sábado, 14 de septiembre de 2013

CRONOS



XIX

CRONOS






¿Ves el tiempo que fluye entre mis manos?

Es el mismo del que está hecho el paraíso,

El Olimpo, La manzana,

La raíz que se trifurca,

El minuto que demoran mis dedos en el ejercicio de delinearte.


Mi lengua va determinando el óleo

–duro ejercicio de lograr la simetría-

Y el beso

La isla oscura y tenebrosa de tu amor.

El color se pendula entre mis dedos;

El cuadrante de unos labios en la probidad de tu organismo:

Suben y descienden los relojes:

Como el cosmos, la serpiente, la cuchilla

Los yelmos se afilan

Las yacijas se dilatan,

La noche corre presurosa en las hélices de un pájaro.

Lee los segundos en mis manos,

Respira el ánimo de una noche y un día que nunca acaban

Es el tiempo por el tiempo

El minuto elástico de tu boca,

La jornada que llevas en los perdigones de tu fruta virgen.


Ojea mis palabras

Son las mismas arrancadas de un color que no logra definirse

El tiempo donde todo se liquida:

Se disgrega el amarillo,

Se duerme el rojo,

Se traza un fragmento de tu pecho o de tu talle.

Tu cuerpo yace entre mi cuerpo,

¿Es el tiempo el que fluye entre mis manos?



















sábado, 7 de septiembre de 2013

POSEIDON



XVIII

POSEIDÓN

 




 Tus pechos bajan como un hilillo de esperma

Por las llanuras de Naxos.

Tu sexo,

Húmedo río que se vierte de Ovellones de plata,

Desciende como un cuchillo de nácar

Por las riberas de Delos.


Nadie ama el mismo cuerpo dos veces,

Nadie se baña en el río del Éter

Más de lo que quisiera.

No obstante,

El flujo-reflujo de tus senos de diosa

Me pesan como una piedra y como una daga

En el Carcaj de Quirón.

Nadie ama el mismo cabello;

Son otros besos, otras manos,

Otros labios

Los que nos recorren,

Los que nos transitan.

Nadie abraza en la misma geometría;

Los ríos descienden de prisa,

Los cuerpos también desembocan.

Habrá un tiempo en que el hombre sepa todo esto:

Nadie ama con las mismas palabras,

Con los mismos miembros,

Con idénticas músicas.

Tú me lo has contado desde la noche de los tiempos:

Nadie se baña en los mismos muslos más de dos veces,

Nadie se sumerge en la misma fuente,

En el mismo cauce.

El cuerpo que sujeto ahora,

La flecha y el arco que tensiono para la caza

Saben que nadie naufraga en el alto de Érix

Y que el amor y la muerte son como el río que no termina de fluir.










domingo, 1 de septiembre de 2013

TESEO





XVII


TESEO


 




Ariadna,

Tú que a través del sueño

Has hilvanado laberintos en las sombras,

Que has zurcido sobre mi cuerpo de extranjero

Cientos de hilos, de cometas y de trenes,

Un centenar de casas para vivir esta muerte

Que sueña con una vida menos dura.


Ariadna

Kilómetros de músicas y esferas

De larvas, de resinas y de estrofas,

Ariadna de metal

Receptiva a la lluvia, a la brisa,

Al latido de los astros.

Tú que a través del sueño

Has bajado cabalgando

Luciérnagas y piedras,

Que has pintado con tu lengua y el cáñamo de tus furias

Poemas legibles en esta vida

Y en la otra que no has tenido todavía

Y en esta muerte

Y en esa otra menos dura

Que aun insiste en demorarse.

Ariadna

Hija de Minos, Rey de Creta,

Tejedora de silencios y de ecos

Ariadna y su búsqueda incesante

¿Por qué persistes en escribirle a mi memoria?


























domingo, 25 de agosto de 2013

SÍSIFO




XVI

SÍSIFO

 




 En el entusiasmo de la noche

Sobresale una autopista que es la que recorro ahora

Y se configura diariamente en la palma abierta de mi cuerpo.

Mi mundo comienza en esta calle,

En estos corredores que marco con las manos

Y cuya boca se sorprende con el vértice de un labio y una arteria virgen.

Siempre el mismo recorrido,

La analogía (montañosa) de un cuerpo accidentado:

los mismos senos, el mismo dorso,

el mismo pubis;

Es un ir y venir determinado por los signos

Y que, no obstante,

complace hasta el tuétano las proporciones de sus oráculos.

¿Qué Daimon es el garante de tal gozo?   


Mi mundo comienza y termina en esta carretera;

Marco con las falanges de mis dedos

-centímetro a centímetro-

la autopista de una espalda intolerante a la aridez.

Voy y vuelvo como la muerte,

Como las obscuras puertas de Tebas o de Argos,

Sobre ciertos caracteres que sólo pertenecen a mi boca.

Las grafías de esa misma boca

Ella las conoce como Proserpina el reino de Plutón.

Voy y vuelvo como la noche,


Me sumerjo en el mismo recorrido,

En la misma vía,

en ciertos atajos que sólo mis manos anticipan.

Bajo algunas calzadas esbozadas por el laberinto

recuerdo el mito que me corresponde

-el mismo sexo, la misma alforja, el mismo ombligo-

y me siento a esperar a que pase el mundo

pues según mis arcanos y relojes

mi Odisea comienza en el ángulo de su vientre abierto

y termina en los recodos trifurcados de su amor.