sábado, 15 de febrero de 2014

ANIQUIRONA IX



IX



La realidad no es inamovible
Y por eso
Puedo percibir mi yo
Bajo otras circunstancias
Puedo volar y reír
Puedo nadar, saltar, hacer cabriola
Festejarme en el prado
Respirar las piedras
Con la misma intensidad
Con que se respira el azahar y las guirnaldas.

Yo no pienso
Y me festejo de ello
Me alegra ser loco
Y por loco libre
Por libre feliz
Y por feliz
Intensamente
Irremediablemente eterno.

Extranjera
Amo la vida
Amo la muerte
En realidad no sé distinguir una de la otra.

He perdido además la noción del tiempo,
Me ocupan en la vida o en la muerte
Hechos más interesantes:
La puesta de los astros
El trote irremediable de los trenes
El bullicio de los niños
Las mariposas alocadas
El croar monorrítmico de las ranas.

Forastera
Soy hijo de Urano, de Marte, de Schuaima
Soy hermano de la tierra, de los árboles,
De los pájaros azules

Y así

A través de la interminable,
De la imperecedera
De la futurista naturaleza
Te veo tal como eres.


martes, 11 de febrero de 2014

TEMPS ERA TEMPS




TEMPS ERA TEMPS
WINSTON MORALES CHAVARRO
PRÓLOGO

El poeta nos confronta en su fuerte exposición con los dilemas más prominentes de nuestra efímera existencia. Se rebela contra la intransigencia del tiempo que se nos escapa y la muerte que se avecina, la injusticia, la mentira, la hipocresía, la ignorancia que incrementan a diario, y trata desesperadamente de imponer la luz creativa sobre estos flagelos de la Humanidad para advertirnos y exaltarnos.

         Fascinado por el capricho del reloj que nunca para, como un niño en busca de una fábula que lo salve del nefasto destino de ser devorado por el tiempo hambriento, encuen- tra su sustento¾ y quizás su salvación¾en la poesía, en el amor, en la justicia, en la verdad…y siempre en la música.

         El poeta pronto llega a la conclusión de que algo fatalmente injusto descarriló la trágica historia de la Humanidad después de habernos transformado en seres conscientes que podemos ser, en contraste con las fieras incoherentes que fuimos, para luego hacer la pregunta incontestable,  “ ¿Quién de ellos el culpable?”  De una manera casi, podríamos decir, bíblica, da su respuesta, “Usted sabe que ellos no saben lo que hacen”. 
          
Como otro poderoso Walt Whitman que nos asalta esta vez desde nuestro propio trópico, nos agarra por el cuello de la camisa y, sacudiendo,  nos recuerda, diciendo que a pesar de todos nuestros deseos, lo inevitable es que seremos arrastrados hacia la obscuridad final: “Ni la estrella, ni el sol, ni la aurora nos salvarán”.  Pero para darle rienda suelta a la libertad sexual de hombres y mujeres “donde la belleza sola habla”, enaltece a la Humanidad con su vigor sensual que nos otorgaría al menos el consuelo que tanto necesitamos y destruiría las barreras que nos impiden disfrutar de nuestra inmensamente generosa y conmovedora naturaleza.  ¿Y a quién podríamos culpar por tantas injusticias?, nos pregunta desesperadamente, “¿Quién urdió el mapa de esta geografía?” Sin embargo, su consistente y desaforada actitud whitmanesca nos reitera que la maldad no tiene el poder de mancillar nuestro sensible y verdadero íntimo ser porque todos somos completamente susceptibles al deseo de amar; amar en cualquiera de sus magníficas ramificaciones constructivas, incluyendo especialmente la aspiración y fortaleza sexual de hombres y mujeres por igual.
          
Aunque el poemario enfoca muy abiertamente conceptos muy universales, el amor patriótico del poeta lo fuerza a exhibir la llaga atormentadora que lo aflige cuando medita acerca de su propio amarillo, azul y rojo, atribuyendo sus inmensas tribulaciones a “la mano que escribe desde mis dedos”, sobre todo cuando trata de entender y quizás excusar lo que siente tan amargamente acerca de su amado “país herido donde no hay mejor lenguaje que el silencio”.  Ni como un mago frustrado que sin embargo podría quizás salvarnos, se torna indiferente y sordo donde “todo huele a moho”, en un mundo obstinado en destruirse. Pero añora por lo que podría transformarnos en el alma universal, en el principio activo del mundo, aunque a pesar de un pesimismo agobiante ante el horror apocalíptico que vislumbra, “ve belleza donde nadie la ve”. 

         El poeta se universaliza cuando suspira penosamente, como cualquier otro ser humano, cuando se enfrenta con el eterno combate entre la vida y la muerte, hacia esa luz “que está siempre destinada a apagarse.” Constante en su búsqueda del tiempo profano, añora por el regreso de su inocencia, su desnudez, su verdadera identidad sin ningún disfraz, y finalmente (hasta el infinito), el amor que todavía podría redimirnos porque “todo proviene de su abrazo, de su beso, de su piel que se funde y se quema” en aquel lugar prodigioso y mágico donde la sexualidad se mezcla con la absurda belleza e inmortalidad de la naturaleza, del mar. Es aquella naturaleza lo único que verdaderamente le queda a la humanidad, lo que podría nutrir nuestro espíritu y nos rodea constantemente, lo que no tiene límites en su abundancia. Esta conclusión lo anima y le da vida, más aún cuando se la ofrece a nosotros, sus lectores.

         Siempre en busca de la luz que alumbra desenmascarando el engaño, la mentira, la traición, la hipocresía; siempre alerta a lo que todavía podría salvarnos del precipicio donde la injusticia de la muerte nos quiere llevar, el poeta se sumerge en la apoteosis de la gloria, confrontando aquella muerte como uno de los aspectos de la vida misma al  sentir que su propio ser está fuertemente “conectado con el impulso de las estrellas”.

         Como un hechicero, un mago poético, Winston Morales Chavarro, enfoca a la Humanidad con sus ojos xeroftálmicos que penetran a través de toda la sequedad y opacidad que se imponen desde afuera de nuestra piel y nos impiden percibir con claridad. A veces se rebela impacientemente contra la ceguedad que no nos deja superar las llagas inevitables que nos están llevando hacia una conflagración universal donde la muerte reinaría sobre todos los dioses. A veces suena como si le estuviera hablando a una caterva de humanos sin sentido que han sido engañados por los místicos, tratando al mismo tiempo de desechar el horror y el pesimismo que le produce ver con claridad lo que el resto del mundo no ve . La belleza y el horror están siempre ligados y nos dice que hay que batallar para separarlos. Pero, afortunadamente, el amor y la música rescatadora y omnipresente, su buen deseo por la Humanidad que tanto dominan su pensamiento, lo salvan del suicidio, sobre todo cuando surge de su pluma fantasmagórica la desesperación del ser incomprendido.



Andrés Berger Kiss, Ph. D.
Lake Oswego, Oregon, EEUU
        

domingo, 9 de febrero de 2014

ANIQUIRONA VIII

Pintura de César Santos.



VIII




Aniquirona
No te temo
Antes te amo.

El camino como un espejo
Me muestra uno a uno tus atajos, el principio.

¡Escucha la voz de los sinsontes!
Descalzo,
Desnudo
Y loco
Sin la vaciedad del infante tiempo
Debo fundirme en la respiración del aire
Volverme partícula de tu cosmos.

Para llegar a ti
No sirve cuestionarme en el arreglo de la casa
Ni siquiera mover los muebles de lugar
Para que el ambiente parezca distinto
No sirve tomar cada mañana una ruta diferente
Para creer que se llega a otro país
No vale adelantar el reloj
Para sentir que el tiempo pasa rápido
Tampoco vale atrasarlo
Para creer que se vive eternamente
No sirve callar para que las palabras no se gasten.

Basta con meter la cabeza en el río de la nada
-ojalá hasta la nuca-
y sentir como la luz del agua
inunda los pulmones
y cómo su risa redentora
nos moja de equilibrio
y de la libertad serena
de pisar otros caminos.

jueves, 6 de febrero de 2014

LA TIERRA PROMETIDA DE WINSTON MORALES CHAVARRO





La tierra prometida de Winston Morales Chavarro

Por Lilia Gutiérrez Riveros


Hace unos días Winston Morales me dijo: -¿conoces Schuaima? Allí siempre llueve, hay verdes de todas las plantas y el canto polifónico de muchas aves-.
Por el tono de su voz y la pausa al pronunciar ese nombre intuí que la tierra prometida de su calidad poética residía en ese mágico espacio donde toda abundancia es posible para los ojos, los oídos el olfato y la piel de quien camina y empieza a recoger la cosecha de los universos concentrados en las páginas donde fluye la lluvia cristalina, rítmica y amorosa de Schuaima.
Había visto su calidad narrativa en Dios puso una sonrisa sobre su rostro, la novela ganadora del Premio IX Bienal de novela José Eustasio Rivera, donde la imagen y el vuelo poético se lanza a cualquier espacio y distancia. Se tiene la impresión a veces de que los personajes logran atrapar al mago del vuelo para que regrese a tierra firme. El embrujo de entrar en universos paralelos, el macro y el microcosmos y, como parte de lo tridimensional encontrar lo cotidiano. El amor y la muerte en estrecha relación. La muerte, las múltiples muertes que afloran cuando se está frente a un cadáver: La muerte ronda al hombre, camina por los pensamientos que creemos nos hacen libres de ella.
De hecho, se escoge a la muerte...Después, cuando suena ese disco Politik, sobre el que surge esta expresión: ¿qué son cinco minutos con dieciocho segundos para un organismo viviente como el hombre? Todo y nada. En esa percepción de tiempo se cierran todas las puertas posibles de la materia, pero se abren los postigos ultraterrenos de un supratiempo que lo abarca y lo comprende todo... Y luego el personaje de la hija que escribe desde diversos lugares de Irlanda estableciendo el lazo que une esos universos.
Con Winston y sus personajes coincido en los gustos musicales, en los contemporáneos y muy especialmente con los compositores de todos los tiempos: Wagner, Mozart, Rachmaninov y otros cuantos que se instalan en mitad del corazón. Yo también creo que la vida sin música no vale. Coincido en su manera de ir al deleite del silencio, aquel que comparten las hojas y los tallos que elevan sus dones acompañando los caminos; al silencio que se abstiene de la discusión, que de antemano sabe de una batalla perdida, desgastante y absurda; al silencio capaz de abstraerse del ruido de las horas del tiempo alquilado; al silencio sagrado, al sagrado silencio que permite el encuentro de la expresión fresca y libre.
Oigo una vez más a Winston y me contagia de ese amor sin límites por ese espacio donde logra el máximo encuentro con la palabra. De inmediato me sorprende.
Desde Schuaima llega Summa poética con el subtítulo antología personal, entonces me cuenta que es Comunicador social y periodista con un Magíster en estudios de la Cultura, mención Literatura Hispanoamericana, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito; que ha ganado los concursos de nacionales de poesía de las universidades del Quindío, en el 2000, el de la Universidad de Antioquia en el 2001 y el de la Tecnológica de Bolívar en el 2005.
Entro en sus páginas y confirmo su gran dedicación y constancia. Entonces es posible leer y escuchar la poesía, porque el ritmo, la cadencia, el vuelo y la expresión de Winston alcanzan dimensiones que solo se lograrían en la “tierra”
La antología está integrada por Aniquirona, Memorias de Alexander de Brucco. Por alguna razón que me llama desde la abundancia de ese paraíso me quedo en De regreso a Schuaima, y recito este poema:

LA LLUVIA

Siempre llueve en Schuaima
Siempre ese precipitarse de los cielos a la Tierra.

Me abrazo a los chorros monocordes de los ríos
Y los cansancios de mi cuerpo se mitigan
Por el beso polimorfo de estas lluvias.

Siempre llueve en Schuaima
Y los follajes de los fresnos
-igual que los patos en parvada-
Bajan cantando por el ayuntamiento y sus orillas
Y los sinsontes se pegan a mi boca
Como los hilos luminosos de una estrella.

Siempre llueve en Schuaima
Y uno aprende a querer esta lluvia estrepitosa
Uno se acostumbra a su desnudez de ropas
A su delirio de doncella
A sus pezones grises,
De donde mana un agua inescrutable
Que moja y contagia de pureza
Hasta los precipicios de la muerte.

Siempre llueve en Schuaima
Y uno sumerge la cabeza contra el viento
Y la lluvia llega como un tumulto de palomas
A anidar en nuestras ramas los próximos veranos.
Siempre llueve en Schuaima
Siempre los espejos y cristales
Descendiendo de las noches desarmadas
Y un resplandor inamovible
Se deposita en nuestros hombros
Y una queja luminosa
Llamea por los bosques
Y unos pájaros de agua
Proclaman la grandeza de esta Terra.

Antes de terminar de releer el libro tengo el morral listo porque mañana, antes que el sol empiece a vigilar los caminos emprendo mi viaje a Schuaima, la tierra prometida, el espacio sagrado que Winston Morales encontró para la poesía.