VI
Las quince candelas que se van apagando
Asemejan la vida.
Cada candelabro es una historia,
Un ascender por el primer borrador de tu
página de espejos.
El ir descendiendo por estos cristales
Supone cierta alegría inocente:
Uno va destejiendo retazos
Pequeños ardores de infancia y de juventud.
La madurez se torna sombría conforme avanzan
las horas.
La llama del pábilo oscurece;
No por los años que desfilan entre montículos
Sino por el tapiz “racional” que le añadimos a
lo que resta de camino.
Hay una vela que no se apaga nunca,
Que insiste en un eterno resplandor
Pese al frío que traen consigo las primeras
lámparas del día.
Quizás sea la muerte
La flama del vacío más puro
Que fulgura junto a la llama que obstinada
golpea a la puerta.