XV
PARIS
Cuando una mujer florece en la
tenebrosidad del mar
su rictus es como el aire que rompe las
ristras de los barcos
y provoca cierta fractura en el
maderamen de los mismos.
Cuando una mujer
Alta,
imperiosa como la proa de los
bastimentos,
se abre,
cae desde arriba,
se resume en las olas y en los golpes
de la lluvia,
se pueden decir tres cosas sobre ella:
Uno,
que es hija de Poseidón, dios de los
océanos,
Y su arte final se congrega en la
seducción de nautas y pilotos.
Dos:
Que su presencia obedece a la ira de
algún Olímpico
Presto a derrotar nuestra flotilla
Con el argumento sólido de la belleza.
Tres:
y el menos fehaciente de los
anteriores,
que el Numen de la Pitia ha decidido
congregarla a mis afectos
de modo que resuelva mis batallas
en el tálamo nupcial de sus incendios.
Niego que sea el enamoramiento
Del que ahora me acusan mis súbditos,
lo que me doblega al filo de la espada
y de los días,
Pues a pesar de haberme abandonado en
la gloria de su guerra
Sé, y soy consciente de ello,
Que sólo puede derrotarme el enemigo:
Menelao, Agamenón, Orestes: el pasado o
el futuro griego;
Nunca una mujer
Aunque ahora me prive de la libertad y
la victoria
Propias del ostracismo
Y me sumerja en el acantilado hirviente
de sus muslos
Viendo como pasa el mar entre mis ojos
Y como la llena luna se tiñe de la
sangre
De aquellos que naufragan en el desvarío
de la muerte.