sábado, 5 de abril de 2014

ANIQUIRONA XVI

Pintura de César Santos



XVI




En las mañanas
Cuando llueven estrellas
Y hojas balsámicas de los árboles
Pienso en los millones de años
Que van con mis raíces
Con mi andar deliberado por el cosmos.

Justo en este espacio
He vuelto a dar contigo,
La brisa y la lluvia de los tallos
Te han traído hasta mis días
El miedo al miedo ya no existe
Como tampoco existe
El miedo a Schuaima.

A ti
Mujer de reinos luminosos
Te debo el conocer
La infinidad de orillas que posee la muerte
La orilla amarilla de la muerte
Esa muerte que me seduce y apasiona.

Pero no amo el suicidio
Pienso que es un pretexto de la vida
Para buscarte demasiado pronto
Yo no te busco forastera
Llevo en mis bolsillos
El mapa transparente de tu tierra
Y puedo cruzar cuando me parezca.

Por ahora
La tierra de los sueños y las luces
De los ecos y las voces
La tierra que es tuya y de nadie
Que es tuya y de todos
No me pertenece.

Yo no pierdo la razón entre los muertos


Los espíritus de luz me crucifican
Pero he muerto tantas veces
Que ahora es más usual la crucifixión en vida.

Déjame partir amada forastera
El tren de Schuaima sale a las nueve
Y yo aún conservo tres tiquetes de regreso.

martes, 1 de abril de 2014

ENTREVISTA DE PABLO HERNÁN DI MARCO A WINSTON MORALES CHAVARRO



Un café en Buenos Aires con Winston Morales Chavarro


Por: Pablo Hernán Di Marco
Especial para Libros y Letras desde Buenos Aires


En estos días pareciera que los poetas o novelistas ejercen su profesión con la monocorde rutina de un empleado de banco: de lunes a viernes, de diez de la mañana a cinco de la tarde. No siempre fue así. Hubo un tiempo en que los poetas vivían, disfrutaban y sangraban su pasión por las letras cada segundo de cada día de sus vidas. Winston Morales Chavarro pertenece a esa antigua raza, y eso (más allá de su talento) lo vuelve no solo necesario, sino también imprescindible.
Los invito a que me acompañen a la encantadora Cartagena para conversar con uno de los últimos poetas de su especie.

- Gracias por recibirme, Winston. —Naciste en Neiva y vivís en Cartagena. ¿De qué manera aparece la influencia de estas ciudades en tu poesía? 


La ciudad del poeta no es la ciudad del hombre. Puede que muchos espacios de mi niñez se vean reflejados en la consecución de un universo poético, pero la ciudad, en mi caso muy personal, no necesariamente es la ciudad física en la cual viví mis primeros años, o esta última, en la cual me desempeño como empleado público. Ahora, es posible que no sea consciente del poco o enorme efecto que tienen estas ciudades en mí, pero debido a mi experiencia creativa, y al mundo que he tejido desde hace tantos años, esa ciudad que tú expresas no es otra que Schuaima, mi verdadero lugar de enunciación. Ese lugar de enunciación, que no es premeditado, ni razonado, ni negociado, es la poesía, es el mundo mítico de Aniquirona, aquella mujer que una noche de 1990 decidió visitarme y que, desde aquel entonces, cambió mi vida para siempre. Entonces esa sí que es una verdadera influencia, no sólo por el mundo, la ciudad, el clima, la atmósfera por la que me muevo, sino por mi manera de percibir los otros mundos, por la voluntad que nace ante los objetos de unos universos atávicos, de los cuales no puedo darte mayores explicaciones.



—En 2004 tu novela Dios puso una sonrisa sobre su rostro ganó IX Bienal de Novela José Eustasio Rivera. Ya que se dice que “de lejos se ve más claro”, ¿cómo recordás aquella premiación?   


Fue un momento muy emotivo, sobre todo porque acababa de llegar de Quito, Ecuador, donde cursaba una maestría en Estudios de la Cultura. Después de dos años de ausencia, encontrarme con Neiva fue muy significativo, sobre todo porque a escasos dos meses me llama la gente de la Fundación Tierra de Promisión para decirme que mi novela Dios Puso una sonrisa sobre su rostro era la novela ganadora. Fue un momento de mucha ansiedad, pues poca gente sabía que estaba explorando en la narrativa. La escritura de la novela fue todo un acontecimiento. Desde el nacimiento mismo, que fue a raíz de una conversación con unos amigos en Café y Letras, un lugar de estudio en la Universidad Surcolombiana, al cual llegaba desde las 11 de la mañana y me podía quedar hasta las 7 de la noche bebiendo café, hasta la escritura misma de ella, que iba contando en estas conversaciones de desempleados vespertinos, entre quienes estaban Esmir Garcés, Danny Montaña, Mario Hernán Sanmiguel, Heider Rojas, Aníbal Plazas, fue todo un disfrute, un deleite a veces doloroso, pues recordaba con ellos el suceso de la casa bomba de Villa Magdalena, un hecho que fue muy triste para la ciudad y que sin lugar a dudas marcó nuestro imaginario sobre el conflicto armado.
Entonces lo del premio fue una doble celebración: mi vínculo con la ciudad y mi vínculo, para siempre, con la narrativa. 



—No se me ocurre mayor homenaje para un autor que ver su obra traducida. Tu poemario La dulce Aniquirona ha sido traducido recientemente al francés (La Douce Aniquirone et d’ autres poemes Somme poétique). ¿Participaste del siempre complejo proceso de traducción?  


No, no tuve nada que ver con el proceso de traducción. En el año 2005 conocí en el Festival Internacional de Poesía de Medellín al poeta camerunés   Marcel Kemadjou Njanke. En ese festival intercambiamos libros y nos despedimos con una amistad naciente. Sucede que años después, con la aparición de Facebook como red social, Marcel y yo coincidimos allí. Posteriormente él me invita a un festival Internacional de Poesía que organiza en Camerún, Africa, y yo hago todo el esfuerzo de ir. De modo que él comienza a traducir unos poemas para el Festival. Cuando me remite esos poemas, me sorprenden dos cosas: 1. La traducción. Según me cuentan amigos franceses que conocí en el Festival de Poesía de París, es muy buena (Marcel es poeta, lo que garantiza su mirada a la sensibilidad de otros creadores); 2. la traducción fue más generosa de lo que pensaba, pues Marcel no sólo tradujo una muestra para el festival, sino que vertió más de 15 poemas por libro. Al ver más de 40 poemas traducidos, lo cual es una cifra bastante alta, yo le pedí, tres años después, que tradujera apartes de tres libros nuevos (Camino a Rogitama, La ciudad de las piedras que cantan y Temps era Temps) con el objeto de leerlos en Francia. De modo que Marcel logró una traducción bastante alta y decorosa. La idea de publicar el libro en francés surgió en París, ante la mirada complaciente de Yvan Tetelbom, organizador del Festival Poetas en París, y otros amigos poetas de Francia y Colombia. 



—Suelo pedirle a mis entrevistados que nos regalen algún pasaje de su obra.  Te pido un favor, Winston. ¿No quisieras compartir una de tus poesías con nuestros lectores? 


Este poema es del libro Aniquirona, publicado en 1998 por Trilce Editores:

XXVI

Hay una mujer en mi casa
Que mira yo no sé hacia qué esquina, hacia qué
Mundo
Una mujer cuya espalda
La constituye el viento;
El árbol de la noche
Como una oración para los casos difíciles.

Hay una mujer
Que desconozco
Y sin embargo sé que es un pretexto.

Como si soñarla no fuera suficiente
Para acabar de comprenderla,
Mi alma se remonta a las alturas
Como buscando no sé qué colina
No sé qué precipicio.

Hay una mujer que me ha desposado
Cuando apenas descubrí
Que nací para ser hombre o sueño.

Una mujer de pomarrosos y guáimaros gigantes
Una hembra suave y sudorosa
Que pasa como un río
Musitando leves vientos de nostalgia
Para mi mundo verosímil y fantástico
Hay una mujer en mis sueños
Una mujer que mira yo no sé hacia que parajes
Hacia qué rincones.

Una mujer a quien los árboles, los pájaros
E inclusive las esferas
Le hablan a diario
Con una vocación maravillosa
Y le comunican los secretos inescrutables
De las piedras y los ríos

Hay una mujer que mira hacia mis mundos subterráneos
Y decanta con sus pechos balsámicos

Todas las sombras que me habitan
Una mujer que sabe todos los misterios de mis
Noches
La mansa luna atropellada
De mi angustia.

 
—Vamos con las dos últimas y clásicas preguntas de Un café en Buenos Aires: alguna vez Mario Vargas Llosa dijo que el día más triste de su vida fue cuando Jean Valjean murió en Los miserables. ¿Cuál fue el día más feliz de tu vida?


Es muy complejo hablar del día más feliz de mi vida. No obstante, tengo momentos que realmente impactaron mi vida y recuerdo claramente el valor altamente significativo de cada uno de ellos. Uno de ellos ocurrió en 1998, cuando un camión de TCC llevó hasta mi casa unas 10 cajas de mi primer libro de poemas. Recuerdo mucho la emoción y el cuidado con los que abrí esa caja. El tener en mis manos el primer ejemplar de Aniquirona, mi primer libro, fue un momento absolutamente maravilloso, muy parecido a lo que sentí, cuatro años antes, en 1994, cuando mi hija Lennis Yelenha vino al mundo y nació con sus grandes ojos abiertos y lo primero que hizo fue mirarse en los míos, o un año antes, en 1997, cuando nació mi hijo Luis Alfredo. Fíjate que esos momentos más felices de mi vida se sitúan en el nacimiento de lo que más amo. De modo que esa noche de 1990, cuando conocí a Aniquirona, también puede ser uno de los momentos más felices de mi vida, lo que pasa es que estos cuatro acontecimientos son momentos que nunca terminan, siguen vivos, palpitan al interior de mi búsqueda como ser humano y como creador.



Te regalo la posibilidad de invitar a tomar un café a cualquier artista de la época que prefieras. Contame quién sería, a qué bar lo llevarías, y qué pregunta le harías.

Uno de mis poetas más amados es William Blake. Mi admiración por él es tan alta, que la mayoría de mis libros de poemas están ilustrados con sus grabados y pinturas. A él invitaría. Sería muy grato conversar con el gran poseso, con el mago Blake. Me gustaría llevarlo al Taurino, un café muy popular que tuvo la Neiva de los 80’s. Y me gustaría que en esa mesa estuviera mi padre, quien amaba la poesía. Y luego llevarlo a un paseo por el río Magdalena, y allí, ante la grandeza del río, preguntarle el cómo abrir las puertas de la percepción, el cómo mantenerlas abiertas. Y por supuesto le regalaría un ejemplar de Aniquirona y otro de De regreso a Schuaima, para que pueda observar los grabados que usé para ilustrar esa pequeña ambición mía de ser poeta.








domingo, 30 de marzo de 2014

ANIQUIRONA XV



XV



Aniquirona
Tejedora
Bordadora de sueños
De poemas que aún no germinan,
El emperador te espera
Sobre su trono de hojas secas,
Ansía tus dedos
-hilanderos de flores-
tu aguja que todo lo redime.

Teje mujer de santuarios oníricos
Otra mañana de lluvia
Para sus manos recolectoras de naranjas
Para sus labios de uvas frescas
Que deletrean tu nombre santo.

Aniquirona
Entrelazaste tu tiempo con su tiempo
Tu espacio con su espacio
Este tiempo de la transmutación y el sueño
Del caminar por cúspides y escalinatas
Hacia el destello azul
Que mana de tus hilos
El equilibrio del que pende
Esta vida y esta muerte.

Tejedora
La telaraña santifica
Cualquier intento de locura,
Al otro lado de las cosas
En donde reposan los viejísimos castaños
Está el otro emperador
El que ya te conocía
El que recoge el hilo de las horas
El cáñamo de la palabra
 Para festejarla en un minuto de agua
De lluvia
De brisa redentora
Cuando la inspiración
Toma de la conciencia
El vivir despacio.