, infatti, si ha l'impressione di trovarsi di fronte ad una donna indifferente e crudele, che improvvisamente abbandona la sua prole per offrirla in pasto a quell'ambiente affascinante e ad un tempo insidioso che è il mondo.


Occorre notare come siffatta creatura, bella e pericolosa insieme, sia animata da una grande passione, definita al v. 18 come un vulcano che acceca i suoi occhi di fuoco, gli stessi che ella ha “aperto” per la prima volta nel momento in cui ha mangiato del frutto proibito. A questo punto, si può notare, per estensione, una specie di analogia tra il complesso di Empedocle esaminato da G. Bachelard e quello che si potrebbe definire il complesso di Eva. Difatti, al pari di Empedocle, gettatosi nell'Etna quasi a volersi purificare, offrendo, così, una delle più grandi immagini della "Poetica dell'annientamento" , il vulcano che si trova nello sguardo di Eva mette in risalto la sua voglia di libertà, nonché il suo desiderio di effettuare quel "salto" che la condanna, sì, ma la purifica e la libera allo stesso tempo. Equiparando la grandezza del fuoco, anche la donna chavarriana compie un atto immotivato, degno unicamente di uno spirito cosciente della propria solitudine assoluta, e dà vita, così, a quel “cosmodramma vero” che secondo il filosofo francese rappresenta l'unica possibilità offerta all'uomo per esprimere la sua libertà.


De Brucco-Morales Chavarro conclude questa sorta di excursus a ritroso, iniziato con la scena del peccato originale e proseguito seguendo le tracce di Eva, illustrando il momento della creazione della coppia edenica. Tuttavia, si tratta di una coppia completamente diversa rispetto a quella genesiaca: da una parte, si ha la polvere sacra dalla quale è stato tratto Adamo, essere pensante la cui presenza resta implicita per tutto il componimento e che contrappone la razionalità virile all'istintività femminile. Dall'altra, e questo è l'aspetto più importante, la donna, qui descritta come una canna aromatica, emblema di fragilità e di flessibilità, non è più la sposa tentatrice ed infedele, ma la custode del frutto della salvezza. Non è un caso che si tratti proprio di una mela, lo stesso frutto che il serpente ha usato per tentare Eva, da mangiare, questa volta, durante le stagioni di pioggia; l'acqua che discende dal cielo, infatti, rappresenta la fertilità dello spirito e la luce, come pure la grazia e la salvezza. Ecco, quindi, che la nuova mela si oppone a quella vecchia, per la quale è stato commesso il peccato, e viene gravata del difficile, ma possibile compito di riscattarsi dall'errore originario.


Esaminata sotto questa nuova prospettiva, la donna rappresentata da W. M. Chavarro elude qualsiasi forma di peccato, di condanna o di persecuzione ideologica; personaggio primordiale, viene contemplata con gli occhi del sogno e del poetico, mentre una freschezza ed una vitalità naturali le concedono la possibilità di dar vita ad una nuova Genesi.





domingo, 5 de febrero de 2017

EL TIEMPO Y EL SENTIMIENTO DEL TIEMPO




EL TIEMPO Y EL SENTIMIENTO DEL TIEMPO

UNA APROXIMACIÓN AL LIBRO   ¿A DONDE VAN LOS DÍAS TRANSCURRIDOS?
DE WINSTON MORALES CHÁVARRO




Debo darle las gracias al poeta Winston por elegirme para presentar su libro de poemas “A dónde van los días transcurridos?” que mereció el Premio Internacional de Literatura David Mejía Velilla, otorgado por la Universidad de la Sabana en el 2015.  Darles las gracias también a ustedes por asistir a este acto de reconocimiento y respaldo a nuestro paisano y amigo que durante tantas décadas se ha dedicado al oficio de escribir.

He titulado mi intervención “El tiempo y el sentimiento del tiempo” para referirme al libro ¿A dónde va los días transcurridos? porque me parece que desde el título y los primeros versos se nos está planteando la existencia del hombre a partir de un concepto lineal y finito del tiempo; y por qué ese mismo concepto da origen a un sentimiento de angustia que aflora en la mayoría de los poemas.

Pero antes de entrar en el análisis de la obra, quisiera contarles una anécdota y a partir de ella plantear otros asuntos sobre el tema del “Tiempo” que pretendo desarrollar. Creo que fue en la adolescencia en donde tuve el primer estremecimiento frente al tiempo. Acostumbraba a deambular solo por los postreros en busca de paz interior. Yo era en ese entonces un adolescente muy atormentado.  Una vez vi la hierba mecida por el viento como nunca antes la había visto. Es decir, tuve por primera vez noticia de su existencia como ser vivo frente a mí.  Hubo cierto sentimiento de hermandad y de consideración mutua.  Recuerdo haberle preguntado: “Dime, hermana, ¿estabas ahí cuando yo nací? ¿Estarás mañana? ¿Y dónde está el bosque que cubrió estas tierras? ¿Ha donde se ha ido?”

Con los años, recordar esta anécdota me produce risa sobre todo después de leer a Wislawa Szymborska, la poeta polaca, premio nobel de literatura 1996.  Ella tiene un poema llamado “Las nubes”. En él afirma que las nubes pasan sobre nuestras cabezas sin importarle mucho nosotros; inclusive que nos podemos morir y ellas siguen como si nada hubiera pasado. Wislawa escribe con brillante ironía,

Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importa a las nubes
esas cosas
tan extrañas.

Sobre todo tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

(Las nubes)
No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar.


Lo gracioso de la anécdota que les refería sobre la hierba era que estaba interrogando a un ser al que yo le importaba tanto como un pepino. Aún más, no necesitaba de mí para existir, no era necesario que yo la llamara “hierba” y mucho menos estar presente el día de mi nacimiento. La hierba que vi en la adolescencia, al igual que la nube de Wislawa poco les importa que ustedes o yo existamos. Simplemente existen. Eso es todo.

Podemos considerar que estos razonamientos son sólo un recurso ingenioso de la Wislawa Szymborska para crear el poema. Pero no es tan inocente ni tan gracioso como parece. En el fondo de sus palabras palpitan las ideas del matemático Pascal y su teoría del hombre como “caña pensante”.
Pascal afirma que frente al universo, el hombre es tan frágil como una caña. Cualquier cosa podría destruirlo. El cielo raso, por ejemplo, que está suspendido sobre sus cabezas podría caer en este instante y aplastarlos a todos ustedes.  Pero, afirma el pensador, aunque el cielo raso sea más poderoso que ustedes, ustedes son más noble que él porque piensan, tiene consciencia de sí y del universo. Por supuesto, al universo le importa un pito que tengamos consciencia y que seamos las criaturas más nobles de la creación.

Como lo dije anteriormente, Wislawa retoma a Pascal y se burla de todos, incluyendo de las nubes y la hierba de mi adolescencia. Pero al margen de la risa que provoque, Wislawa y Pascal también hacen evidente una de las razones por las cuales el hombre sufre: la consciencia. La conciencia de sí, de los otros y de lo otro. Es esa misma conciencia la que le permite al hombre percibir un mundo cambiante, el fluir de la vida que siempre termina en la muerte. La consciencia crea el concepto de tiempo con su bien conocido pasado, presente, futuro; y al crearlo abre las puertas para que entre la angustia.

Winston retoma tanto el concepto del tiempo lineal como su angustia que de él emana. Se emparenta con Heráclito cuando éste afirma “que no es posible descender dos veces al mismo río… (y) a quien desciende a los mismos ríos le alcanzan continuamente nuevas aguas”. Y también con Jorge Manrique cuando, en Coplas a la muerte de mi padre, afirma que,
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.

Tanto Manrique como Winston Morales recurren a un tópico muy antiguo en la literatura denominado “Fugit irreparabile tempus”, el tiempo pasa irremediablemente. El poema III del libro ¿A dónde van los días transcurridos? ilustra perfectamente esta afirmación:

Y pensar que nada permanece
Que todo lo dicho es como una flecha arrojada al viento.
Que incluso las palabras son evanescentes,
Frágiles ante los labios que las pronuncian
Pero que pudieron (debieron) callarlas.
Todo es fugaz:
La mano levantada
El puño aferrado
La boca hambrienta del deseo. Nada queda:
Lo lógico es la impermanencia,
El ancla que se aferra a la muerte
Y a su vacío más puro.

Esta angustia por la fugacidad es visible en otros poemas como el número VIII en el que la casa es ahora metáfora del hombre: 

Y la casa se fue resquebrajando.
Fue como una fruta fresca,
Expuesta al maderamen de los días.
Entonces se fue hinchando para sí;
Se fue desmoronando sobre la arenisca de la noche.
Los dedos dolían tratando de frenar el precipicio,
Tratando de interrumpir lo inexorable:
Cuando algo está al borde del abismo
-como la muerte misma-
No hay ángel o demonio que detengan lo que Dios pone a rodar.

Lo inexorable es lo que no se puede detener: la vejez, la muerte.  En el poema V, “lo que Dios ha echado a rodar” es la vejez de la joven al que el poeta ama.  Ella está en el esplendor de la vida y no sabe que el tiempo ya está haciendo estragos. El poema termina con estos versos:

Mi joven amada me abraza:
No sabe que envejece
Mientras una hoja cae sobre el césped del solar.

Pasemos a considerar otro elemento importante que aflora como resultado de este concepto sombrío del tiempo. Me refiero al concepto del Otro y de la humanidad.  El hombre es definido como una víctima inocente del tiempo. En otras ocasiones es visto como una réplica del poeta. En el poema XV se afirma que,

En todas partes
Hay réplicas de uno mismo.
Es como si se repitiera la imagen
Sobre el espejo del río.

Y más adelante,

En todas partes hay sueños,
Vahos de un antiguo velero
Que desciende sin prisa
Por el recodo que conduce a la muerte.

No hay aquí la “otredad” que definiera Octavio Paz cuando dice que no somos nadie si no somos por los otros; yo soy porque tú existes y tu existencia le da sentido a mi vida. Lo que hallamos en las “réplicas” del poema es el infierno. Somos iguales en la medida que todos vamos a la muerte. 

Esta visión del hombre como víctima se ve amplificada en el poema X y XIV  cuando compara a la humanidad con un ejército hambriento y su lucha – el  militia est vita hominis super terra (La vida de los hombres sobre la tierra es lucha)- como una batalla contra el tiempo que conduce a la derrota.

El hombre
Es un pequeño saltamontes,
Bebe las ánforas humeantes:
Tiene la sed de un ejército,
El hambre de un ejército en los fracasos de la guerra.
(Poema X)

Y más adelante (poema XIV),

Las víctimas del tiempo
Son como las víctimas de la guerra;
El tiempo es una batalla que conduce a la derrota,
A la tormentosa entrega de quien expira.








Extrañamente, en el libro encontramos poemas que están fuera de la tiranía del tiempo. Quien conoce la obra poética de Winston, recuerda que sus dos primeros libros se denominaron Aniquirona y De regreso a Schuima.  ¿Qué hay en esos libros? Un lugar donde el tiempo y la lógica pierden su eficacia. En algunos poemas, por ejemplo, las piedras están perfumadas, son sabias y contienen hasta el canto de los jilgueros. El mundo de Shuaima se puebla de ríos y plantas vivas que dialogan con el poeta; y habita en esas tierras una mujer, Aniquirona, que parece estar hecha a la medida de sus sueños. Son libros de revelaciones en donde el tiempo lineal desaparece.

En ¿A dónde van los días transcurridos? aparecen poemas similares. Tienen tintes de revelaciones cósmicas; colocan al “Yo” angustiado fuera del tiempo finito y de la muerte. En el poema XVI, por ejemplo, el poeta se sumerge en “el río como en el tiempo”; pero este río ya no es el de Heráclito, es un río cósmico, pertenece al origen del universo. Al sumergirse atraviesa todas las edades, todos los hombres están en él, pasan a través de él; hasta el río Ganges deja de ser un río para ser el mismo poeta. He aquí unos apartes del poema XVI:

Me sumerjo en el río como en el tiempo.
A veces braceo en su contra,
Remonto al principio.
(…)
Todos los océanos
Vienen a mí
De las arterias de lo que soy.
Muchas veces me quedo quieto,
Suspendido en el delta de lo que simula la muerte,
Entonces veo la desembocadura:
Crisálidas y copas de vidrio que corren
Por los torrentes sonoros de los volcanes de sal.
A veces soy yo
El Ganges,
El agua que crece y se arremolina sobre la tarde.
(…)

¿Qué ha pasado? ¿Por qué de pronto el poeta ya no es ese hombre de madurez sombría que mira en el pasado ruinas y en el futuro el abismo de la muerte? Simplemente ha cambiado su percepción del tiempo y del mundo. Está en una dimensión diferente a la nuestra. ¿Pero es real esa dimensión o es sólo un delirio? Es posible que sea más real que esta vida cotidiana que llevamos. Desde oriente nos dicen que todos estamos dormidos y que debemos despertar. La película Mátrix nos empuja en ese despeñadero de la incertidumbre cuando descubrimos que todo lo que somos no es más que el software elaborado por una máquina para que vivamos conformes en este mundo.

Miremos otro ejemplo del “Yo” fuera de la tiranía del tiempo. El poema XXVI plantea la plena liberación de ese “Yo”. No existe en él una sola palabra sombría.  Escuchen lo que dice el poeta:

Yo soy
En la medida que existo
No importa que otros duden de eso;
Yo me sé
Y ocupo un lugar en el espacio,
Fuera del tiempo,
De cualquier curvatura que ponga en duda
Lo que fulgura en mi Zona de equilibrio.
Yo soy en la medida en que brillo;
Destilo una luz sempiterna
Que me hace,
Me refleja en un espejo sin sombra,
Cuando la luz se evapora por las orillas del alba
Y yo quedo,
Allí tendido,
Recostado sobre los alambiques de piedra.
En la medida de esa luz que se escapa
Y me hace uno con las estrellas
Yo soy.
La fugacidad nada tiene que ver con esto que huye.

No existe un poema más contrario a la tesis planteada desde el título del libro. Con este poema el poeta parece decir, ¿y a quién le importa los días transcurridos si yo estoy fuera del tiempo?. En este momento estoy vivo. Soy luz.  ¿Quién me pueda hacer daño?  

¿Cómo explicar este asunto tan raro, tan traído de los cabellos?. Yo quisiera retomar ese tema que discutimos al comienzo sobre la conciencia. La conciencia crea el concepto del tiempo. Pero, ¿ese concepto es real? ¿No será acaso una elaboración abstracta, un engaño de nuestra mente?[1] ¿En verdad los relojes marcan el tiempo o somos nosotros los que decimos que marcan el tiempo? ¿No será el reloj otro objeto indolente del universo de Pascal como el cielo raso que les puede caer en encima?

Consideren esto: ¿En verdad existe eso que llamamos pasado? ¿Existe ese tiempo que aún no termina de llegar llamado futuro? No será sólo fantasmas en nuestra cabeza. ¿El pasado y el futuro son tan reales como un perro al que se le toca la cabeza para que bata la cola? ¿Y si les propongo que pierdan todos sus recuerdos y sus expectativas de vida en este instante, qué les queda? Sólo quedan ustedes sentados en esas sillas y yo frente a ustedes diciéndoles que el tiempo lineal con su pasado, presente y futuro, no existe. Es sólo un método práctico para ordenar nuestro desempeño en el mundo. El presente es lo que realmente existe, es ahí en donde se está realmente vivo. Si permaneces con los ojos vueltos hacia atrás o hacia adelante dejarás de existir y empezarás a sufrir. Cuando estás en la línea del tiempo sufres. Cuando estás afuera, en este eterno presente te sentirás pleno. Podrás decir con el poeta:


Yo soy
En la medida que existo
(…)
Yo me sé
Y ocupo un lugar en el espacio,
Fuera del tiempo,
(…)
Yo soy en la medida en que brillo;
Destilo una luz sempiterna
(…)
Yo soy.
La fugacidad nada tiene que ver con esto que huye.

Yo les pregunto si hay dolor en estas afirmaciones. No lo hay porque la percepción del tiempo ha cambiado. El poeta elige vivir el presente que se levanta como una revelación mística. Hay en esto algo en común con lo que decía el filósofo Parménides de Elea sobre la eternidad. La eternidad, afirmaba, no es una duración infinita sino una negación del tiempo.
“El ser nunca ha sido ni será, porque es ahora todo él, uno y continuo”

Pero en ¿A dónde van los días transcurridos? presenta una variación al tema del “Yo” fuera del tiempo. ¿Hay otra forma de liberarse del tiempo lineal y finito? Sí. A través de la escritura, la poesía. En la contemplación de un cerezo o de una hoja, el poeta es el cerezo y también la hoja y al no ser él más que hoja o cerezo, el dolor mengua y el corazón se apacigua. En el poema XXVIII

Toda mi vida está en la hoja de un árbol
Por ella circula mi savia
Los ápices sanguíneos de lo que soy.

Este sosiego temporal frente al fluir de la vida es más evidente cuando habla de la cualidad terapéutica del poema que se escribe.  Escuchen el poema XX:

En la noche soy aquello que avizoro:
El poema,
La hoja en blanco,
La vela encendida que rumora con su voz incandescente;
Con su pequeña mecha de palabras mudas para mí.
Ante la hoja en blanco
Vuelvo a ser lo que he perdido,
Recupero esa vergüenza que me quito
Cuando camino como farola sin luz
Entre multitudes.


Creo que en el libro ¿A dónde van los días transcurridos? se refleja a cabalidad el tiempo lineal y el sentimiento del tiempo como lo había planteado en al inicio de mi intervención.   Sólo me resta hacer unas últimas afirmaciones. El libro es valioso y merece una lectura cuidadosa en la medida en que aborda el tema en mención sin traumatismo ni desgarramientos extremos. El poeta toma distancia y ve el fenómeno del tiempo como un médico examina un paciente; y sin embargo, como el de un hombre sensible que se contiene, espera que se aclare la palabra, brille por sí sola y emerja cargada de sentido. La palabra tiene su aliento. Su respiración. La palabra es honesta. Veo además un tono bien logrado y un libro redondo, como una fruta que se cierra sobre sí misma y madura.

A Winston, que ha sido amigo durante tantos años, le reitero mis agradecimientos por permitirme pensar en el fluir de la vida y le extiendo mis felicitaciones por el libro. Van mis buenos deseos para que coseche más éxitos.

Muchas gracias a todos ustedes por escucharme.




Jader Rivera Monje
Auditorio Banco de la República
Neiva, Huila.



[1] J.M.E. McTaggart. La realidad y el tiempo. 1908.