IX
Cuando el cerezo se desgaja con la tarde
Sólo queda una ventana,
Un pequeño precipicio que asoma al horizonte.
Cada capullo de la fruta es una alcoba al
firmamento,
Un extenso dormitorio
Por donde temblorosos pasan los años.
En esas habitaciones se respira el mundo,
El olor de las frutas que no fallecen,
Que persisten en aromar la noche.
Desde esa ventana veo trinar las aves
Y creo que la vida aún es hermosa para llorar
con ellas.