XXV
HERMAFRODITA
De ahora en adelante estaremos
condenados a ser uno solo
A cargar con el mismo cuerpo
-el yerro de nuestras culpas-
A ser el mismo sueño,
El firmamento delineado por idénticas
manos.
Y tu cabello será mi cabello
Tu boca mi boca,
La oscuridad de tus ojos mis ojos.
Y tus piernas el camino,
El maravilloso vía-crucis al calvario
de mi alimento.
Y tu cuerpo será mi santuario,
El mío tu sinagoga,
Tu abadía,
El lugar donde nos abriguemos de los de
afuera,
Donde nos cuidemos de la fruición
De la Guerra de Troya.
Tus muslos serán mis muslos,
Tus labios los dictadores de lo que
bese,
Tus pies,
Tus minúsculos pies de mandrágora y
uva,
Los cancerberos donde resida el
Vellocino y la flauta.
Y tu muerte será mi muerte
Tu moneda mi calderilla,
Tus pechos el lugar donde elabore mi
canje.
De ahora en adelante estaremos
condenados a ser uno solo,
A fundirnos como el acero, a terciarnos
como la espada;
Clavados, disueltos, resumidos
En lo que parece el espejo y su sombra
El laberinto de lo que confluye y
rescinda.
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