sábado, 29 de marzo de 2008

COMUNICACIÓN Y CULTURA

COMUNICACIÓN Y CULTURA

Winston Morales Chavarro



E. B. Taylor consideraba que la cultura daba comienzo allí donde alguien se percataba de un todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho,

las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad.



Me atrevo a señalar, a manera de reflexión, que la cultura empieza a ser un hecho antropológico, fenómeno científico, cuando el hombre y la mujer primitivos hallan sus herramientas de comunicación y convierten tales herramientas en un aporte social que crea, en primera instancia, una cultura primaria, pero que con el correr de los procesos ideológicos y tal vez lingüísticos, un estilo de vida social, amparados en la necesidad de agrupación, de colectividad, de comunión.

Aunque con alguna certeza podemos hablar de una cultura instintiva y no dialógica, es bueno afirmar que sólo a partir de la comunicación, jeroglífica, pictográfica, presencial, gestual, simbólica, silábica , etc, el hombre se convierte en un animal cultural.



Los términos comunicación y cultura, están más relacionados entre sí de lo que uno puede Sospechar. La comunicación es lo común, lo recíproco, lo expuesto con elementos particulares propios de unas prácticas culturales. Familia, población, grupos; lo cultural es el cultivo de ciertos tipos de lenguaje y actos de habla, ciertos fenómenos colectivos de identificación.


El escritor francés Alejandro Dumas, en su novela La Dama de las Camelias expresa: “Estoy persuadido de que nadie puede crear personajes sino cuando ha estudiado mucho a los hombres, como nadie puede hablar un idioma antes de haberlo aprendido perfectamente”. Acogiéndome a estos conceptos del gran narrador, me atrevo a agregar que ningún ser humano puede ser cultural sino ha interactuado con unos cimientos recíprocos y comunes, así como ningún hombre puede asimilar modelos de tipo cultural sino los ha recibido de su lengua materna que en primera instancia es la que transmite los imaginarios, modelos y tejidos comunicacionales, propios de cierta población cultural.

Debemos admitir que todos los cambios históricos e ideológicos obedecen a la evolución que han sufrido los códigos de comunicación y, con ellos, los medios masivos. Prueba de ello la globalización, en donde nuestra noción de mundo ha cambiado considerablemente; nuestra realidad no sólo está condicionada por mis sucesos familiares sino también por los acontecimientos que se suceden en Kosovo, Irak o Palestina.

La evolución de la prensa, la televisión, el Internet, la telefonía celular han producido nuevos tipos de comunicación y de socialización, flamantes métodos de transmisión de mensaje y asimilación de él, recientes equilibrios en las telecomunicaciones, convenios, maridajes entre grandes multinacionales y emporios, que permiten cambios radicales en las concepciones políticas, económicas y sociales a partir de estas estructuras conversacionales o de texto.

Lo que habría de preguntarse a esta altura del escrito es si la evolución técnica y científica de nuestros medios y la supresión de algunos elementos como las cartas, los diálogos familiares, los cuentos y las narraciones orales han beneficiado o afectado nuestra cultura.

Cronológicamente ha existido una evolución técnica. Podemos decir que paralela a la evolución tecnológica ha corrido una industrial e incluso urbanística. Pero, ¿ha evolucionado el ser humano en su manera de relacionarse e interactuar? ¿Ha dejado por esto de ser violento? ¿Ha mejorado sus niveles de vida?

No estoy afirmando con esto –ni pretendo afirmar-, que la comunicación mediática y moderna modifiquen sólo de manera negativa nuestras actuaciones Sociales. Estoy tratando de reflexionar en lo imprescindible que debe ser, como lo fue la comunicación en los umbrales de la cultura y la inteligencia, una comunicación coherente con el bien colectivo (Intuitiva), interpretativa y no sólo coyuntural, contextualizada, reflexionada (relacional), pensada y desvestida (contextual), en el marco de lo que significan los nuevos discursos, los novísimos imaginarios individuales y colectivos en las postrimerías de una comunicación posmoderna e insospechada, cambiante hasta el tuétano, maleable, en permanente flujo y reflujo.

Es menester del ser humano volcarse sobre los principios de la reciprocidad, de lo común, de lo comunitario y de lo cultural (llámese una comunicación alternativa, que trasgreda el status quo de lo comunicativo). La comunicación es inherente a la cultura y viceversa.
No podemos concebir un modelo cultural, cualquiera que sea, sin sus propios mecanismos de diálogo o socialización de mensaje, así como no podemos concebir un tipo de comunicación-primitiva o moderna, técnica o humana, revolucionaria o reaccionaria- sin que esta sea aplicada o sea producida por cualquier estructura cultural.

Desde la noche de los tiempos, el hombre, por razones de lucha o supervivencia, sintió la necesidad de agruparse y con esta necesidad se resolvió el asunto de la individualidad al detectar en ella un hecho de insularidad, riesgo y peligrosidad, para constituirse en un ser social, colectivo y fuerte.


Ante este proceso se sucedieron otros tantos como los mecanismos de comunicación a los que nos hemos referido con suma particularidad. Hoy por hoy, y pese a los pasos agigantados que ha dado la humanidad, el hombre continúa siendo un ser social-comunicativo, un animal cultural que pese a su desarrollo político y económico, ve en la comunicación una herramienta eficaz de progreso, de socialización, de confraternidad y desarrollo.





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