domingo, 5 de febrero de 2017

EL TIEMPO Y EL SENTIMIENTO DEL TIEMPO




EL TIEMPO Y EL SENTIMIENTO DEL TIEMPO

UNA APROXIMACIÓN AL LIBRO   ¿A DONDE VAN LOS DÍAS TRANSCURRIDOS?
DE WINSTON MORALES CHÁVARRO




Debo darle las gracias al poeta Winston por elegirme para presentar su libro de poemas “A dónde van los días transcurridos?” que mereció el Premio Internacional de Literatura David Mejía Velilla, otorgado por la Universidad de la Sabana en el 2015.  Darles las gracias también a ustedes por asistir a este acto de reconocimiento y respaldo a nuestro paisano y amigo que durante tantas décadas se ha dedicado al oficio de escribir.

He titulado mi intervención “El tiempo y el sentimiento del tiempo” para referirme al libro ¿A dónde va los días transcurridos? porque me parece que desde el título y los primeros versos se nos está planteando la existencia del hombre a partir de un concepto lineal y finito del tiempo; y por qué ese mismo concepto da origen a un sentimiento de angustia que aflora en la mayoría de los poemas.

Pero antes de entrar en el análisis de la obra, quisiera contarles una anécdota y a partir de ella plantear otros asuntos sobre el tema del “Tiempo” que pretendo desarrollar. Creo que fue en la adolescencia en donde tuve el primer estremecimiento frente al tiempo. Acostumbraba a deambular solo por los postreros en busca de paz interior. Yo era en ese entonces un adolescente muy atormentado.  Una vez vi la hierba mecida por el viento como nunca antes la había visto. Es decir, tuve por primera vez noticia de su existencia como ser vivo frente a mí.  Hubo cierto sentimiento de hermandad y de consideración mutua.  Recuerdo haberle preguntado: “Dime, hermana, ¿estabas ahí cuando yo nací? ¿Estarás mañana? ¿Y dónde está el bosque que cubrió estas tierras? ¿Ha donde se ha ido?”

Con los años, recordar esta anécdota me produce risa sobre todo después de leer a Wislawa Szymborska, la poeta polaca, premio nobel de literatura 1996.  Ella tiene un poema llamado “Las nubes”. En él afirma que las nubes pasan sobre nuestras cabezas sin importarle mucho nosotros; inclusive que nos podemos morir y ellas siguen como si nada hubiera pasado. Wislawa escribe con brillante ironía,

Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importa a las nubes
esas cosas
tan extrañas.

Sobre todo tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

(Las nubes)
No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar.


Lo gracioso de la anécdota que les refería sobre la hierba era que estaba interrogando a un ser al que yo le importaba tanto como un pepino. Aún más, no necesitaba de mí para existir, no era necesario que yo la llamara “hierba” y mucho menos estar presente el día de mi nacimiento. La hierba que vi en la adolescencia, al igual que la nube de Wislawa poco les importa que ustedes o yo existamos. Simplemente existen. Eso es todo.

Podemos considerar que estos razonamientos son sólo un recurso ingenioso de la Wislawa Szymborska para crear el poema. Pero no es tan inocente ni tan gracioso como parece. En el fondo de sus palabras palpitan las ideas del matemático Pascal y su teoría del hombre como “caña pensante”.
Pascal afirma que frente al universo, el hombre es tan frágil como una caña. Cualquier cosa podría destruirlo. El cielo raso, por ejemplo, que está suspendido sobre sus cabezas podría caer en este instante y aplastarlos a todos ustedes.  Pero, afirma el pensador, aunque el cielo raso sea más poderoso que ustedes, ustedes son más noble que él porque piensan, tiene consciencia de sí y del universo. Por supuesto, al universo le importa un pito que tengamos consciencia y que seamos las criaturas más nobles de la creación.

Como lo dije anteriormente, Wislawa retoma a Pascal y se burla de todos, incluyendo de las nubes y la hierba de mi adolescencia. Pero al margen de la risa que provoque, Wislawa y Pascal también hacen evidente una de las razones por las cuales el hombre sufre: la consciencia. La conciencia de sí, de los otros y de lo otro. Es esa misma conciencia la que le permite al hombre percibir un mundo cambiante, el fluir de la vida que siempre termina en la muerte. La consciencia crea el concepto de tiempo con su bien conocido pasado, presente, futuro; y al crearlo abre las puertas para que entre la angustia.

Winston retoma tanto el concepto del tiempo lineal como su angustia que de él emana. Se emparenta con Heráclito cuando éste afirma “que no es posible descender dos veces al mismo río… (y) a quien desciende a los mismos ríos le alcanzan continuamente nuevas aguas”. Y también con Jorge Manrique cuando, en Coplas a la muerte de mi padre, afirma que,
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir.

Tanto Manrique como Winston Morales recurren a un tópico muy antiguo en la literatura denominado “Fugit irreparabile tempus”, el tiempo pasa irremediablemente. El poema III del libro ¿A dónde van los días transcurridos? ilustra perfectamente esta afirmación:

Y pensar que nada permanece
Que todo lo dicho es como una flecha arrojada al viento.
Que incluso las palabras son evanescentes,
Frágiles ante los labios que las pronuncian
Pero que pudieron (debieron) callarlas.
Todo es fugaz:
La mano levantada
El puño aferrado
La boca hambrienta del deseo. Nada queda:
Lo lógico es la impermanencia,
El ancla que se aferra a la muerte
Y a su vacío más puro.

Esta angustia por la fugacidad es visible en otros poemas como el número VIII en el que la casa es ahora metáfora del hombre: 

Y la casa se fue resquebrajando.
Fue como una fruta fresca,
Expuesta al maderamen de los días.
Entonces se fue hinchando para sí;
Se fue desmoronando sobre la arenisca de la noche.
Los dedos dolían tratando de frenar el precipicio,
Tratando de interrumpir lo inexorable:
Cuando algo está al borde del abismo
-como la muerte misma-
No hay ángel o demonio que detengan lo que Dios pone a rodar.

Lo inexorable es lo que no se puede detener: la vejez, la muerte.  En el poema V, “lo que Dios ha echado a rodar” es la vejez de la joven al que el poeta ama.  Ella está en el esplendor de la vida y no sabe que el tiempo ya está haciendo estragos. El poema termina con estos versos:

Mi joven amada me abraza:
No sabe que envejece
Mientras una hoja cae sobre el césped del solar.

Pasemos a considerar otro elemento importante que aflora como resultado de este concepto sombrío del tiempo. Me refiero al concepto del Otro y de la humanidad.  El hombre es definido como una víctima inocente del tiempo. En otras ocasiones es visto como una réplica del poeta. En el poema XV se afirma que,

En todas partes
Hay réplicas de uno mismo.
Es como si se repitiera la imagen
Sobre el espejo del río.

Y más adelante,

En todas partes hay sueños,
Vahos de un antiguo velero
Que desciende sin prisa
Por el recodo que conduce a la muerte.

No hay aquí la “otredad” que definiera Octavio Paz cuando dice que no somos nadie si no somos por los otros; yo soy porque tú existes y tu existencia le da sentido a mi vida. Lo que hallamos en las “réplicas” del poema es el infierno. Somos iguales en la medida que todos vamos a la muerte. 

Esta visión del hombre como víctima se ve amplificada en el poema X y XIV  cuando compara a la humanidad con un ejército hambriento y su lucha – el  militia est vita hominis super terra (La vida de los hombres sobre la tierra es lucha)- como una batalla contra el tiempo que conduce a la derrota.

El hombre
Es un pequeño saltamontes,
Bebe las ánforas humeantes:
Tiene la sed de un ejército,
El hambre de un ejército en los fracasos de la guerra.
(Poema X)

Y más adelante (poema XIV),

Las víctimas del tiempo
Son como las víctimas de la guerra;
El tiempo es una batalla que conduce a la derrota,
A la tormentosa entrega de quien expira.








Extrañamente, en el libro encontramos poemas que están fuera de la tiranía del tiempo. Quien conoce la obra poética de Winston, recuerda que sus dos primeros libros se denominaron Aniquirona y De regreso a Schuima.  ¿Qué hay en esos libros? Un lugar donde el tiempo y la lógica pierden su eficacia. En algunos poemas, por ejemplo, las piedras están perfumadas, son sabias y contienen hasta el canto de los jilgueros. El mundo de Shuaima se puebla de ríos y plantas vivas que dialogan con el poeta; y habita en esas tierras una mujer, Aniquirona, que parece estar hecha a la medida de sus sueños. Son libros de revelaciones en donde el tiempo lineal desaparece.

En ¿A dónde van los días transcurridos? aparecen poemas similares. Tienen tintes de revelaciones cósmicas; colocan al “Yo” angustiado fuera del tiempo finito y de la muerte. En el poema XVI, por ejemplo, el poeta se sumerge en “el río como en el tiempo”; pero este río ya no es el de Heráclito, es un río cósmico, pertenece al origen del universo. Al sumergirse atraviesa todas las edades, todos los hombres están en él, pasan a través de él; hasta el río Ganges deja de ser un río para ser el mismo poeta. He aquí unos apartes del poema XVI:

Me sumerjo en el río como en el tiempo.
A veces braceo en su contra,
Remonto al principio.
(…)
Todos los océanos
Vienen a mí
De las arterias de lo que soy.
Muchas veces me quedo quieto,
Suspendido en el delta de lo que simula la muerte,
Entonces veo la desembocadura:
Crisálidas y copas de vidrio que corren
Por los torrentes sonoros de los volcanes de sal.
A veces soy yo
El Ganges,
El agua que crece y se arremolina sobre la tarde.
(…)

¿Qué ha pasado? ¿Por qué de pronto el poeta ya no es ese hombre de madurez sombría que mira en el pasado ruinas y en el futuro el abismo de la muerte? Simplemente ha cambiado su percepción del tiempo y del mundo. Está en una dimensión diferente a la nuestra. ¿Pero es real esa dimensión o es sólo un delirio? Es posible que sea más real que esta vida cotidiana que llevamos. Desde oriente nos dicen que todos estamos dormidos y que debemos despertar. La película Mátrix nos empuja en ese despeñadero de la incertidumbre cuando descubrimos que todo lo que somos no es más que el software elaborado por una máquina para que vivamos conformes en este mundo.

Miremos otro ejemplo del “Yo” fuera de la tiranía del tiempo. El poema XXVI plantea la plena liberación de ese “Yo”. No existe en él una sola palabra sombría.  Escuchen lo que dice el poeta:

Yo soy
En la medida que existo
No importa que otros duden de eso;
Yo me sé
Y ocupo un lugar en el espacio,
Fuera del tiempo,
De cualquier curvatura que ponga en duda
Lo que fulgura en mi Zona de equilibrio.
Yo soy en la medida en que brillo;
Destilo una luz sempiterna
Que me hace,
Me refleja en un espejo sin sombra,
Cuando la luz se evapora por las orillas del alba
Y yo quedo,
Allí tendido,
Recostado sobre los alambiques de piedra.
En la medida de esa luz que se escapa
Y me hace uno con las estrellas
Yo soy.
La fugacidad nada tiene que ver con esto que huye.

No existe un poema más contrario a la tesis planteada desde el título del libro. Con este poema el poeta parece decir, ¿y a quién le importa los días transcurridos si yo estoy fuera del tiempo?. En este momento estoy vivo. Soy luz.  ¿Quién me pueda hacer daño?  

¿Cómo explicar este asunto tan raro, tan traído de los cabellos?. Yo quisiera retomar ese tema que discutimos al comienzo sobre la conciencia. La conciencia crea el concepto del tiempo. Pero, ¿ese concepto es real? ¿No será acaso una elaboración abstracta, un engaño de nuestra mente?[1] ¿En verdad los relojes marcan el tiempo o somos nosotros los que decimos que marcan el tiempo? ¿No será el reloj otro objeto indolente del universo de Pascal como el cielo raso que les puede caer en encima?

Consideren esto: ¿En verdad existe eso que llamamos pasado? ¿Existe ese tiempo que aún no termina de llegar llamado futuro? No será sólo fantasmas en nuestra cabeza. ¿El pasado y el futuro son tan reales como un perro al que se le toca la cabeza para que bata la cola? ¿Y si les propongo que pierdan todos sus recuerdos y sus expectativas de vida en este instante, qué les queda? Sólo quedan ustedes sentados en esas sillas y yo frente a ustedes diciéndoles que el tiempo lineal con su pasado, presente y futuro, no existe. Es sólo un método práctico para ordenar nuestro desempeño en el mundo. El presente es lo que realmente existe, es ahí en donde se está realmente vivo. Si permaneces con los ojos vueltos hacia atrás o hacia adelante dejarás de existir y empezarás a sufrir. Cuando estás en la línea del tiempo sufres. Cuando estás afuera, en este eterno presente te sentirás pleno. Podrás decir con el poeta:


Yo soy
En la medida que existo
(…)
Yo me sé
Y ocupo un lugar en el espacio,
Fuera del tiempo,
(…)
Yo soy en la medida en que brillo;
Destilo una luz sempiterna
(…)
Yo soy.
La fugacidad nada tiene que ver con esto que huye.

Yo les pregunto si hay dolor en estas afirmaciones. No lo hay porque la percepción del tiempo ha cambiado. El poeta elige vivir el presente que se levanta como una revelación mística. Hay en esto algo en común con lo que decía el filósofo Parménides de Elea sobre la eternidad. La eternidad, afirmaba, no es una duración infinita sino una negación del tiempo.
“El ser nunca ha sido ni será, porque es ahora todo él, uno y continuo”

Pero en ¿A dónde van los días transcurridos? presenta una variación al tema del “Yo” fuera del tiempo. ¿Hay otra forma de liberarse del tiempo lineal y finito? Sí. A través de la escritura, la poesía. En la contemplación de un cerezo o de una hoja, el poeta es el cerezo y también la hoja y al no ser él más que hoja o cerezo, el dolor mengua y el corazón se apacigua. En el poema XXVIII

Toda mi vida está en la hoja de un árbol
Por ella circula mi savia
Los ápices sanguíneos de lo que soy.

Este sosiego temporal frente al fluir de la vida es más evidente cuando habla de la cualidad terapéutica del poema que se escribe.  Escuchen el poema XX:

En la noche soy aquello que avizoro:
El poema,
La hoja en blanco,
La vela encendida que rumora con su voz incandescente;
Con su pequeña mecha de palabras mudas para mí.
Ante la hoja en blanco
Vuelvo a ser lo que he perdido,
Recupero esa vergüenza que me quito
Cuando camino como farola sin luz
Entre multitudes.


Creo que en el libro ¿A dónde van los días transcurridos? se refleja a cabalidad el tiempo lineal y el sentimiento del tiempo como lo había planteado en al inicio de mi intervención.   Sólo me resta hacer unas últimas afirmaciones. El libro es valioso y merece una lectura cuidadosa en la medida en que aborda el tema en mención sin traumatismo ni desgarramientos extremos. El poeta toma distancia y ve el fenómeno del tiempo como un médico examina un paciente; y sin embargo, como el de un hombre sensible que se contiene, espera que se aclare la palabra, brille por sí sola y emerja cargada de sentido. La palabra tiene su aliento. Su respiración. La palabra es honesta. Veo además un tono bien logrado y un libro redondo, como una fruta que se cierra sobre sí misma y madura.

A Winston, que ha sido amigo durante tantos años, le reitero mis agradecimientos por permitirme pensar en el fluir de la vida y le extiendo mis felicitaciones por el libro. Van mis buenos deseos para que coseche más éxitos.

Muchas gracias a todos ustedes por escucharme.




Jader Rivera Monje
Auditorio Banco de la República
Neiva, Huila.



[1] J.M.E. McTaggart. La realidad y el tiempo. 1908.

sábado, 28 de enero de 2017

Ascender al principio del lenguaje: la naturaleza como un lenguaje de símbolos en la obra de Winston Morales Chavarro








































Barbara Curzytek
Universidad Adam Mickiewicz, Poznań-Polonia.


Ascender al principio del lenguaje: la naturaleza como un lenguaje de símbolos en la obra de Winston Morales Chavarro


Introducción

El eje principal de la obra literaria de Winston Morales Chavarro es el interés por la realidad –o las realidades– diferentes al mundo material; la búsqueda de las verdades metafísicas, ocultas, intangibles, inaccesibles desde el punto de vista puramente científico o racional. En el presente texto pretendemos analizar la relación entre la naturaleza –entendida en un sentido más amplio como el mundo físico– y la realidad oculta, no material. Mediante el análisis de fragmentos de la obra poética de Winston Morales y apoyándonos en fragmentos de su texto ensayístico, nos aproximaremos a la tesis del autor de que la realidad material es un lenguaje universal que es preciso descifrar mediante una observación atenta para acceder a unas nuevas verdades que trascienden la dimensión física.

La poesía frente al pensamiento científico

El pensamiento científico es el que ha dominado la cosmovisión del ser humano contemporáneo, sobre todo occidental. Dicho pensamiento –a diferencia del pensamiento ”primitivo” según Ernst Cassirer (1987: 126) o mítico según Lévi-Strauss (preferiremos la segunda denominación), en el que el mundo es percibido y perceptible sólo en su totalidad–  recurre a la categorización y sistematización y tiende a analizar la realidad, sobre todo física, dividiéndola en fragmentos. (Cassirer, 1987: 126) Dicha fragmentación es tan grande que, al concentrarse en lo material, con mucha frecuencia se llega a suprimir la dimensión espiritual. Y sin embargo, según señala Winston Morales Chavarro en el primer capítulo de Poéticas del ocultismo, en los orígenes de la cultura, el único método de explicar el mundo, método anterior a la ciencia, ha sido la poesía, que recurre al sentir y a lo intangible:

Antes de categorizar el mundo y antes de sistematizarlo, la poesía era la única ciencia y también la única religión. Podemos afirmar que la poética estaba inmersa en saberes tan antiguos como la astrología y la alquimia, madres de la astronomía y química modernas. (2008: 18)

Así, en los orígenes de la cultura humana lo intangible siempre ha sido inseparable de lo material.
La poesía ha buscado, asimismo, explicaciones de los fenómenos imperceptibles por la razón, como la muerte, la vida o el amor, trascendiendo el mundo material:

La poesía nace como una forma de explicar el mundo, como una manera de interpelar al otro, así este otro sea invisible o divino –la poética significaba una comunión con fuerzas extraterrenales y extracorporales–, un apelar a la escritura para narrar no sólo las cosas de la lógica humana, sino aquellas que se escapaban a toda explicación racional o simbólica. (2008: 18)

Similar a la filosofía, que surge del asombro por el mundo, la poesía en sus orígenes ha buscado respuestas en la naturaleza, que posee un lenguaje cifrado. (2008: 20) En los orígenes de su cultura, el ser humano sabía interpretar dicho lenguaje; vivía en conexión y armonía con la naturaleza; se consideraba una parte de una red cósmica de interacciones, sólo un elemento dentro del universo compuesto tanto por lo material como por lo invisible:

Cada elemento del macrocosmos está conectado de manera inexplicable –para los ojos de lo racional– con cada partícula del microcosmos (lo humano). (2008: 20)

Dicha percepción total del universo se mantiene parcialmente en la cosmovisión latinoamericana, influida por las culturas indígenas y africanas, en las que no existe un límite claro entre la realidad material y otras dimensiones.  La dimensión habitada por los seres espirituales –ya sean dioses o entes de luz y oscuridad, ya sean fantasmas o almas de los antepasados muertos– coexiste con el mundo material, es inseparable del mundo físico y ambas realidades permanecen en una interacción constante. Sin embargo, también en el sincrético mundo latinoamericano comienza a prevalecer el pensamiento contemporáneo occidental:

La escritura se ha tecnificado, se ha vuelto racional, ha perdido su lenguaje primario, el lenguaje cifrado que le conectaba con el orden de lo sublime, con la esencia de sus sonoridades y expresiones. (2008: 24)

De ahí que el interés del poeta colombiano por el ocultismo y el esoterismo surja como „una resistencia contra el lenguaje mudo de la modernidad”. (2008: 24) Por consiguiente, Winston Morales comprende el papel del poeta como el de un vate (una especie de wieszcz; influencia clara de los poetas románticos) atento a los signos que emite el entorno; un aeda que sabe intepretar el lenguaje cifrado del mundo material. De esta forma, la observación de la naturaleza lleva a la revelación de una sabiduría oculta que radica fuera de la dimensión terrenal o material.




Aniquirona y Schuaima: mujer onírica y región inventada

Para aproximarnos a la manera en la que se realiza la búsqueda de lo espiritual, recurriremos, en primer lugar, al análisis de los fragmentos del poemario ”Aniquirona”, que consta de 26 poemas. Aniquirona, es una mujer soñada, un ente de luz, „hechicera hecha de luz” (2015: 14) inspirada, según afirma el autor, en sus visiones oníricas; es a ella a quien se dirige el sujeto lírico. Este personaje onírico habita la región inventada por el autor, llamada Schuaima, que el sujeto lírico visita para explorar la dimensión espiritual y para buscar el encuentro con Aniquirona. Este espacio se define en el poema XXII:

Schuaima es la nación
Donde todos los que se fueron han llegado. (2015: 43)

Por consiguiente, podemos constatar que Schuaima es un mundo o una dimensión que recibe a los que murieron en la dimensión terrenal. Sin embargo, no es un paraíso tal como lo entiende el cristianismo, que separa ambos espacios. Por el contrario, el sujeto lírico puede moverse libremente entre ambos mundos:

(...)
Llevo en mis bolsillos
El mapa transparente de tu tierra
Y puedo cruzar cuando me parezca.
(...) (poema XVI, 2015: 34)

Es, por lo tanto, un reflejo de la cosmovisión en la que las dos dimensiones permanecen en una interacción constante. Lo confirma la cita de Paul Eluard que Winston Morales escogió como el lema para otro libro de poemas suyo, La ciudad de las piedras que cantan: „Hay otros mundos, pero están en éste”.
Sin embargo, teniendo en cuenta las palabras del autor sobre la gran influencia que ha tenido en él la Biblia, no se puede rechazar por completo algunas asociaciones con el imaginario cristiano. En primer lugar, las descripciones de Aniquirona parecen inspirarse en Cantar de los cantares:

Aniquirona,  poema XXIV:

Con la transparencia del amor infatigable y ebrio
honraré tu collar de mariposa
tus labios de gaviota subceleste,
tu cabellera solitaria como un faro
(...)
Honraré tus senos de estatua grecorromana,
Tu boca refulgente
Como la hoguera del exilio
(...) (2015: 47)

Cantar de los cantares  (NVI 4: 1; 3-5):

Tus cabellos son como los rebaños de cabras
 que retozan en los montes de Galaad.
(...)
Tus labios son cual cinta escarlata;
 tus palabras me tienen hechizado.
Tus mejillas, tras el velo,
 parecen dos mitades de granadas.
Tu cuello se asemeja a la torre de David,
construida con piedras labradas;
de ella penden mil escudos
 escudos de guerreros todos ellos.
Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela
que pastan entre azucenas.







Igual que en el Cantar de los cantares, el momento del encuentro con la mujer se aleja; Aniquirona huye y rehuye, parece inalcanzable. Esto, por su parte, sugiere una asociación con la poesía mística, también inspirada en Cantar de los cantares. El tema de la poesía mística es la búsqueda de la unión con Dios, representada como un encuentro íntimo con una mujer (o un hombre cuando el sujeto lírico es una mujer). Por consiguiente, Aniquirona también equivaldría a un ser de luz, aunque no solamente el ser supremo; es un guía espiritual que ayuda al sujeto lírico a comprender su dimensión aunque no mediante una conversación directa, sino, por el contrario, su presencia fugaz y unas revelaciones parciales. En un sentido más amplio, siendo un ser de luz (o lux, según prefiere el poeta), representa el conocimiento. Aniquirona es „el umbral de otros caminos” (2015: 9) y, según leemos en la dedicatoria a uno de los poemas del poemario, La ciudad de las piedras que cantan, es „Bienhechora en la Obscuridad” (2011: 43)
Igual que en la poesía mística, en Aniquirona, mientras dure la vida terrenal, la unión con el ente de luz puede darse sólo por unos momentos cortos y sólo será permanente y duradero después de la muerte. Sin embargo, a diferencia del sujeto lírico en la poesía mística, quien añora la muerte para lograr la unión perfecta con Dios (”muero porque no muero”), el sujeto lírico de la poesía de Winston Morales quiere seguir con la vida terrenal y se conforma con el conocimiento fragmentario que descubre durante sus visitas en Schuaima:

(...)
Pero no amo el suicidio
Pienso que es un pretexto de la vida
Para buscarte demasiado pronto
(...)
Déjame partir amada forastera
El tren de Schuaima sale a las nueve
Y yo aún conservo tres tiquetes de regreso. (poema XVI, 2015: 34)

La diferencia primordial entre la poesía mística y la poesía de Winston Morales es que, mientras en la primera para lograr la unión con Dios es preciso deshacerse de lo material y del mundo de los sentidos para conocer la plenitud de Dios (o de la luz), en la obra del poeta colombiano son precisamente los sentidos y la lectura atenta del mundo físico la herramienta principal para acceder a lo espiritual. No se trata de suprimirlos, sino de utilizar los sentidos para trascender las cosas y entender su verdadera naturaleza y su lenguaje pre-idiomático; para ascender al principio del lenguaje. Es un objetivo que se anuncia en el poema que abre el ciclo sobre Aniquirona:

Y estoy buscando las voces del camino
Para traducirlas
Seguro llevarán tu nombre
He aprendido a interpretar la voz del viento
Esa misma que arrulla las hojas entreabiertas
De tu árbol.
(...)
Al cuenco de mis manos
Llega impetuoso el sol
Con el oro y el trigo de tu cima
¿Debo ascender al principio del lenguaje? (poema I, 2015: 9)

Al emprender el camino se nota cierta timidez y falta de seguridad (suposición: „seguro llevarán tu nombre” y pregunta: „¿Debo ascender al principio del lenguaje?”), pero en el siguiente poema se continúa con la misma idea, ya con más contundencia („sólo así que existo”):

(...)
Sigo las hojas que corretean presurosas
Sigo la lluvia y su música húmeda
Sigo los pájaros y sus ondas
Hay una aproximación entre el lenguaje de los árboles
Y el mío.

Sólo así puedo acercarme
Sólo así sé que existo
Y que el camino no es camino
Sino va cargado de palabras y de voces.
(...) (poema II, 2015: 10)


Además, en el poema El lenguaje, perteneciente a otro poemario de Winston Morales, De regreso a Schuaima, leemos:

Al evocar el sonido de esta Terra
El campo abierto
Conduce a la polifonía del bosque.
Allí el lenguaje es instintivo
Pre-idiomático
(...) (2013b: 165)

Asimismo, en el poema El diablo del poemario Temps era temps se expresa claramente que descifrar el lenguaje de los objetos es comprender su verdadera naturaleza puesto que dicho lenguaje es inherente a las cosas:

...El lenguaje de la palma no es un lenguaje
Por lo menos no articulado.

El lenguaje es inherente a ella.
Como el verde a la hoja.
El lenguaje
-Su vibración-
Mana de ella,
De su esencia,
Su substancia.
(...) (2013a: 201)

De ahí que la naturaleza no sea un lenguaje de símbolos, puesto que un símbolo es arbitrario y remite a una realidad externa a él. Por el contrario, el lenguaje es un rasgo inherente de los elementos del mundo material y descifrarlo equivale a conocer la verdadera naturaleza de dichos elementos. Por lo tanto, el mundo de la naturaleza permite comprender a Aniquirona, que encarna el conocimiento sobre la esencia de las cosas:

(...)
A través de la interminable,
De la imperecedera
De la futurista naturaleza
Te veo tal como eres. (Aniquirona, poema IX, 2015: 22)

Esos esfuerzos para adentrarse en el conocimiento que trasciende lo material podrían interpretarse como un intento de mirar más allá de las sombras en la pared de la cueva de Platón; de dar la vuelta hacia la luz y tratar de ver la idea -lo real-, y no sólo su reflejo, reflejo que equivaldría a la dimensión física, en la que suele enfocarse el pensamiento científico contemporáneo, olvidándose del principio del lenguaje.



Conclusiones

La poesía de Winston Morales Chavarro recurre al esoterismo y ocultismo como un intento de rescatar el aspecto espiritual en el mundo contemporáneo y pretende mirar más allá de la superficialidad de concentrarse sólo en la realidad física. Para ello, el poeta se sirve de la observación atenta del mundo que lo rodea para descubrir unas verdades que trascienden la dimensión física. Contrario a la hipótesis planteada en el título del presente texto, la naturaleza no es un lenguaje de símbolos (no remite a una realidad externa; otros mundos tampoco son unas dimensiones externas, sino que están en éste), puesto que posee un lenguaje inherente a ella y descifrar dicho lenguaje equivale a conocer la verdad sobre las cosas, a salir de la cueva de Platón y tratar de ver esa verdad en su totalidad, y no sólo sus reflejos en el mundo material. Sin embargo, el conocimiento completo y perfecto no es posible antes de la muerte, pero aun así, mientras dure la vida, se pueden hacer intentos de adentrarse en otras dimensiones para lograr por lo menos un conocimiento parcial y rescatar el aspecto espiritual frente al pensamiento científico, cuya predominación en el mundo contemporáneo hace que el ser humano se olvide de las raíces de su naturaleza y puede llevar, mediante una tecnificación y tecnologización excesiva, a la pérdida de la esencia de la humanidad.


Bibliografía

a)      Corpus de textos analizados

1.      MORALES CHAVARRO, W. (2013a): El diablo, en: L. Gutiérrez Riveros, N. Romero Guzmán, W. Morales Chavarro, H. Vargascarreño, A. Berger-Kiss (eds.), „Mientras el tiempo sea nuestro”, Bogotá: Ediciones Exilio, pp. 201-202
2.      MORALES CHAVARRO, W. (2013b): El lenguaje, en: L. Gutiérrez Riveros, N. Romero Guzmán, W. Morales Chavarro, H. Vargascarreño, A. Berger-Kiss (eds.), „Mientras el tiempo sea nuestro”, Bogotá: Ediciones Exilio, p.165
3.      MORALES CHAVARRO, W. (2015): La Dulce Aniquirona, Cartagena de Indias: Comunicadores UdeC

b)      Referencias

1.      Cantar de los cantares, Bible Gateway: Nueva Versión Internacional (en línea), https://www.biblegateway.com/passage/?search=Cantares+1&version=NVI [consulta: 07.11.2016]
2.      CASSIRER, E. (1987): Antropología filosófica. Introducción a una filosofía de la cultura. México: Fondo de Cultura Económica, p. 126
3.      ESTÉBANEZ CALDERÓN, D. (2004): Mística, en: idem, „Diccionario de términos literarios”, Alianza Editorial, pp. 677-680
4.      LÉVI-STRAUSS, C., Pensamiento “primitivo” y mente “civilizada” (en línea), http://www.internet.com.uy/arteydif/SEM_UNO/PDF/pensamiento.pdf [consulta: 07.11.2016]
5.      MORALES CHAVARRO, W. (2011): La ciudad de las piedras que cantan, Ibagué: Caza de Libros

6.      MORALES CHAVARRO, W. (2008): Poéticas del ocultismo en las escrituras de José Antonio Ramos Sucre, Carlos Obregón, César Dávila Andrade y Jaime Sáenz, Bogotá: Trilce Editores

martes, 10 de mayo de 2016

¿A DÓNDE VAN LOS DÍAS TRANSCURRIDOS? X




X



Desde que floreció el silencio más oscuro,

Miles de ríos se precipitan a la tierra.

Desde los tiempos de la aridez,

Cientos de océanos se extinguen

Como cuchillos de hierba

Crispados por sus lámparas.

El hombre,

Ese pequeño saltamontes,

Bebe las ánforas humeantes:

Tiene la sed de un ejército,

El hambre de un ejército en los fracasos de la guerra.

La lluvia es la forma más elemental de congraciarse con el mundo;

Esa será siempre su victoria,

Su manera de sonreírle a la soldadesca de la muerte

Que abnegada transita por la oscuridad. 

domingo, 1 de mayo de 2016

¿A DÓNDE VAN LOS DÍAS TRANSCURRIDOS? IX




IX




Cuando el cerezo se desgaja con la tarde

Sólo queda una ventana,

Un pequeño precipicio que asoma al horizonte.

Cada capullo de la fruta es una alcoba al firmamento,

Un extenso dormitorio

Por donde temblorosos pasan los años.

En esas habitaciones se respira el mundo,

El olor de las frutas que no fallecen,

Que persisten en aromar la noche.

Desde esa ventana veo trinar las aves

Y creo que la vida aún es hermosa para llorar con ellas.