domingo, 20 de enero de 2013

LÁZARO



XIX

LÁZARO

A Jader Rivera Monje.





Ahora que soy tantas cosas al tiempo

Ahora que asumo mis vidas pretéritas

Y las lanzo a la carne o al barro

para que se vuelvan poemas

o pequeñas hojas que se enfrenten

al aire rizado del Zaire

me llaman Lázaro.



Soy Lázaro

El hijo de Betania

El hermano de Martha y de María

He conocido la muerte

Su río de rosas, gladiolos, violetas, mirtos y lirios

Que he transitado, navegado y respirado

En los cuatro días que duró

Esa odisea por el mundo fascinante de las sombras.



Soy Lázaro

Tengo setenta nombres

Música, viento, pájaro, buey, lluvia

Son algunos de ellos

Creo en la resurrección

En la pervivencia

En el soplo cálido que trasciende

Más allá de estas tribus.

Me he levantado del barro nueve veces

Y ahora

Soy el polvo que no vuelve al polvo.

Mis manos y pies

Todavía están atados con envolturas de entierro

Pero también es cierto



Que bajo mi cuerpo crece la hierba

Circundan el gusano, el ciempiés, las calambrinas olorosas,

La gaviota que remonta su vuelo

En busca de otras corrientes de aire.



Soy Lázaro

Habitante de Betania

Amigo de las sinagogas

De Canaám, de Cafarnaum, de Nazaret, de Galilea

Y de otras tierras lejanas

Cuyos nombres no entenderían

Tengo el rostro cubierto con un paño

Pero cada vez que me levanto a la vida

Cada vez que una mariposa

Me recuerda que he nacido de nuevo

El paño va cediendo paso

A otras estrellas, a otras luces, a nuevas especies de animales,

A otros caminos.



Soy Lázaro

Y en este viaje al final de la vida

Me sentaré sobre otra roca

A hilar el cordón sagrado

El pedazo de río

Que me devuelva a otra corriente

En donde todas las voces clamen,

Todos los músicos canten,

Todas las lluvias digan:

“Lázaro, levántate!”




























martes, 15 de enero de 2013

ME LLAMO NOÉ-FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN




PAPIRO ESCRITO A ORILLAS DEL MAR DE GALILEA



XVIII

PAPIRO ESCRITO A ORILLAS

DEL MAR DE GALILEA






 Yo no escribo para complacer a los hombres de la tierra

Mi propósito en la vida

Consiste en escanciar

La ruta de los otros

Y hacer menos difícil el camino

En el vasto principado de las sombras.

Yo no vine a este planeta

A complacer a los hombres de los cielos

Mi reino no es de este mundo

Ni del otro tampoco:

La tierra a la Terra

La ceniza a la ceniza

Y el espíritu a la luz,

Esa es la trilogía más perfecta.

Como una lámpara rapsódica de conocimientos

Sé cosas tan pequeñas

Como la resurrección de los muertos,

 El libre albedrío

de multiplicar panes y peces;

cosas tan complejas

como lavar los pies a mis amigos,

quitar la lepra, sanar enfermos;

y lo que es peor para escribas y saduceos

contemplar por horas,

la belleza sugerente de los astros.

Yo no vine a estas estrellas

A complacer a los hombres del infierno.

Nada me conmueve tanto

Como el hombre por el hombre,

La quietud de los mercaderes de Sajonia,

El tenue batir de pescadores,

Sus redes oceánicas

Sobre las vastas cavilaciones del mar de Galilea.

Nada me consuela tanto

Como la absoluta belleza:

El ronroneo de la noche,

El canto de los ríos,

La polifonía de la lluvia

Bajo el rumor soterrado de las piedras.

Yo no escribo para complacer a los hombres de la tierra,


-Y no creo que todo esté perdido-:

Aún escucho la oración de las cebollas

Y sé que el universo es joven todavía;

Escucho el pájaro del aire

Que golpea con su música delgada

Los techos de Getsemaní y Jericó,

Y sé que su voz traerá buenas nuevas para el alma.

Haré de este lugar

Un paraíso para todos,

Construiré para mis hijos

Un mundo que esté vigente

En los planos absolutos de la nada,

Un reino que exista para todos

Y que ofrezca a sus viandantes

Un tibio leño donde reposar

La perennidad de las hogueras,

La música infinita de la muerte,

Los sortilegios fantásticos de la vida.

jueves, 20 de diciembre de 2012

CARTA DE LOS FARISEOS A JESÚS DE NAZARET










 Niño de Belén

Tú que vienes de las pesebreras,

De ese silencio absoluto

Donde la sabiduría se puebla

De viento, de río, de calambrinas olorosas

E invade de lluvia

Al aliso, al cajeto, al siete cueros de la montaña

Enséñanos a conjugar la belleza.

Tú que eres viajero de otras épocas

-Distantes a las nuestras-

Enséñanos a bautizar las encinas del bosque,

A respirar el silencio

A orillas de la Quebrada del Muerto.

Niño de las grutas subterráneas

De Zoar y los caminos,

Tú que conoces el vaivén de las hojas

Que atraes la revolución de los peces,

Que vas hasta lo arduo del valle

A dejar tus pisadas de lluvia

Sobre las tierras infértiles del Monte Nebo,

Danos esa sabia forma de mirar el mundo

El silencio sagrado que atiza nuestro pecho

Para reconocer en las piedras

La amalgama de los mármoles y los diamantes

Y el gozo de las inescrutables semillas

Que caen como navíos de viento

Al piélago desnudo del Rogitama.

Somos los fariseos del templo

Y nada nos consuela tanto

Como el sonido del metal en nuestras prendas,

Danos la posibilidad  de levantar en tres días la casa,

De restituir nuestros cuerpos apócrifos.

Con tus azotes de salvajina y madreselva

Haremos un nudillo de escamas

Para nuestras almas saduceas

Y remontaremos  el vuelo como frailecillos copetudos

Hacia la inmortalidad que tú meditas.

Allá lejos

No habrá más ofrenda que la contemplación de los cuatro metales

Y un candelabro de cobre

Dará luz a nuestros ojos;


Un cielo bramante de estrellas

Esparcirá sus imanes

Y no habrá cenit, ni crepúsculo, ni nadir,

Sólo una nada absoluta

Que sólo conocen los hombres de las estrellas

Y que tú,

Niño de las premoniciones más remotas,

De las verdades inverosímiles más lejanas

Has escrito con tu sangre de ciprés,

Has dictado con tu canto de azor

Y tu mirar diluido en la hoguera de las sienes

Cansadas por las piedras.

Haznos libres huidizo niño de Belén

Que las borrascas del templo sagrado

Han hecho de estos fariseos

Un cúmulo de huesos erráticos.