martes, 15 de enero de 2013
PAPIRO ESCRITO A ORILLAS DEL MAR DE GALILEA
XVIII
PAPIRO ESCRITO A ORILLAS
DEL MAR DE GALILEA
Yo no escribo para complacer a los hombres de
la tierra
Mi propósito en la vida
Consiste en escanciar
La ruta de los otros
Y hacer menos difícil el camino
En el vasto principado de las sombras.
Yo no vine a este planeta
A complacer a los hombres de los cielos
Mi reino no es de este mundo
Ni del otro tampoco:
La tierra a la Terra
La ceniza a la ceniza
Y el espíritu a la luz,
Esa es la trilogía más perfecta.
Como una lámpara rapsódica de conocimientos
Sé cosas tan pequeñas
Como la resurrección de los muertos,
El libre albedrío
de multiplicar panes y peces;
cosas tan complejas
como lavar los pies a mis amigos,
quitar la lepra, sanar enfermos;
y lo que es peor para escribas y saduceos
contemplar por horas,
la belleza sugerente de los astros.
Yo no vine a estas estrellas
A complacer a los hombres del infierno.
Nada me conmueve tanto
Como el hombre por el hombre,
La quietud de los mercaderes de Sajonia,
El tenue batir de pescadores,
Sus redes oceánicas
Sobre las vastas cavilaciones del mar de
Galilea.
Nada me consuela tanto
Como la absoluta belleza:
El ronroneo de la noche,
El canto de los ríos,
La polifonía de la lluvia
Bajo el rumor soterrado de las piedras.
Yo no escribo para complacer a los hombres de
la tierra,
-Y no creo que todo esté perdido-:
Aún escucho la oración de las cebollas
Y sé que el universo es joven todavía;
Escucho el pájaro del aire
Que golpea con su música delgada
Los techos de Getsemaní y Jericó,
Y sé que su voz traerá buenas nuevas para el
alma.
Haré de este lugar
Un paraíso para todos,
Construiré para mis hijos
Un mundo que esté vigente
En los planos absolutos de la nada,
Un reino que exista para todos
Y que ofrezca a sus viandantes
Un tibio leño donde reposar
La perennidad de las hogueras,
La música infinita de la muerte,
Los sortilegios fantásticos de la vida.
jueves, 20 de diciembre de 2012
CARTA DE LOS FARISEOS A JESÚS DE NAZARET
Niño de Belén
Tú que vienes de las pesebreras,
De ese silencio absoluto
Donde la sabiduría se puebla
De viento, de río, de calambrinas olorosas
E invade de lluvia
Al aliso, al cajeto, al siete cueros de la
montaña
Enséñanos a conjugar la belleza.
Tú que eres viajero de otras épocas
-Distantes a las nuestras-
Enséñanos a bautizar las encinas del bosque,
A respirar el silencio
A orillas de la Quebrada del Muerto.
Niño de las grutas subterráneas
De Zoar y los caminos,
Tú que conoces el vaivén de las hojas
Que atraes la revolución de los peces,
Que vas hasta lo arduo del valle
A dejar tus pisadas de lluvia
Sobre las tierras infértiles del Monte Nebo,
Danos esa sabia forma de mirar el mundo
El silencio sagrado que atiza nuestro pecho
Para reconocer en las piedras
La amalgama de los mármoles y los diamantes
Y el gozo de las inescrutables semillas
Que caen como navíos de viento
Al piélago desnudo del Rogitama.
Somos los fariseos del templo
Y nada nos consuela tanto
Como el sonido del metal en nuestras prendas,
Danos la posibilidad de levantar en tres días la casa,
De restituir nuestros cuerpos apócrifos.
Con tus azotes de salvajina y madreselva
Haremos un nudillo de escamas
Para nuestras almas saduceas
Y remontaremos
el vuelo como frailecillos copetudos
Hacia la inmortalidad que tú meditas.
Allá lejos
No habrá más ofrenda que la contemplación de
los cuatro metales
Y un candelabro de cobre
Dará luz a nuestros ojos;
Un cielo bramante de estrellas
Esparcirá sus imanes
Y no habrá cenit, ni crepúsculo, ni nadir,
Sólo una nada absoluta
Que sólo conocen los hombres de las estrellas
Y que tú,
Niño de las premoniciones más remotas,
De las verdades inverosímiles más lejanas
Has escrito con tu sangre de ciprés,
Has dictado con tu canto de azor
Y tu mirar diluido en la hoguera de las sienes
Cansadas por las piedras.
Haznos libres huidizo niño de Belén
Que las borrascas del templo sagrado
Han hecho de estos fariseos
Un cúmulo de huesos erráticos.
sábado, 15 de diciembre de 2012
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