domingo, 9 de septiembre de 2007

Construir a partir de los medios


Construir a partir de los medios
Pautas para nuevos canales de entendimiento
El caso Colombia



Winston Morales Chavarro


El descendimiento es también un
Camino hacia lo absoluto.

WILLIAM BLAKE




Al distinguirnos de una ideología dominante y continuando la senda trazada por los proyectos políticos e intelectuales del pensamiento crítico en América Latina, el mismo que discute las teorías eurocéntricas y plantea la cultura como un espacio contrahegemónico, debemos ubicarnos en la posibilidad de una epistemología emergente: La geocultura de los hombres nacionales. Una vez reteorizados en lo heterogéneo la búsqueda debe orientarse hacia la construcción de un “Ser Nacional”. Y cuando hablo de “Ser Nacional” no me estoy refiriendo a un ser transparente, puro o translucido, resurgido del barro primigenio, sino al hombre que emerja de diferentes humus y capas de tierra.

Sólo reconociendo la diferencia – tanto de símbolos como de imaginarios- es posible establecer un equilibrio cultural en el país. En este punto, se debe partir del principio de reconocernos como un todo y asumir, en busca de pensarnos en superposiciones, ese mapa multi y pluricultural del que formamos parte, pues no se puede negar la existencia de matices diferenciadores entre regiones tan cercanas como la costa pacífica, la región andina o la sabana de Bogotá.

Pero además de reconocer la pluriculturalidad del país, debemos defender desde la actitud crítica estas posiciones. Es necesario que investigadores, intelectuales, comunicadores tracen un lugar de enunciación para Colombia, un lugar que reintegre los todos genuinos, conscientes de que este todo nada tiene que ver con lo absoluto o con otra clase de hegemonía, sino con una mirada en donde se hallan presentes otras amalgamas, otras capas, otros ojos, otros perfiles, identificados, sin embargo, en la consolidación de valores y sistemas sociales.

La actitud crítica tiene que fortalecerse a través de los medios: La que no pasa por ellos pareciera no existir. Las barriadas populares, los asentamientos, la comunidad marginal, las comunas de las diferentes ciudades deben asumir ese compromiso de interacción con los tejidos comunicativos –en todas sus posibilidades- y con la experiencia, con la dinámica viva. No se puede pretender una observación objetiva desde la distancia. El “poder de la palabra” establece unos imaginarios y unas atmósferas de pensamiento que comienzan a generar nuevos códigos de entendimiento y confrontación. Por ende, la resistencia contra un pensamiento dominante, direccionado por los medios de comunicación hegemónicos y comerciales, debe ayudarnos a derrumbar viejos paradigmas como aquellos que rezan o establecen un bloque absoluto, una masa uniforme, un todo armónico y estático. Es esta resistencia y su accionar social, individual y colectivo la que debe erigir una dignidad sin diferencias léxicas o ideológicas, sin querer afirmar con esto que debamos pensarnos como individuos homogéneos y reflexionar el mundo desde la misma mirada o identificarnos como seres locales y nacionales por entonar el mismo himno o izar la misma bandera.

Las dinámicas sociales exigen unas exégesis nuevas. Por tal motivo, los medios de comunicación comunitarios, los cuales emergen como tablas de salvación para el país, deben seguir recogiendo las experiencias, las dinámicas, los imaginarios, los tejidos de comunicación individual y colectivos de los espacios y sujetos marginales, pues es allí donde está la posibilidad de catarsis y de reteorización.

Lo hasta aquí expuesto no quiere decir que lo marginal sea lo marginado, lo relegado, lo olvidado. Debe entenderse más bien como aquello que no forma parte de las esferas del poder o la política, pues entiendo que también posee un alto grado de persuasión, de diálogo, de seducción. Las negritudes, los ediles comunitarios, los jóvenes raperos o rockeros, las amas de casa, los lideres comunales, las etnias, los intelectuales que trabajan con la comunidad y fuera de ella, los académicos deben instituir un maridaje entre el pensamiento y la realidad, entre la práctica y la experiencia, entre lo simbólico y lo material. Desde este eje programático, desde esta esfera de materialización conceptual puede elaborarse el discurso de las minorías, el mismo que tenderá a convertirse en el de las mayorías, en el discurso colectivo y episódico, entendiéndose lo episódico como un capítulo definitivo en la urdimbre cultural del hombre y la mujer colombiano.

La construcción de nuevos canales de diálogo permitiría la reubicación simbólica y empírica de “Centro y Periferia”. Pienso que la comunicación comunitaria, el periodismo cívico, la comunicación alternativa no sólo ayudarían para la reconstrucción de esos símbolos nuestros desde lugares de enunciación renovados, sino en la consecución de ese ciudadano genuino que, por fin, permita la otra mirada, la novísima percepción de una localidad abrumada por absolutización del poder y la estandarización impartida por los medios de información comercial.

Por otra parte, esos canales de comunicación popular o alternativa deben permitir la transdisciplinariedad y la entrada en escena de prácticas sociales hasta ahora relegadas por los medios de comunicación comercial. Allí deben interactuar el desplazado, el reinsertado, el narrador, el poeta, el investigador social, el edil, el ama de casa, la madre cabeza de familia, pero además las categorías no canonizadas por occidente: la narración oral, la homeopatía, los saberes populares, las cuales –todas en conjunto- crearán el discurso audible y digerible para la boca social de la realidad y del contexto cotidiano.

En esa confrontación de significados –cotejo si se quiere, no claudicación ni supresión- se edifican nuevos actores sociales, conscientes de su responsabilidad como ciudadanos locales, conocedores de sus poderes y de su campo de representación, con vocación política –la política como necesidad de cambio interior y exterior-, con nuevas articulaciones, renovados en sus formas de pensar y mirar el poder, conscientes del mundo que se mueve alrededor.

Lo “marginal” izará una nueva bandera que debe proclamarse como un campo de batalla, no la batalla del asesinato, ni la supresión de lo antagónico, ni el radicalismo de lo “diferente”, sino esa lucha de sentidos y significados que abarque a lo “subalterno” y que comience a pensarse a través de nuevos canales de colocación social. La invención de periódicos cívicos, murales, comunitarios y alternativos, la creación de radios comunitarias, libres o de interés público, la consolidación de canales audiovisuales de carácter urbano y rural deben ayudar en ese nuevo paradigma por construirse, el paradigma de la identidades sociales y nacionales.

La comprensión y asimilación de los imaginarios sociales sólo es posible a través del lenguaje. Los tejidos comunicativos deben constituirse en vasos comunicantes colectivos, pues sólo es posible la elaboración de un nuevo discurso en relación con otros discursos, sin omitir la necesidad de confrontarse con la actualidad y con los cientos de “realidades” que circulan por un espacio cultural dinámico y voluble.




Qué camino seguir?




Estoy enteramente convencido de que los medios de comunicación tienen que llegar a todos y particularmente a los más oprimidos. Y cuando afirmo eso de los medios para la gente no lo hago desde la perspectiva de darle “Pan y circo” al pueblo, sino desde el ángulo de entregarle herramientas de comunicación a las comunidades. No basta con rediseñar programaciones televisivas o radiales, no basta tener defensores del lector o del televidente, no sirve diseñar un 30% de televisión educativa; lo importante es que ellos mismos realicen y diseñen sus agendas de trabajo, sus crónicas, sus reportajes –géneros olvidados por los medios comerciales-, sus entrevistas a personajes “marginales” y de “bajo perfil”, agendas que conducirían, sin lugar a dudas, a redescubrir su propio territorio, sus propias falencias y posibilidades, su entorno individual y grupal.

Cuando han tomado tanta fuerza los “reallity Shows”, la televisión por cable, la radio satelital, el Internet, es muy difícil que los miembros de una comunidad alcancen una apreciación clara de lo local, regional o nacional. Las programaciones globalizadas generan una ruptura cada vez mayor entre el individuo y su entorno inmediato. El individuo comienza a localizarse en un supraespacio –lo virtual- que no corresponde a la realidad habitada, por lo menos desde el plano físico-simbólico, y se sitúa en un estado imaginado e impuesto por la expansiva forma de “universalismo”.

Aquí cobran relevancia los sujetos y más aún aquellos localizados en la periferia, a la que por obvias razones hay que situar sino en el centro si por lo menos muy cerca de él. Sólo narrándonos en lo local –el contexto real y no el imaginado- puede recuperarse esa noción de lo personal, de lo simultáneo, de lo genuino, la voz y la letra de nuestro entorno. De tal forma que el grito de batalla debe darse desde la comunicación, desde los hilos dialógicos de los medios, desde los imaginarios sociales. De lo contrario, la memoria seguirá borrándose como ha sucedido hasta ahora y a cambio de ella nos impondrán prótesis para lo que queda de pensamiento y facultad cognitiva.

Esto no quiere decir que nos “encapsulemos” en una concha o coraza lejos de la confrontación necesaria para la elaboración de un ser humano reflexivo y crítico, de la comprobación con los otros y con el mundo, lo expuesto propone que las distintas “comunidades Interpretativas” reconstruyan su memoria, sus saberes populares, sus costumbres instalando en el centro mismo de los medios sus discursos que, hasta ahora, subyacen en las sombras del poder y de lo hegemónico. Mediante este mecanismo, aparato que además permitirá asumirnos no como un todo coherente y análogo, sino como una amalgama de superposiciones, será posible asumir nuestra realidad local y continental.


Una experiencia para contar


A finales de 1998 la Alcaldía de Neiva (Colombia), a través de la Dirección de Cultura municipal, creó el Periódico Neiva, primer órgano de comunicación comunitaria del sur del país y del cual yo era director editorial.

Si bien es cierto que era un periódico del sector oficial y que su Rector General era el alcalde de Neiva, Jorge Lorenzo Escandón; también es cierto que el medio gozaba de absoluta independencia, tanto que en más de una ocasión se cuestionó a la administración municipal sin que esto hubiese generado un acto de represión o coacción política y periodística.

Lo interesante del Periódico Neiva consistía en que era un medio diseñado, diagramado, revisado y construido por habitantes de las 10 comunas de la ciudad, comunas que guardan entre sí una gran diferencia por abrigar universos totalmente antagónicos y por tratarse de jurisdicciones con naturalezas rurales o, en el caso de otras, por estar diseñadas para los estratos más altos de la ciudad.

El comité editorial estaba integrado por 4 o 5 personas por comuna -previo a esto se visitaron las distintas juntas de acción comunal para ofrecer el espacio y que ellos por votación o por consideraciones de tipo académico, intelectual, de disposición y tiempo escogieran a los individuos que pudieran y quisieran acompañar el proceso.

Cada martes el comité editorial se reunía, por espacio de dos horas, y presentaban o socializaban sus textos en los que narraban las historias de su barrio, sus falencias, sus atributos, sus problemas de carácter social, las necesidades en el orden de lo público, los requerimientos en espacio o zonas de recreación, sus personajes centrales o, si el caso lo ameritaba, artículos de opinión que narraran su propia sicología y la de la comunidad. Además, se desarrollaban talleres de redacción, de fotografía y televisión para que ellos tuvieran un acceso más fácil a los medios y a sus estrategias discursivas y tecnológicas.

El periódico llegó al número 22 con una periodicidad bimensual o trimestral. Pero lo más importante del proceso no es el hecho único de haber puesto al descubierto las venas y las raíces de sus 10 comunas, sino el hecho mismo de ver una transformación en los 30 integrantes que conformaban el periódico. A partir de ese proceso estos establecieron un compromiso con su sector, unas búsquedas de carácter colectivo, un esmero porque su localidad se descubriera, se contara y se visualizara en el espacio a veces intangible de la municipalidad. Muchos de ellos no sólo descubrieron su gran potencial artístico –había quien hacía caricatura, crónica, entrevistas- sino que rediseñaron, a partir de la experiencia, su proyecto de vida; algunos eran originarios de comunidades que presentan altos índices de violencia (Comunas 6, 8, 9 y 10) y otros estaban por el camino “desesperante” del ocio, las pandillas o el vicio.

La dinámica periodística del medio apuntaba necesariamente a las comunas y barrios del municipio. Sin embargo, se quería generar una noción de “minga” o trabajo en equipo, comprometiendo a sus integrantes con él y a la ciudad con un canal que pretendía narrarla desde las zonas subalternas o marginales y desde actores que no poseían ningún grado de “profesionalismo” periodístico, pero que fueron llenándose de experiencias urbanas y rurales que los fortalecía como voceros y representantes de su sector.

En esta búsqueda de reconstrucción de las memorias comunitarias se descubrió un firmamento subterráneo y escondido. Un firmamento que necesitaba salir de ciertas capaz oscuras y mostrar otros contextos distintos a la realidad política, VIOLENTA, social, farandulera que muestran y siguen mostrando los medios de información comercial del país, los cuales persisten en la imposición de un mercado que acultura y que niega las otras realidades.

De tal manera que en la apertura de esa otra vía, la alternativa y comunitaria, se descubrieron valores intrínsecos de la ciudad, valores sociales que siempre han existido pero que no tienen relevancia para las clases dirigentes (hegemónicas) y para los canales de carácter privado a su servicio. Desde ese proceso se marcó una resistencia que permitió, a través de crónicas y reportajes, la salida a la luz pública de raperos y artistas que pese a utilizar un género musical extranjero, propio de barrios neoyorquinos como Queens o Broklin, utilizaban letras del repertorio regional y las recreaban o “actualizaban” en una corriente tan contemporánea como el Rap y el Hip hop. A su vez, se hizo evidente –el periódico pretendió abarcar otros canales de entendimiento y diálogo- como la radio “Pirata o Libre” (sin las licencias otorgadas por el Ministerio de Comunicaciones del País) o la radio por alto parlantes, experiencia que tuvo su mayor alcance en barrios de Neiva como Alfonso López, Galindo o en corregimientos como Fortalecillas (ubicado a 20 minutos de Neiva), en donde el cura del pueblo nos prestaba el salón parroquial y las cornetas de la iglesia, sin olvidar también la acción en colegios de la ciudad como el INEM (Instituto Nacional de Educación Media), el Nacional Santa Librada o el IPC.

Básicamente lo que buscábamos con este proceso[1] era narrar la ciudad desde sus espacios marginales y descubrir, a partir del ejercicio, a muchos personajes de suma valía para el proceso histórico de la ciudad, de la localidad y de la comuna. Así descubrimos a una mujer que siempre vistió de militar –su hijo había muerto en el ejército- y que cuidaba gratuitamente a los animales del parque Santander, parque central de Neiva fundado en 1910 para conmemorar los cien años del grito de independencia, lo que constataba sus relaciones en base de la cualidad y su afectividad no sólo para el parque sino para la ciudad. Era sin lugar a dudas un personaje “subalterno”. Alguna vez el ejército la condecoró y eso para ella fue la gloria que nunca logró su hijo en vida. Esta mujer se llamaba Sildana.

Por otra parte, se narró la vida y experiencia de un hombre como Luis Alfredo Ramírez, un individuo que, con sus propias manos, había construido un transistor y cuya emisora “pirata”, Panorama Stéreo, se encontraba en uno de los primeros barrios de invasión de la ciudad: Panorama. La emisora consistía –inicialmente sus transmisiones habían sido por cornetas- en una pequeña grabadora, unos cassetes, un largo palo que sostenía la antena y una diminuta potencia que apenas abarcaba diez o quince cuadras a la redonda[2] Posteriormente fue diseñada para ser escuchada en casi toda la ciudad, lo que generó serios inconvenientes con la fuerza pública, pues la emisora no tenía ninguna autorización para emitir programas radiales. A través de este medio creció Panorama, se “descubrió”, se narró y siguió de cerca procesos como la pavimentación de sus calles, la instalación de los servicios públicos y el posterior reconocimiento como barrio “legal” del municipio.

Y así otra serie de experiencias y dinámicas sociales de las que no es posible dar cuenta acá, pero que igualmente generaron cambios para su sector. Lamentablemente, como muchas otras, permanecieron escondidas o avasalladas por las prácticas hegemónicas de los medios o por ciertos actores sociales de la capital del departamento.







Post Scriptum




Esta experiencia demuestra la emergencia de medios para la gente, la relevancia de canales alternativos y comunitarios para los espacios urbanos marginales, espacios que curiosamente se construyen con un alto matiz de colectividad y camaradería –algo que no se ve ni se vive en barrios de estrato 4, 5 o 6-, pues sus necesidades apremiantes consolidan una unidad de fuerza y lucha, ejemplo que debería seguir el territorio nacional en general. En estos barrios “populares”, donde se escucha la ranchera y el vallenato, hay un mayor grado de identificación y búsqueda zonal, cultural y pública. Es allí donde más se acentúa la resistencia o la presencia de saberes populares. Es allí donde se trazan asuntos comunes como la elaboración del año viejo, la celebración de la minga o bazar, la preparación de la “lechona” para las festividades sampedrinas, la decoración navideña de la calle o de la cuadra para los concursos que organizan las emisoras (el premio consiste en una orquesta para la noche de año nuevo -con aguardiente Doble Anís incluido-), el partido de fútbol entre barrios, la elección de su representante para el reinado popular del sanjuanero, reinado que demuestra la hibridez entre las costumbres populares de la región y la “aparente necesidad” de aproximar las festividades al Carnaval de Barranquilla o al de Río de Janeiro.

Los medios comunitarios y alternativos (periódicos murales, carteleras, cines comunales –otra experiencia vivida y ejecutada en el Corregimiento El Caguán, a quince minutos de Neiva-, locución por alto parlantes, emisoras piratas, etc.) se constituyen en una herramienta básica en la difusión y socialización de un espacio contrahegemónico; el lugar central en donde el sujeto colectivo dé su grito de batalla contra el discurso homogeneizante(aquí se trazan y convergen los proyectos intelectuales de hombres y mujeres como Mariátegui, Retamar, Palermo, Lienhard, Cornejo Polar, Rodolfo Kush, entre otros.)

Pienso que esta experiencia de tres años y medio demuestra la vital e inaplazable función de que las comunidades posean sus propios canales de diálogo y entendimiento, una experiencia que garantiza un acercamiento fundamental a los procesos históricos de cualquier país y cualquier localidad. Sólo a través de estos canales de diálogo –palabra tan desgastada en Colombia- se garantiza la “presencia” en el país de “los otros”, la consecuente revolución y su motor de cambio social, la agenda firmada por un sujeto social que necesariamente se abrirá camino entre los senderos bifurcados del neoliberalismo, el modelo posdesarrollista y la “reducción del estado-país”.





Tareas por proponer


· Crear emisoras de interés público en todas las Universidades públicas.

· Ampliar los niveles de licitación para emisoras de carácter comunitario y alternativo.

· Permitir la radiodifusión libre, sin desconocer reglas programáticas y de
diseño.

· Ampliar el radio de acción para los canales de televisión local y regional.

· Establecer un sistema de valores simultáneo en los canales de comunicación e información alternativos, cívicos y populares a nivel local, regional y nacional.

· Facilitar la creación de periódicos Comunitarios en pequeñas localidades y zonas periféricas de las grandes urbes.

· Instalar y promover la cultura del radioparlante en zonas marginales y relegadas.

· Promover cursos y talleres de redacción, locución para radio y televisión, periodismo y comunicación en las comunidades latinoamericanas.

· Publicación permanente de Memorias y experiencias.






BIBLIOGRAFÍA




Castro-Gómez, Santiago y Óscar Guardiola Rivera. 2000 “Introducción. Geopolíticas del conocimiento o el desafío de impensar las ciencias sociales en América Latina”

Cornejo Polar, Antonio. “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural” Discurso leído en el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”, Caracas, marzo de 1977.

Cruz Kronfly, Fernando. “La sombrilla planetaria, ensayos sobre modernidad y posmodernidad en la cultura”. Editorial Planeta, Bogotá 1994.

Jameson, Frederic. 1991. “El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Barcelona: Piados.

Lienhard, Martín. “De mestizaje, heterogeneidades, hibridismos y otras quimeras” II Seminario de Crítica literaria latinoamericana. La literatura colonial: discursos alternativos y lecturas disidentes. (Lima, 13 de marzo de 1992. coord. Antonio Cornejo Polar).

Lienhard , Martín. La voz y su huella. Escritura y conflicto étnico-social en América Latina (1492-1988). La Habana: Casa de las Américas, 1990.

Mariátegui, José Carlos: 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima 1928.

Palermo, Zulma: Los estudios culturales bajo la lupa: la producción académica en América Latina, Franco Carvalhal (comp.) Culturas, contextos e discursos. Limiares criticos do comparatismo. Porto Alegre: UFRGS, 1999.

Quijano, Aníbal. 1999. “colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina”. Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. Castro-Gómez, Santiago, Óscar Guardiola-Rivera y Carmen Millán de Benavides, eds. Bogotá: Instituto Pensar/Centro editorial Javeriana.

Said, Edward. Orientalism. New York: Random House, 1978.

Walsh, Catherine. 2001b. “Geopolíticas de conocimiento. Entrevista con Walter Mignolo” Comentario Internacional (Quito), 2: 49-64


[1] 1 Una vez electo el nuevo alcalde de la ciudad, Héctor Javier Osorio Botello, el periódico llegó a su fin; el mandatario de turno no encontró fundamento y relevancia al proceso. Pese a esto, muchas experiencias continuaron por si solas, uno de nuestros propósitos.


[2] La emisora continúa funcionando en el mismo sector y con un radio de acción superior al inicial. De hecho, Luis Alfredo ha diseñado transistores para otras emisoras de carácter y naturaleza “Pirata”.

El Quijote y sus cuatrocientas influencias


Winston Morales Chavarro



El Quijote de la Mancha es a muchos escritores nacionales lo que es la Biblia a los cristianos, el Kybalión a los discípulos de los principios Herméticos o el Tao a los adeptos de la sabiduría Zen. Una de sus mayores propiedades o atributos es que se instituye en un libro atemporal, mapa mental que se estaciona en el tiempo futuro, presente o en un pasado que no termina de irse: para un libro de 400 años todos los tiempos son, como la historia misma, la esfera -en boca de Pitágoras- que lo engloba todo. Las lecturas de don Alonso Quijano vibran en las páginas de un Pedro Páramo, donde el tiempo, visto desde la "toltequidad", es circular, eterno, no lineal, no fragmentado.
El Quijote posee varios niveles de lectura: 1. El anciano que padece desequilibrios mentales por culpa de los libros de caballería. 2. La metamorfosis de un hombre que es hijo de los impulsos eléctricos y de los desenfrenos propios del Eros. 3. La historia de dos individuos que se complementan y se equilibran en la atmósfera de un universo aparentemente caótico: el Quijote de La Mancha, espíritu; Sancho Panza, materia. La necesidad de una lucidez "otra" para tener una idea de absoluto, de plenitud; la plenitud propia del Quijote que es aprehendida por Sancho: materia, vulgo, pueblo.
Es fácil hallar en el Quijote de Cervantes, el éxtasis alquímico -propio de los iniciados-, con el que suele uno "estrellarse de luz" en la Eneida, de Virgilio, El Paraíso perdido, de Milton, la Divina Comedia, de Dante o El asno de oro, de Apuleyo, algo que es fácil -desde el ahora, el ayer o el porvenir- de identificar en creadores como Jorge Luis Borges (Ficciones), Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), Juan Carlos Onetti (El pozo), Carlos Fuentes (Aura), Alejo Carpentier (El reino de este mundo), Lezama Lima (Paradiso). Cervantes inventa un No-Lugar "situado" en un lugar de La Mancha. ¿Acaso es el Comala, de Juan Rulfo; el Santa María, de Onetti; el Macondo, de García Márquez?
El gran escritor español presiente-presentía la fuerza y el desenfreno de la occidentalización, la uniformidad del pensamiento moderno. De allí que en El Quijote la locura se constituya en resistencia, fuerza contrahegemónica, cuchillo contra la cultura unilateral de la contemporaneidad. La literatura es resistencia y en ese orden de ideas el Quijote de la Mancha es un muro de contención contra las aguas fragorosas y malolientes de la razón, lo impuesto, lo católico, lo oficial, lo "histórico", lo político, algo que, sin lugar a dudas, vemos en los escritores latinoamericanos arriba mencionados. Una rebeldía que se fortalece con la concepción de un tiempo no occidental, "desordenado", con la convicción absoluta, como diría Parménides, de que el ahora y el todo están unidos, o como dijera San Agustín: "el mundo no ha sido creado en el tiempo, sino junto al tiempo. De hecho, aquello que se hace en el tiempo, se realiza antes o después de cualquier tiempo: antes de cualquier tiempo futuro o después de cualquier tiempo pasado..."
Por tal motivo, se tiene la certeza, gracias al lenguaje que apela a la verdad, de que los lectores "contemporáneos" de El Quijote no son sino una variación de aquellos duques que leyeron la primera parte de la obra, y que eran-son espectadores-lectores-personajes de un mismo tiempo narrativo. A lo mejor no seamos sino sólo eso: personajes de "otro" Cervantes, duques de un quijote del ayer o del mañana, protagonistas pasivos-activos de un espacio donde el tiempo se colapsa y donde es posible "estrellarse" con Basilio (¿alguna similitud con nuestros suicidas?), Quiteria, el bachiller Sansón Carrasco, el barbero Nicolás, la ama, Dulcinea (sorprende la noción de belleza del Quijote).
Toda obra, como hija y habitante del mundo de las ideas, no es sólo literatura, ficción, papel escrito. El Quijote no es de La Mancha, pertenece a las calles de Buenos Aires, a los malecones de Cartagena, a las arenas de La Habana, al calor de Puerto Príncipe, a la extinta zona de distensión de Colombia. Es resistencia en todos sus intersticios, muro de concreto que atesta a los molinos de viento del norte, sueño y escritura que doblega los discursos globalizados de la política, la economía, la pedagogía pospositivista del mundo occidental.

Sab o el alma romántica en América



Winston Morales Chavarro

Sab, de Gertudris Gómez de Avellaneda (Cuba, 23 de marzo de 1814), puede considerarse no sólo una de las novelas más auténticas del romanticismo hispano, sino también un documento histórico que cuestiona el fenómeno incongruente e inhumano de la esclavitud.

Se constituye en la primera obra de ficción abolicionista (antecede en once años a Beecher Stowe – la Cabaña del Tío Tom-) y una de las primeras en conjugar recursos narrativos (punto de vista omnisciente, diálogos, forma epistolar, monólogos dramáticos, etc.) poco frecuentes en las literaturas contemporáneas del momento:



Soy solo en el mundo: nadie llorará mi muerte. No tengo tampoco una patria que defender, porque los esclavos no tienen patria; no tengo deberes que cumplir, porque los deberes del esclavo son los deberes de la bestia de carga, que anda mientras puede y se echa en tierra cuando ya no puede más... (Sab, Pág. 232).


Su mérito consiste no sólo en el hecho de repudiar la esclavitud, algo que la calificaría de demagoga o populista, teniendo en cuenta la representación que tendríamos de los esclavos en aquellos tiempos, sino en los múltiples subtemas que aborda en su narrativa: El amor, la esclavitud, el asunto de la raza, lo indígena (esto le da la categoría de novela indigenista?), lo legendario y la condición humana en todas sus variantes, lo que garantiza en la autora un manejo absoluto de los imaginarios sociales, políticos, económicos y culturales, y no sólo una vocación literaria ni una espontaneidad narrativa que la califique como una gran escritora.

Sin lugar a dudas la Avellaneda se mueve por diferentes explanadas y cartografías y esto se refleja tanto en su pensamiento crítico como en su alma romántica y poética, algo que se manifiesta en la consecución de un mapa simbólico que esta representado de la siguiente manera:



Carlota: Alma romántica-Cuerpo poético

Sab: Esclavitud + amor = libertad


Martina: lo indígena

Teresa: La posibilidad de cambio, la catarsis.


Enrique y Jorge: la antitesis de lo romántico, lo antípoda al ideal de nación.

La naturaleza: la tradición y lo legendario. El ambiente espacial y temporal.




Es esa capacidad de mezclar diferentes realidades lo que la eleva a la categoría de gran escritora (un espacio reservado por aquel entonces a los hombres) y es esa misma capacidad lo que la convierte en una de las figuras más descollantes de las letras del siglo XIX -contemporánea a Víctor Hugo, Balzac, Stendhal, Flaubert y Verne- quien discute, a través de su poesía, su obra dramática y sus novelas, la vida trivial de la burguesía (modelos, Jorge y Enrique) y plantea esperanzas utópicas para un continente que nace (paradigmas, Sab y Carlota).

Pese a ser una escritora formada en gran parte -sólo en gran parte- en España, no puede desconocerse por esto la presencia del ambiente caribeño en sus búsquedas literarias, lo que la catequiza en una narradora innovadora, fresca y un tanto exótica para las narrativas hispánicas decimonónicas.

martes, 4 de septiembre de 2007

El autorretrato como espejo




Winston Morales Chavarro

El hombre siempre ha sentido la necesidad de mirarse a los ojos. Esa necesidad se remonta a Narciso, quien en un fuego de deseo y de concupiscencia interior quedó prendido –enamorado, mejor- de su propio reflejo.
Dicen los más avezados que uno busca en el otro la extensión de lo que somos; cada hombre busca en una mujer –y viceversa- lo que es él en ella, la parte masculina de ella, eso que nos complementa como unidad y como conjunto.
Desde la noche de los tiempos, las distintas mitologías nos hablan de un ser humano completo, circular, integrado con el cosmos y su naturaleza. La griega, por ejemplo, nos relata la presencia de un ser compacto, no dividido. A partir de la furia de cierto dios, este ser fue fragmentado en macho y hembra, separado de su unidad, de su complementariedad. De allí que siempre se anhele la búsqueda de esa “media naranja”, así sea en lo simbólico, lo cultural, lo religioso.
El hombre como especie, como ser “racional”, olvida que la integridad no está afuera sino adentro; como es arriba es abajo, como es en el interior es en el exterior. Micro y macrocosmos. La alquimia nos habla de estas verdades, de ese matrimonio entre el ser cercenado.
Cuenta la leyenda que Nerval, el gran poeta francés, observándose a sí mismo en una pintura, luego de auscultar con detalle los pormenores de su rostro, esas estrías pequeñas que se esconden detrás del olvido y la muerte, se atrevió a afirmar: “Él es el otro”. Nerval sabía que nunca somos los mismos, que el ser humano es ese río del que nos hablara Heráclito, siempre en permanente flujo, dinámico, mutable, y que el principio de incertidumbre es aplicable incluso en nosotros mismos, quienes introducimos esa variable de indeterminación en lo que observamos, no importa que lo observado sea nuestro propio “reflejo”, o lo que creemos es ese reflejo, espejo de nuestra fisonomía.
Pero además de ser otros en nosotros, somos el otro en los demás, la posibilidad de encarnar en la piel y en los húmeros del tú, de él, de vosotros, de ellos, de este, del de allá o del de acá.
El autorretrato es un recurso para contemplarnos afuera, mirar con otra dirección esa perspectiva externa que nos posibilite la integridad con el yo, con el mí, que no necesariamente vienen a ser lo mismo. El tiempo, que no es circular ni progresivo –creo que el tiempo es regresivo; el universo ya no se expande, se contrae- queda estacionado en el autorretrato, se colapsa, se inmoviliza. Más igual al Retrato de Dorian Gray, somos uno y otros en el tiempo, cruz y cara, los dos lados de todas las cosas, las dos caras de la misma moneda.
Los pintores de todas las épocas –como presintiendo la historia del mundo- se han autorretratado, han exorcizado muchos de sus demonios –también de sus ángeles-, a partir del esbozo de lo que fueron, han sido, pudieron llegar a ser, con la idea fundamental de retornar a la unidad, a la complementariedad de un ser mayestático, omnipotente. Por eso, es natural ver autorretratos en Goya –los más numerosos-, en Picasso, en Van Gogh, en Velásquez, incluso nuestro Botero. Pese a esto, nunca será el mismo Goya, jamás el mismo Van Gogh.




El autorretrato en el Huila



Los autorretratos no han sido muy frecuentes en el Huila. Esto quizás se deba a otros ordenamientos mentales, otros factores corporales, distintas tendencias filosóficas. La pintura contemporánea tiene otras características. Digamos que Freud y el psicoanálisis aceleraron ciertos elementos pictóricos de la plástica del siglo XX –pese a que Goya, Velásquez y muchos otros sean muy anteriores a las posturas freudianas-. Lo mismo sucede con la Física Cuántica, de Max Planck, la Teoría de la Relatividad, de Albert Einstein, el Principio de Incertidumbre, de Werner Karl Heisenberg. Estos fenómenos físicos, científicos, sociales y culturales influyen considerablemente en el imaginario de todos los hombres, no sólo los artistas. De allí que el fragmento, la partícula, los quanta, la incertidumbre, la mecánica ondulatoria atraviesen la mente del hombre posmoderno hasta hacerlo capaz de concebirse a sí mismo como un fragmento, una indeterminación, una variable, un electrón –que para todos es el mismo-. Esto también se palpa en el cine, en la filmografía de Lars Von Trier (Dinamarca, 1956), en los textos de Guillermo Arriaga (México, 1958); en la creatividad de Alejandro González Iñárritu (México, 1964) en los trailer de Quentin Tarantino (Estados Unidos, 1963).
La plástica en el Huila, hoy por hoy, está en otras orillas, otros filamentos, distintas partículas. Y no por desarticulada del resto de manifestaciones humanas del globo terráqueo. El arte en el Huila es joven, casi un niño. Más esta inocencia no es sinónimo de poca factura, lo que sucede es que la pintura en el Huila no registra más de doscientos años –el Departamento sólo tiene cien-, la pintura que ha podido hacerse en Pitalito, Garzón, Neiva, Algeciras, cunas de nuestros más significativos artistas, salta las huellas de un arte universal –no por irreverente sino por un no-lugar; no existía el Huila, no existía Neiva, existía un territorio, más no un mapa-, para instalarse en otras vertientes y tendencias más contemporáneas: el regionalismo, el nuevo realismo, el expresionismo abstracto, la abstracción, el neoexpresionismo, la fotografía digital, el video, las instalaciones.
La plástica que se hace en el Huila ha tenido que autocrearse, partiendo incluso de escuelas europeas, hasta llegar a la hiperrealidad y la simulación de la que nos habla Jean Baudrillard. Entonces los medios de comunicación, su objeto creado, infunden entre nuestros artistas, nuestros creadores huilenses, la desmaterialización de un Departamento y su desterritorialización (¡ay! de aquellos osados que aún hablan de identidad, neivanidad, huilensidad y opitud).
La mejor definición para enmarcar el arte huilense contemporáneo –sin querer agotar las posibilidades ni emitir un rótulo equívoco- sería el neobarroco o barroco latinoamericano (neobarroso), que se conecta no sólo con lo expuesto por Jean Baudrillard, sino que adquiere su mayor énfasis en las investigaciones y críticas culturales (desde la antropología social) de intelectuales como Severo Sarduy, quien introduce el término, Omar Calabrese, autor del libro La era neobarroca, 1989; Néstor Perlongher; Paul Virilio, autor de Estética de la desaparición; Benito Pelegrin, Ética y estética del Barroco; Guy Scarpetta, Eloge du cosmopolitisme; Christine Buci-Glucksmann, La raison baroque. De Baudelaire a Benjamin e De l’esthétique baroque; Francisco Jarauta, Fragmento y totalidad: los límites del clasicismo, y Andrés Sánchez Robayna, Tres estudios sobre Góngora.
El ritmo y la repetición, el límite y el exceso, el detalle y el fragmento, la inestabilidad y la metamorfosis, el desorden y el caos, el nodo y el laberinto, la complejidad y la disolución, la distorsión y la perversión, propios del Neobarroco-Neobarroso latinoamericano, están presentes en nuestra plástica regional, que hace mucho tiempo dejo de ser local, huilense –salvo porque es concebida por hombres nacidos en el Departamento del Huila- para volverse andina, latinoamericana, posmoderna, barrosa, evanescente.
¿Qué hace regional a una expresión humana como lo es la pintura? Si se apelan a óleos, telas, combustibles, colores y técnicas que son universales, ¿qué la hacen local? Lo más seguro sería decir, como en el caso del boom latinoamericano o el barroco de Sor Juana Inés de la Cruz y José Lezama Lima, que lo latino está presente en ciertos lenguajes, contextos, atmósferas, usos, costumbres, alimentos. Pero en el caso del siglo XXI, donde esa hiperrealidad esbozada por Jean Baudrillard es cada vez más fuerte, más opresiva, menos incluyente, y donde la simulación de la nueva realidad se confunde con las máscaras y el travestismo del poscolonialismo cultural, ¿qué puede garantizar la existencia de un sujeto huilense? ¿Qué la presencia-existencia de un arte nacido en el Huila? El huilense dejó de ser sustancia –acaso nunca lo ha sido- para convertirse en amalgama, caos, equilibrio, heterogeneidad, ruptura, quiebre, unidad de lo disperso. Todos esos discursos (acaso silencios) determinan un nuevo control de las libertades humanas, para asistir a la corporeidad de lo que Baudrillard llamaría “Las estrategias fatales”, en donde el hombre, por naturaleza, es un animal insatisfecho, incompleto, dividido, y desconoce los motivos de su aflicción; el hombre moderno es feliz y desdichado, ignora los motores que lo inducen a ello, desconoce su territorio, su totalidad, su raíz, sus estrenos, su espina dorsal, su principio.
Si en algún tiempo el deseo de complementariedad se debió a lo que ayer llamaríamos la salida del útero, el abandono, el éxodo, hoy por hoy, cuando andamos en el ritmo vertiginoso de lo “post”, nuestros conceptos mentales, nuestros planos espaciales y temporales, estarían definidos por estrías no visibles (o invisibles) como lo caótico, el exceso, la exacerbación, el fragmento, la inestabilidad, el laberinto y la disolución, propios del mundo contemporáneo (de lo post), elementos que marcan inexorablemente nuestros rumbos, nuestros miedos, nuestras soledades, nuestras impresiones. De allí, ahora, el deseo de unidad, el regresar al origen, a un supuesto equilibrio que tal vez no sea sino otra utopía; a lo mejor el hombre nunca ha conocido la paz, a lo mejor todo no sea sino el producto de un sueño enfermo, de la parálisis cognitiva de un optimista.
No obstante, el sueño, una de nuestras mayores virtudes y defectos (casi nuestra peor enfermedad, al menos desde lo cotidiano, desde la vigilia) nos obliga a buscar esa unidad, ese regreso, ese volver, ese difuminarse, ese desmoronarse en ondas, ese volver a la partícula primaria. Entonces somos evanescentes –como las identidades-, queremos reconocernos, entablar conversaciones concretas con el lenguaje que nos resulta esquivo. Pero lo hacemos hacia fuera, buscamos afuera, en lo externo, en la exacerbación que provocan los medios, la publicidad, la era virtual, la simulación de la hiperrealidad, la religión, la política, las guerras del tercer milenio: las de orden ideológico.
El arte será siempre un camino, una lámpara. La pintura, como espejo, la literatura, como reflejo, serán rutas seguras en la compresión o en el intento de comprensión para hallar una luz, una linterna. El mundo de lo post crea certezas, respuestas, satisfacciones fingidas, creadas. En ese marco se sitúan las tradiciones, ciertas costumbres. El arte siempre apelará a la duda, a la pregunta, al interrogante.
El autorretrato nos permite mirar en otra dirección, no importa que el camino sea nuestro propio “reflejo”, no importa que la luz sean nuestras propias llamaradas. Hay que tener fe y la fe se expresa asumiendo nuestros propios defectos, las limitaciones de la mortalidad, la perfección de lo que perece. Lo perfecto no es de humanos y un autorretrato es la mejor manera de decir lo humanos que somos.
Estos autorretratos nos muestran –deben mostrarnos- no sólo lo que nuestros cultores son por dentro, sino por fuera, en el otro, en los demás. Tal como son ellos, así es nuestra ciudad, las múltiples ciudades que habitan a Neiva, nuestras historias –la oficial y la individual, la personal, la subterránea-, el inconsciente colectivo de una región poblada de cientos de regiones, un Departamento que por accidente se llamó Departamento del Huila. El autorretrato será siempre un espejo.



Villavicencio, 15 de abril de 2007.
Caudal Oriental.
7:15 p.m.