sábado, 22 de septiembre de 2012

ELÍAS


XIV


EL CARRO DE ELÍAS


 
“Me arrepiento de haberme
tomado tanto trabajo en
destruir la ignorancia”.
Roger Bacon.

 
Inmolo mis poemas para que sobrevivan a la muerte
Y las piezas fugitivas de la hoguera
Llamean en el borde de la espada como el carro iluminado del profeta.

Elías es su nombre:
Viaja en puño de acero, humo y fuego
Bruñido el carruaje en su singular espejo
A través del mar y sus orillas.

Elías es su nombre
En dirección ascendente hacia el abismo
-De donde proviene-
El hombre desaparece como una ola,
Se doblega como una rama sobre su última esquina,
Como un cuchillo sobre su piedra de afilar.

Donde mora un nebuloso ser llamado Dios
Elías irrumpe con su música secreta,
Y el universo de expande ante la tonalidad
-Constante y simultánea-
De un carro de fuego
Montado por un hombre.

Elías es su nombre
Nadie sabe su lugar de origen
El sitio exacto por donde dejó la tierra
Llegado al punto de lo absoluto y verdadero
Todos dicen que fue agarrado también de los cabellos
Y obligado a abandonar el mundo de los muertos.

Elías sigue siendo su nombre
Así se aparezca en la cima de una extrañísima montaña
Transfigurado por la luz
Y las emanaciones de otra muerte.

Elías es su nombre
Posee el poder de llegar a los lejanos velos
Y sacar del flujo magnético del cosmos
El oro, el cinabrio, la sangre, las palabras.

Del mismo modo del que se sirvió
Del cáliz y del vino
Para llevar su espíritu al mar de las ilimitadas olas
Así Elías emprenderá su viaje 
Por lo manifiesto, por el mundo
Hacia un paradigma eterno
-Sin duración o calidad-
para despertar a través de la sustancia
en los recovecos de otra blanquísima colina.

domingo, 16 de septiembre de 2012

DAVID



XIII

LA PASIÓN SEGÚN DAVID



Oh, Betsabé

-canto de corales y náyades de musgo-

Quiero alabar tu desnudez

Como un crisol alaba de la luz

La porción de los aceites

Y las gomorresinas del espejo.

Quiero alabar tus cabellos de estrella milenaria

Y poner ante tu talle y tu pliegue de paloma

Todos los territorios de Sión, de Judá, de Israel,

De Betfagé y de Séforis.

Quiero homenajear tus labios,

Tus rodillas de sinagoga

Tus pechos balsámicos

En donde convergen

Los vivos y los muertos

Para levantar en medio de tantas religiones

Las teorías sobre los orígenes de la tierra.

Betsabé

Quiero homenajear en nombre tuyo

A Saúl y a Jonathan ,

A Schuaima y Aniquirona,

Quiero festejar en nombre tuyo

Todos los silencios de la luna,

Celebrar en nombre tuyo

Todos los rumores de la acequia,

Cantar en nombre tuyo

Todos los himnos de la noche.

Los salmos que no he escrito todavía

El hermetismo de los evangelistas románticos

Y todos los lenguajes de estos precipicios

Destilarán tu nombre, tu aroma y tus palabras

Bella estatua del santuario

Para enaltecer la memoria del hijo fallecido

Y regocijar a Salomón

Victorioso en medio de la sombra y sus espejos.

Betsabé

-Beso del hitita-

mi amor no acarreará otro destino

que la muerte de Urías en el campo de batalla,

mi beso no provocará otro sonido

que la deshonra de Tamar por los desiertos,

mi abrazo no contendrá otro principio


que la rasgadura violenta de mis ropas,

y mi tacto,

sobre tus rodillas desarmadas,

la rebelión de Absalón contra su propia alfanje.

Ven amada Betsabé

Sin embargo en esta noche,

-Luego del amor-

ningún castigo cobrará el valor

que tú y yo nos merecemos

en la candidez del abrazo de otra muerte.










jueves, 30 de agosto de 2012

RUTH



XII

CANCIÓN A RUTH (La moabita)




Como una roca sobre la roca

Como una espada sobre la espada,

Hay una fragua en toda Moab

Que centellea con el filo frío de la muerte.

Un fuelle que ondea

Entre las hojas crispadas del acero

Y cuyo fuego

Retumba en medio del mar de Galilea.

Una joven inflamada

Como las altas horas de la noche

Cuyo paso por las escalinatas del gran templo

Detiene la visión de príncipes y verdugos

De herreros y sacerdotes.

Como una piedra sobre la roca

Como un puñal sobre la espada

La hija de Abinoh

Demarca con sus senos

Las fértiles planicies del río Rogitama

Y una vez venida de la muerte

Ha traído al mundo

La perennidad del fuego

La música perpetua de las fraguas

La tonalidad imperecedera de los yunques.

Bajo el golpe de los martillos

No hay otro más violento

Que el producido por la muerte,

Bajo el sonido del acero

No hay otro más secreto

Que el entonado por las sombras

Y esta mujer, llamada Ruth,

-Inquebrantable como los cuchillos de la noche-

Conoce las estrellas del gran Ébano

El vapor del ininteligible caos,

Los cerrojos y la cólera del sepulcro.

Como una roca sobre el océano del Hades

Como una espada sobre el territorio de Proserpina,

La hija de Abinoh

Ha circulado por los últimos caminos

Como una paloma sobre su primer diluvio,

Como la imagen del ancho espejo de la muerte

Sobre el brazo desnudo de una espada;

Y sus manos llevan piedras para el hambre

 Y sus ojos continúan con el fulgor de las estrellas

y sus cabellos llamean como el mito del Apocalipsis;

instaurando y restaurando

la próxima venida de Majalón

sobre las lindes de otro paraíso.










miércoles, 22 de agosto de 2012

SANSÓN


XI

LA ELEGIA DE SANSÓN



Como una nube de fuego

En busca de la masa de sus propias luces

Así vino Dalila a mí;

Como un canto, como un grito,

Como un eco inmortal y tembloroso,

Izado en el infinito de mis cabellos hercúleos.

Como una flecha, como un dardo, como una espada;

Besó el viento, cruzó la muerte, sesgó los trigos

Y llegó a mí con la fragancia de las viñas y los olivares

A doblegar con sus encantos de abigarrados colores:

Los enigmas de las noches,

Los misterios de las mieses,

El fuego inclemente de las reposas

En las puertas y cerrojos de los filisteos.

Llegó a mí del valle de Sorec

Con un enjambre de abejas en la boca de los leones

¿Qué podía ser más devorador que ella

y al mismo tiempo más dulce que ella?

Como una nube de fuego

Surcando la nave poderosa de los sueños

Así vino Dalila a mí

A entretejer mis siete trenzas de cabellos

A revolver mis pujanzas en un clavo

A hincar mis cóleras en la tierra.

Llegó Dalila a mí

A desnudar la enramada de mis contemplaciones

El eco de mis sobresaltos.

Su puñal de salvajina penetró las cimas de la inmovilidad,

Del enigma, del secreto

Extrayendo de las propias órbitas de mis labios

La forma de conducirme hacia la muerte

De volverme pasajero de su propia muerte

¿Qué podía ser más devorador que ella

y al mismo tiempo más dulce que ella?