II
Como una estrella de ocho puntas
Como una barca de fuego suspendida en el éter,
Hunahpú,
Ataviado con alas y figuras flotantes,
Me enseñó a respirar la escritura del mundo
-La subterránea y oceánica,
La aérea y la terrestre-.
Me enseñó a manejar el metal en sus múltiples formas,
A invertir los elementos primarios del suelo.
Esta deidad procedente de la Óneiros,
De las cimas sagradas de distantes culturas,
Me confesó los secretos recónditos de la muerte
El misterio sólido de las estatuas,
El idioma antiguo de las pirámides.
Un Gato demoníaco con cabeza de hombre
Le regala su canto
Y con él
Le transmite la herencia de diversos planetas,
Los hilos de las estrellas concéntricas de la Pampa;
Secretos que él confiesa a los cuatro caminos
Y que llegan a mi oído como un pequeño rodillo,
Como un hálito celeste al borde de las columnas.
Esta estrella roja arrojada del fuego
Hijo del Xibalbá y de la noche
Viene del árbol de la vida
Con una tea sobre su espalda
Y de él emana el resplandor hacia los otros mundos,
La estrella que pende en las afueras del cielo.
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