jueves, 21 de junio de 2012

QUETZALCÓATL


XXVII

 


...Para los ojos del hombre de imaginación,
La naturaleza es la imaginación misma.
Tal como es el hombre, Así Ve.

William Blake
 Como música apócrifa

Que florece desde adentro,

Quetzalcóatl es la sombra

De lo que somos y seremos en el viaje.

tempestuoso mar

Que trae en sus acordes

Fúnebres o festivas odas

De mágicos orientes

O mundos surreales

Para completar el hilo en la costura.

Como alfabeto

En el baúl de algún tiempo recobrado,

-Perdido ahora en la cábala del arte-,

Quetzalcóatl es un cedro que desgaja

Las raíces de otros haces;

Serpiente de bronce que mitiga con su trote

Los timbres antiquísimos del árbol.

Espejo que cobra su esplendor

En la dimensión de las noches Uxmaleñas;

Quetzalcóatl es la continuidad de lo que somos,

La prolongación infinita de lo que seremos,

Aquel luminoso día del pasado

Recobrado en el aceite

De un pebetero milenario.

Eso es Quetzalcóatl!

Dulce recodo de olas

De aves mitológicas

De lluvia lenta;

Río pequeño

Que crece sobre la zanja de la noche

Como cúmulo de luces

Llamadas a la sombra.

Eso es Quetzalcóatl,

Quien no lo ve, duerme todavía!









 

martes, 12 de junio de 2012

BALÁM-QUITZÉ


XXVI




El Príncipe Balám-Quitzé

Ha venido a verme.

Dice llamarse tenebroso, inconsolable.

Trae consigo el laurel de los espejos,

Mientras el hexagrama de sus ritos

Pende en la escalada de la muerte.

El Chamán de la torre derruida

El brujo,

El Poseso último y primero,

Busca en mí no sé qué palacios, qué doncellas,

Qué muchacha de la Décima Octava Dinastía.

El Príncipe de la casa nueve

Llamado por Tepeu, “El Gran Ausente”,

Ha venido de nuevo a mi estrella y a mi árbol,

Ha traído hasta mi casa los macizos de Tulum,

El oro diluido, su última exégesis.

La muchacha que lo ama, Cahá-Paluná

Viene con el viento.

Su figura alta, farragosa,

Le contempla desde lejos.

“El es el otro”, dice,

Él es el que ama a la que habita más allá de estos palacios.

El Príncipe de la tarde,

Balám-Quitzé,

Se pasea por los picos de Chichén Itzá.

En la noche de su tumba

Se pregunta sobre la putrefacción de la materia

Sobre la Serpiente Verde que nos aguijonea

Sobre la rosa que ha encontrado la cruz en el desierto.

El Príncipe de la tarde

Ha venido a verme

Estoy preparado para recibirlo,

Estoy desnudo como la tierra negra, como el sol negro,

Como el cinabrio y la música que aquieta los perfumes.

















sábado, 9 de junio de 2012

KINICH KAKMOO:

Pirámide de Kinich Kakmó, en Izamal, Yucatán




XXV


 Kinich Kakmoo:

Los espíritus señores de las piedras preciosas,

Los espíritus señores de los tigres 

te pertenecen.

La Ciudad de las Piedras que Cantan

está confinada a tu nombre

Como también,

el ostracismo de tu tormento

y la negación de lo demoníaco.

Eres alto y salvaje como el agave;

Tu salto,

Sobre la inmundicia del mundo,

No niegan el obstáculo,

Sin embargo lo redimen,

En el pensamiento unificado de la forma.  

Las caras análogas

De tu linterna de espejos

Se muestran en una infinidad abismada del uno:

El mundo difuminado de la pirámide,

Las alucinaciones extra-temporales

De un universo inconcreto,

Gaseoso como la idea,

Incoloro como el Alkaest que disuelve

Los cuerpos visibles del tiempo y de las sombras.

En ti habitan

El Cielo y el Infierno

Pero estos te hacen menos equivalente

Y ponen la tabla esmeraldina

En tus cinco relojes;

Los movimientos de las esferas

Trastadas en las líneas de lo supremo y oscuro.

Kinich Kakmoo

El tormento del saber

Pesa más que la verdad de la ignorancia.

¿Qué hombre te tendió la trampa de la inteligencia?

¿Qué ángel o demonio te condujo por el cielo refulgente

de la chamanería?

Lo subterfugio escamotea

En el extremo liviano que antecede al salto:

Tu salto ya está dado

Príncipe panteísta

Y sólo nos aguarda el precipicio,

La caída inexorable del segundo reino.





domingo, 3 de junio de 2012

XIBALBÁ


XXIV



Vinieron a buscarme

Y yo estaba dormido;

Pesado como una roca;

Enclavado en el equinoccio de Bonampak.

Tocaron a mi puerta

Y yo no estaba.

¿Qué te habías hecho

Leviatán de ocho cabezas?

¿Dónde dormías gran Dragón Escarlata de la muerte?

Los tres gemelos nacidos de las aguas de Chac

Sabían la talla exacta de mi nombre.

¡Xibalbá!

Replicaba el espejo de los trece cuernos

En mitad de un eco inefable,

Un tumulto de voces entre lo indeterminado y lo lleno,

El todo y la última cifra.

Vinieron por mí

Y yo estaba perdido,

Ausente de mi propia cara.

¿Qué te habías hecho, hijo de la Terra?

¿A dónde se elevaban tus plegarias, amante de la lluvia?

Tu Obsidiana, los treinta pájaros Pich, tu magia roja?

Vinieron por mí

Y yo ya estaba lejos,

Libertado de sus jaulas,

Distante a sus grilletes.

Vinieron,   

Y estaba muerto,

Recónditamente lejos,

Abrazado al halo insospechado de las tinieblas.